Quincena Musical: Xabier Anduaga, “Veni, vidi, vici”
Quincena Musical de San Sebastián. Teatro Victoria Eugenia. 12/VIII/2025. Xabier Anduaga, tenor. Maciej Pikulsky, pianista. Arias de Giuseppe Verdi, Gaetano Donizetti, canciones de Paulo Tosti, Vincenzo Bellini, Franz Liszt y Reynaldo Hann, y romanzas de Jacinto Guerrero y Pablo Sorozábal.

Xabier Anduaga conquistó al público de la Quincena (c) Elena del Real
Con tan solo 30 años, el donostiarra Xabier Anduaga ha dejado de ser una joven valor emergente en el mundo de la lírica para pasar a ya estar aposentado en el Olimpo de los Tenores (ahora tiene que hacer cumbres poderosas en los ochomiles), siendo reclamado por los más importantes puntos de la rosa de los vientos del orbe. Certámenes como Operalia en 2019 en Praga (24 años tenía la criatura) o el International Opera World, dos años después, dejan constancia de la importancia internacional de este cantante.
A la hora de poner a la venta las entradas de este concierto, el 21 de mayo próximo pasado, tan solo quedaban en la taquilla 18 localidades de reducida división. El teatro estaba a rebosar con la presencia de mucho foráneo extranjero, principalmente de la vecina Francia.
Anduaga supo diseñar un concierto de buena trabazón, bajo el hijo conductor de la pasión amorosa, aplicando el índice escalonado de ir de menos a más. En la primera parte empezó con Paolo Tosti para ir calentando la voz y siguió con la delicadeza de la pieza La ricordanza de los Quattro sonetti bellinianos.
Se adentró en terrenos de mayor compromiso con un terceto muy atractivo integrado por Una furtiva lacrima de L’elisir d’amore, Tombe degli avi miei de Lucia di Lammermoor y Lunge da lei de La traviata. Y fue en ese triángulo operístico donde empezó el florilegio del arte de este cantante y donde las palmas empezaron a echar humo, braveando el respetable, con silbidos de júbilo (que ahora son moda).
Domina a la perfección el registro central, utilizando con elegancia las notas de paso para señorearse en el terreno del agudo -con luminoso restallido-, siendo plenamente consciente de que su incursión en el registro grave ha de ir tomando mayor cuerpo. Ante ello – ¡oh sabiduría innata! – utilizó la mezza voce para dar el uso de la sfumatura, del mismo modo que en su día hizo el inolvidable Miguel Fleta. El efecto es preciosista.
Tras un descanso de casi 20 minutos. Anduaga se metió entre pecho y espalda la compleja obra, cuajada de riesgos, que es Tre sonetti de Petrarca de Franz Liszt, saliendo airoso de todos ellos aplicando una depurada técnica de fiato de muy altos vuelos. Para quien escribe, en pureza lírica, fue lo mejor de todo el concierto.
Para llegar a la traca final del programa, en mimadas y robustas condiciones, interpretó las piezas A Chloris y Si mes vers avaient des ailes, de Hahn, dejando claro que su tracto expresivo en la lengua de Moliere causa preciosos frutos, sobre todo en la vocal ‘e’ oclusiva, amén de que Anduaga no es una estatua cantante sino que dramatiza con el cuerpo todo el fraseo expositivo.
Y llegó la explosión de gozo para el respetable a través de la zarzuela. Se desató la locura en las cuatro plantas del teatro. Su entrega fue absoluta en Flor roja de Los Gavilanes del maestro Guerrero, y en No puede ser de La tabernera del puerto del donostiarra Sorozábal. ¿Un tributo de agradecimiento a don Pablo? Tal vez. Palmas ardiendo, gritos, más silbidos …
La potencia lumínica de este concierto también se creó desde las manos del pianista polaco Maciej Pikulsky, de renombre internacional tanto cual concertista como de acompañante de muy famosas voces. Fue el guante de seda que acarició siembre a la voz de Anduaga. Su participación, en solitario, sobre las 88 teclas, interpretando Paráfrasis de concierto sobre Rigoletto de Liszt y el arreglo de éste compositor sobre Schwanengesang de Schubert, constituyeron una auténtica delicia por su pulsión digital y el fraseo melódico que expuso.
En semejante apoteosis final llegaron las propias. Tales fueron la napolitana O sole mio, la ternura de la canción de cuna Aurtxo polita y el bolero mexicano Júrame. Se echó en falta algún recuerdo canoro hacia Giacomo Puccini, en el 125 aniversario de su viaje hacia las Marismas Eternas, pero … ello no priva para nada de la hermosura de este concierto. Muchos de los asistentes podrán decir dentro de unos años: “yo escuché a Anduaga en el Victoria Eugenia”.
Lo dicho: VINO, VIO Y VENCIÓ.

























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