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Critica: Desaguisado de cuidado con la Orquesta RTVE en Valencia

Desaguisado de cuidado con la Orquesta RTVE en Valencia

CORO Y ORQUESTA RTVE. Raquel Albarrán (soprano). Damián del Castillo (barítono). Marc Korowitch (director). Programa: Obras de Fauré (Peleas y Melisenda, Réquiem), Lu­gar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.100 espectadores. Fecha: Viernes, 19 septiembre 2025

Desaguisado de cuidado con la Orquesta RTVE en ValenciaCORO Y ORQUESTA RTVE. Raquel Albarrán (soprano). Damián del Castillo (barítono). Marc Korowitch (director). Programa: Obras de Fauré (Peleas y Melisenda, Réquiem), Lu­gar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.100 espectadores. Fecha: Viernes, 19 septiembre 2025

En el concierto F: Mikel Ponce

“Obras son amores y no buenas razones”. Tras el “chabacano” concierto que ofrecieron en el Palau de la Música el pasado abril, el Coro y Orquesta RTVE han regresado a València con un concierto en esta ocasión más cutre que “chabacano”, supuestamente destinado a recaudar fondos para los conservatorios de música afectados por la maldita DANA.

Las buenas intenciones de este concierto fuera de lugar -tenía que haberse celebrado en el de nuevo herido y cerrado Palau de la Música, y no en el prestado Palau de Les Arts –horrorosamente organizado -por no haber, no hubo ni programas de mano-, y en el que pasó todo lo que nunca tiene que ocurrir en un concierto, ha sido un desaguisado de cuidado.

La cosa ya comenzó mal, casi media hora tarde, después de muchas palabras, discursitos, agradecimientos y hasta regalitos. Durante el desaguisado, entre fogonazos lumínicos y no saberse qué se tocaba ni cuándo era el intermedio -al final no lo hubo- incluso, un cámara aprofesional se coló en pleno concierto entre la orquesta y el público, vulnerando a las bravas los códigos del espectáculo.

No fue el único disparate en un concierto en el que el maestro se olvidó de la batuta, la iluminación era más propia de sala de fiestas que de sala de conciertos, y nadie sabía ni quien dirigía ni quién diablos cantaba, menos por dónde transcurrían las interpretaciones…

Dos obras tan difíciles de roer como el poema sinfónico Peleas y Melisande de Fauré y el Réquiem del mismo compositor son un despropósito irreconciliable con el fondo popular del concierto. “Hay que ser un genio para hacer sonar decente esas obras”, comentó al crítico un ilustre músico.

Pero el viernes, el Palau de Les Arts andaba rácano de genios. No lo es el director francés Marc Korowitch, el de la batuta olvidada. El actual director titular del Coro RTVE y -¡asómbrense!- próximo principal director invitado de la propia orquesta, es un discreto maestro de coro que tal cual dirige la orquesta.

Gesticula y dibuja la música con trazo grueso, con su enorme cuerpo contorsionado en un gesto tan exagerado como obvio y por ello inútil. Subraya lo evidente y se olvida de todo lo demás. Así las cosas, el Peleas fue un sopor, mientras que el milagro que en otras ocasiones es el Réquiem (con el final celestial de In Paradisum)  se quedó en caricatura. Se siente y palpa que ni el Coro ni la Orquesta RTVE atraviesan precisamente su mejor momento, inmersos en un baile de titulares y repertorios, y en una crisis artística, identitaria y laboral incompatible con la excelencia artística.

En línea con este desconcierto se mostraron los anónimos cantantes, cuya identidad el crítico pudo averiguar que eran la soprano Raquel Albarrán y el barítono Damián del Castillo, que no eran precisamente ni Victoria de los Ángeles ni Dietrich Fischer-Dieskau. La primera cantó el Pie Jesu con corrección, buena línea y pegadita a la pantalla de su tablet. como si estuviera leyendo y descubriendo el milagro vocal de su melodía en forma de plegaria.

El barítono Damián del Castillo no dispone del fuste, fuelle y sutilezas que requiere Fauré en una obra que no admite medianías. Al final, sin el corazón encogido pero sí con el sopor del desaguisado, el aire ya casi nocturno de la calle al atardecer se sentía placentero antídoto. In Paradisum sí resonó con la bendita cerveza post-concierto.

Justo Romero

Palau de les Arts

6 Comments

  1. Jesús Oeste 22/09/2025 a las 11:46 - Responder

    Si había algo que podía superar el supuesto “concierto chabacano y cutre” que describe Justo Romero, era su propia crítica. Una pieza que pasará a la historia no por su lucidez musical, sino por su capacidad para convertir el periodismo cultural en un ejercicio de sarcasmo mal digerido.

    Romero vuelve a demostrar su perseverancia —casi vocacional— en atacar a la Orquesta y Coro de RTVE, a los que ya ha despachado en otras ocasiones con la misma delicadeza con la que se pisa una cucaracha. Hasta ahí, nada nuevo: ya es marca de la casa. Lo que sorprende es el nivel de desprecio personal, que esta vez se lleva por delante a Marc Korovitch, director titular del coro y próximo principal director invitado de la orquesta. No basta con cuestionar su trabajo, hay que ridiculizar su físico, describir su gesto como “contorsiones” y reducirlo todo a una caricatura. ¿De verdad este es el nivel de la crítica musical en un medio serio? Si la vergüenza ajena pesara, el artículo vendría con carrito.

    Que un crítico hable de música es deseable; que se dedique a meterse con su físico (porque, seamos claros, la frase “su enorme cuerpo contorsionado” no es precisamente un halago) es sencillamente inaceptable. No es una observación artística, es un ataque personal publicado sin filtro editorial. Lo mínimo que debería hacer el medio es pedir disculpas por convertir una reseña en un ejercicio de body shaming.

    Por si esto fuera poco, Romero califica a los solistas de “anónimos”, como si Damián del Castillo no fuera uno de los barítonos españoles más reconocidos de su generación, con papeles en el Teatro Real, el Liceu y festivales de prestigio. Tal vez lo anónimo no sea el cantante, sino el esfuerzo del crítico por documentarse antes de escribir, teniendo en cuenta que sus nombres estaban perfectamente anunciados en la página de Les Arts.

    Y claro, la guinda: el Réquiem de Fauré, que suele conmover a las audiencias, aquí queda reducido a “caricatura” porque, al parecer, nada puede sonar bien cuando uno está decidido a escuchar un desastre. La crítica termina no con un análisis musical, sino con la imagen poética del crítico saliendo del concierto y consolándose con una cerveza, un cierre que dice mucho de su interés en el arte y poco de su profesionalidad.

    Si de “desaguisados de cuidado” se trata el artículo es uno de antología. A veces la mejor forma de defender la música es no convertir una crónica en un espectáculo de desprecio gratuito. Es un ejemplo perfecto de cómo el tono excesivamente sarcástico y el desprecio por los intérpretes pueden dañar tanto a la música como a la credibilidad del medio que la publica.

  2. igna 22/09/2025 a las 13:12 - Responder

    Lo siento mucho, pero me parece una crítica muy desafortunada.
    Orquesta y coro sonaron muy bien y el director no es Kirill Petrenko pero hizo una versión muy interesante. E n cuanto a que la música de Fauré sea difícil o aburrida, pues para nada,
    Qué es una música compleja y requiere de artistas geniales tampoco, sin entrar en detalles, pero Pelleas en melissande es una obra muy asequible para todo tipo de público.

  3. Shannon 25/09/2025 a las 14:03 - Responder

    Señor Romero: infórmese de lo sucedido con la batuta antes de hacer el ridículo de esta manera.

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