Crítica: Fabio Luisi sienta cátedra en Les Arts con la infrecuente “Octava” de Bruckner de 1887
LUISI SIENTA CÁTEDRA CON LA INFRECUENTE “OCTAVA” DE BRUCKNER DE 1887
Bruckner: Octava Sinfonía (Edición Nowak 1887). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Fabio Luisi, director. Auditorio de Les Arts. Jueves, 18 de diciembre de 2025.

Fabio Luisi en Les Arts ©Mikel Ponce/Les Arts
Segunda visita del gran director italiano en una temporada que está siendo una sucesión de grandes batutas absolutamente memorable. Volvía a Valencia Fabio Luisi con otra inmensa partitura, pues en junio de 2023 ya lo hizo con una memorable Sinfonía Alpina.
Ahora lo hacía nada menos que con la Octava de Anton Bruckner, la que algunos llaman “apocalíptica”, con la llamativa particularidad de que lo hacía con una versión muy infrecuente como es la de 1887 editada por Leopold Nowak a mediados del siglo XX, lo cual significó una sorpresa para este crítico y para muchos melómanos, que, como en la casi totalidad de las ocasiones, pensaba que se interpretaría la edición de su rival el “otro” musicólogo Robert Haas.
Edición esta última que siendo “la que va a misa”, es, paradójicamente, menos “puramente bruckneriana” que la Nowak, que en su totalidad contiene música escrita por el compositor, mientras que la Haas añade reescrituras de no pocos compases, generados por el propio musicólogo austriaco. Por lo tanto, toda la pureza de la edición de Nowak frente a la intervenida pero indiscutible, hoy en día, revisión de Haas. Las versiones y ediciones brucknerianas son un fascinante lío.
Conviene hacer notar que la escuchada este jueves, versión 1887 editada por Nowak, nos muestra de forma muy didáctica, para quien conoce a fondo la edición “definitiva”, el proceso de metamorfosis que culminará en la que hoy en día se escucha, y que es de una monumentalidad más esencial, depurada, asertiva, aunque menos transparente y buscando el camino más directo a la idea. Por tanto, más “barroca” e intricada la de 1887, más gótica, decantada y pétrea la Haas.
La de Leopold Nowak se aprecia como una obra cuajada de ideas geniales en una trama no exenta de horror vacui y pequeños circunloquios para decir lo que en las revisiones se verá que se podía llegar más directamente.
Aunque la versión de 1887, la escribe Bruckner en el final de su carrera se percibe un aroma curiosamente juvenil y titubeante como en ese llamativo diminuendo de la coda, que actúa como anticlímax y que es extraño en todas sus precedentes sinfonías, pasaje que ya no aparecerá en la Haas. Es de agradecer, por tanto, que Luisi se haya arremangado y afanado en bucear en esta versión “de coleccionistas” y no en abordar una lectura de la Haas de la que debe conocer hasta su última nota.
¿Y cuál ha sido el resultado de todo ello?, pues un Bruckner majestuoso de una inefable belleza. Luisi se decide por una lectura más fluida y terrenal, impuesta por la versión de 1887, que trascendente y “apocalíptica”, haciendo hincapié en la transparencia, al parecer, consciente que no se puede abordar de igual forma una y otra versión que, sin tratarse, por supuesto, de obras distintas, sí que presentan muchas variaciones, incluso de espíritu.
Esto se aprecia con claridad en toda la segunda parte del primer movimiento que en la versión de 1887 acaba triunfalmente y en la Haas lo hace en un ritmo descriptivo de un destino ominoso en pianísimo. Por ello, Luisi, que dirige en esa ocasión con las manos, hace cantar a todas las voces internas de la orquesta desde el primero al último de los solistas para potenciar esa infinita trama armónica, y el deslumbrante contrapunto bruckneriano.

Imagen del concierto ©Mikel Ponce/Les Arts
Los grandes instantes, que nos llevaremos en el recuerdo, fueron numerosos como cada una de las cuatro repeticiones del motivo principal de un scherzo, más pastoral en su parte central, ligero y transparente en esta primigenia versión 1887.
El adagio, que Bruckner coloca en tercer lugar, y que fue un inolvidable camino hacia la luz que en esta “fracasada” versión platillos y triángulo estallan en dos bloques separados en el consiguiente clímax, o ese cuarto movimiento interpretado con gran fluidez, pero sin precipitación, convirtiéndose en una senda para llegar a una inolvidable coda, que, en su inolvidable planificación, en las manos del director genovés, constituye una magistral lección de lo que es el contrapunto bruckneriano.
Este crítico se suma a los numerosos comentarios lanzados que indican que la Orquesta de la Comunitat Valencia es el instrumento más perfecto y flexible de entre las orquestas de este país… Pero, si es así cualquier reiteración es poca.
Magistrales la maderas a tres de una desoladora belleza en los solos, todo el metal del que es difícil destacar a unos por encima de otros: incisivas las trompetas comandadas por Rubén Marqués, idiomáticas las trompas con un gran Bernardo Cifres en las breves pero desnudas y continuas intervenciones, majestuosas las tubas wagnerianas creando unas atmosferas únicas y unos trombones cuyo sonido orgánico emergía sin estrépito del silencio. Excelente la tuba a la que Luisi, en la coda, en unos segundos imborrables le hace cantar un entrañable lamento por última vez, de una belleza conmovedora.
La cuerda, ¡qué violonchelos en el Adagio!, se muestra ductil y una inefable belleza. Luisi, en correspondencia con la versión interpretada, pide más ductilidad que peso. Bruckner de forma genial le otorga a los timbales la capacidad de contarnos el inexorable paso del tiempo y en este sentido no podemos dejar de mencionar a un magistral Gratiniano Murcia, marcial pero también de infinitas dinámicas.
Fuera, en una ciudad iluminada ante la inminencia de la Navidad, las gentes se entregan a la adquisición de bienes y servicios, y este crítico se pregunta por qué, en realidad, solo unos pocos ¿elegidos? se acercan devotamente a la maravillosa y transcendente música de don Anton Bruckner y, en definitiva, al gran arte, mientras que la gran masa pasará su existencia sin saber del mismo.

























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