Crítica: Sustanciosa velada liederística con Erika Baikoff en el Festival Bal y Gay
SUSTANCIOSA VELADA LIEDERÍSTICA
Obras de Schubert, Mahler, Liszt y Chaikovski. Erika Baikoff, soprano. Julius Drake, piano. Auditorio Pascual Veiga, Mondoñedo. Festival Bal y Gay, 17 de agosto de 2025.

Erika Baikoff
Hace días la soprano catalana Sara Blanch anunció una indisposición y suspendió su previsto concierto en el Festival Bal y Gay lucense. Rápidamente hubo que buscar una sustituta y se encontró, gracias a los buenos oficios del pianista interviniente, Julius Drake, que ha estado en su sitio ante el teclado para acompañar a la cantante de última hora, la norteamericana Erika Baikoff, una joven ya conocida en España pues ha actuado en el Lied del Teatro de la Zarzuela y en la Schubertiada de Vilabertrán. Cantará pronto en Oviedo Hansel y Gretel de Humperdinck y en el Real Ariodante de Haendel.
Hemos podido observar y escuchar a una gentil y airosa soprano lírico-ligera, más lo primero que lo segundo. La voz es timbrada, corre bien, es homogénea y canta con naturalidad, sin apoyos espurios y posee un metal provisto de buenos pero no siempre gratos armónicos, lo que proporciona en ocasiones ciertas sonoridades en exceso agrestes, exentas de la a veces conveniente dulzura. Pero respira bien y abastece un fiato bastante amplio, lo que la faculta para matizar, casi siempre con inteligencia y expresividad; y para diferenciar muy cumplidamente estados de ánimo y atenerse a los distintos estilos ofrecidos a lo largo de un recital largo y con algunas obras nada fáciles.
Como la extensa balada schubertiana Viola, D 786, de unos diez minutos de duración, en la que dominó los variados colores y estados de ánimo, subrayando expresivamente las modulaciones tan propias del compositor, del que previamente se habían interpretado otros lieder maestros, como el imponente Die Götter Griechenlands D 677, al que le va mejor una voz masculina grave. Pero Baikoff se desenvolvió con soltura. También en los Rückert lieder de Mahler, aunque a la voz le falten contrastes sombríos, y cierto caudal.
Con el magnífico apoyo de Drake, un pianista que se las sabe todas, capaz de regular, de servir a voluntad cualquier matiz, de orientar desde el teclado, con expresividad justa, de una musicalidad sin tacha, Baikoff cantó muy bien el ciclo mahleriano de cinco piezas, dando a cada una lo suyo con sigilo, talento, y claroscuros.
Abrió la segunda parte con una intensa recreación del largo Die Macht der Musik S. 302 de Liszt, una rara avis, y la cerró con cinco hermosas y melódicas canciones de Chaikovski, a las que concedió todo el apasionamiento necesario, sin un desliz. Cerró con la singular Den’ il tsarit? op 47 nº 6. Dos propinas schubertianas antes los numerosos aplausos: las conocidas La trucha y Serenata. Un concierto que, pese a los reparos, nos elevó a cimas soñadas.

























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