Crítica: Divertida telenovela. Gato por liebre y El vizconde, de Barbieri, en la Fundación Juan March
DIVERTIDA TELENOVELA
Barbieri: Gato por liebre y El vizconde. Irene Palazón, Blanca Valido, Juan Antonio Sanabria, César San Martín. Quinteto de cuerda. Dirección, piano y adaptación musical: Miquel Ortega. Dirección de escena y concepto: Alfonso Romero. Fundación March, 24 de septiembre de 2025.

Gato por liebre y El vizconde en la Fundación Juan March
La inventiva de Alfonso Romero -quien, curiosamente, no ha sido hasta ahora reclamado ni por el Real ni por la Zarzuela-, ha fructificado en un espectáculo ingenioso, bien lubricado, animado, contrastado y divertido. Ni corto ni perezoso el regista ha decidido unir, encastrar, soldar dos obras distintas salidas de la inspiración de Barbieri: la zarzuela cómica de Francisco Camprodón El vizconde, estrenada el 1 de diciembre de 1855, y el entremés lírico-cómico de Antonio Hurtado Gato por liebre, estrenado el 21 de junio de 1856; ambos en el Teatro del Circo de Madrid.
Las escenas de una y otro se alternan, lo que en principio puede causar perplejidad y algún que otro confusionismo, aunque poco a poco las cosas se van viendo más claras. Brevedad, crítica social, lenguaje popular y vivaz, travestismo son elementos de ambas obritas. Romero ha decidido, en efecto, de manera muy ingeniosa, concebir sus desarrollos conectados con la emisión de capítulos de una telenovela de moda: justamente El vizconde, una serie ambientada en el siglo XVIII poblada de personajes descendientes del Cid Campeador. Porque, se nos dice, “el género chico del Madrid del siglo XIX y la telenovela de los siglos XX y XXI tienen puntos en común”.
Ideas que se resumen en esta máxima. “El género chico fue al teatro madrileño lo que la telenovela es a las pantallas del televisor: un espectáculo profundamente humano que emociona, reúne y, con sencillez y cercanía, narra la vida misma”. La vida: un concepto que preside las agitadas y cambiantes secuencias del espectáculo, vivo y urgente, y que contribuye a que nos lo pasemos estupendamente una vez que nos situamos y nos orientamos entre las alternancias de los distintos números, los disfraces, las idas y venidas. Todo ello presidido, por supuesto, de la saneada música de Barbieri, chisposa, melódica, variada de ritmos, de aires danzables, a lo largo de solos, dúos, tríos.
La urgente acción no nos da tregua y contribuye a que nos lo pasemos muy bien entre idas y venidas, disfraces y alternancias. Todo funciona engrasado, sin aparentes vacilaciones; presidido en lo musical por el excelente trabajo de Miquel Ortega en su triple misión: arreglista de la partitura, que se escucha aquí en una versión para quinteto de cuerda; pianista y director. Todo sonó bien y ajustado, con los cambiantes ritmos bien subrayados, lo que merece que citemos los nombres de los instrumentistas: Pablo Quintanilla y Elena Rey, violines; Adrián Vázquez, viola, Blanca Gorgojo, Chelo, y Antonio Romero, contrabajo.

Imagen de la producción
Estupenda base para el trabajo de los cuatro solistas vocales, que actuaron con gracia, medios y seguridad. La soprano Irene Palazón (Cecilia, la criada y El vizconde) es una lírico-ligera, algo más lo primero que lo segundo, bien coloreada, de emisión fácil y segura, sin aparentes problemas en la zona alta y aplomo en la media. Frasea con gracia e intención. Ha de mejorar la dicción, que es poco clara. Blanca Valido (Serafín y Doña Elena) es una mezzo muy lírica bien contorneada, de timbre sedoso y atractivo.
El tenor ligero, algo falto de sustancia vocal, Juan Antonio Sanabria (La condesa y don Rodrigo), se desempeñó con su habitual facilidad emisora y su gracejo, siempre muy intencionado. Muy bien, en un magnífico estado vocal, el barítono lírico César San Martín (La baronesa y don Alfonso), que proyectó sin problemas, con muy buena direccionalidad, su voz pastosa y rotunda y se exhibió en pasajes afalsetados bien resueltos. Todo ello contribuyó al éxito y a que los aplausos echaran humo. Excelentes artículos en el programa de mano de Alfionso Romero, Enrique Mejías e Isabelle Porto San Martín.


























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