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Por Publicado el: 08/02/2013Categorías: Crítica

Dolora Zajick levanta un espectáculo

Temporada de La Maestranza

Dolora Zajick levanta un espectáculo

«Sárka» de Janacek. M. Dosis, R. Sandia, C. Calvin, J.M. Montero.  «Cavalleria rusticana» de Mascagni. D. Zajick, A. Rivas, J. Ferrero, M. Dosis, V. Cortez. Coro de A.A. del Teatro de La Maestranza. E. Olmi, dirección de escena. S. Serrate, dirección musical. Teatro de La Maestranza. Sevilla, 7 de febrero.

Interesaba conocer, en su estreno español, la primera ópera de Janacek, «Sárka» (1887), compuesta sin el permiso del libretista Julius Zeyer, que quiso trabajar con Dvorak, y guardada muchos años en un cajón hasta que éste murió, para ser revisada y estrenada cuando el compositor tenía ya setenta años. Hay en ella mucha inspiración wagneriana y ahora no deja de ser ópera menor en su catálogo. Algunas veces las intenciones superan los resultados y esto sucede en el programa doble presentado por la Maestranza, en el que varios factores se conjugan para que la función no brille a la altura deseada. De entrada dos títulos de estéticas musicales muy diferentes, como lo son Janacek y Mascagni, luego las contrapuestas ambientaciones. «Sárka» nos remite a una inverosímil fábula medio onírica de colores un tanto oscuros, mientras que «Cavalleria rusticana» nos transporta al drama rural realista de luminosidad mediterránea. Emanó Olmi diseñó ambas producciones para la Fenice veneciana en 2009, intentando en vano encontrar un nexo común en el enorme árbol de la primera y la monumental cruz de la segunda. «Sárka» se desarrolla en dos planos de iluminación mortecina, con los cantantes frecuentemente en el superior, perjudicándoles respecto a la orquesta, a pesar de la contenida sonoridad de Serrate. En «Cavalleria» apenas cuatro supuestos mármoles por el suelo, y los ganchos de una cantera. Es como si a la que diseñó Giancarlo del Mónaco para Madrid y París se le hubiese extraído toda la piedra y quedasen sólo los restos. Surge la duda si la presencia de Olmi hubiese imprimido una mayor teatralidad, que queda corta en dirección actoral.  Santiago Serrate, segundo de Pedro Halffter en el teatro, tuvo que sacar adelante los dos títulos -uno seguro que tan desconocido para él como para todos nosotros- ante la caída en el cartel de Stefano Ranzani, con poco tiempo para profundizar. El esfuerzo es de valorar, pero ambas óperas requieren mucho más: una sensualidad y la otra contundencia.

En los repartos sobresalen sendas protagonistas. Christina Carvin por su seguridad, entrega, redondez tímbrica y anchura vocal. Pero es la veterana Dolora  Zajick quien, pasados los sesenta años y sin adecuación escénica alguna al papel de Santuzza, da la vuelta al espectáculo con sus agudos aún firmes, bien proyectados, y unos contundentes graves, que siempre han resultado apabullantes en ella. No se cómo habrían ido las cosa sin ella. José Ferrero canta con gusto y tiene un centro atractivo, pero los agudos se aclaran y adelgazan demasiado cuando el repertorio versista exige en ellos todo lo contrario. El primer día se anunció una indisposición y el segundo no parecía recuperado del todo. El barítono Mark S. Doss, bastante tosco, cumplió mejor en Janacek que en Mascagni. No puede pasarse por alto la participación de Viorica Cortez como Mamma Lucia, mostrando tanto su veteranía escénica e interpretativa como sus ya muy limitados medios vocales, y la notoria intervención de José Manuel Montero. Ovaciones sin llegar al entusiasmo más que en el caso de Zajick. Gonzalo Alonso

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