La temporada 2025/26 del Teatro Real: un comentario (II)
La temporada 2025/26 del Teatro Real: un comentario (II)
Tras el comentario en torno a los títulos programados para la próxima temporada del Teatro Real, en el que dábamos cuenta de las producciones elegidas y de los directores musicales y de escena y señalábamos los previstos para ser ofrecidos en versión concertante, tócanos ahora comentar a vuela pluma las voces protagonistas más relevantes. Hay de todo en la viña del Señor dentro de un nivel más que aceptable. Iremos por orden cronológico. Primero nos referiremos a las óperas representadas.

Asmik Grigorian
Abre el fuego una de las grandes obras maestras de Verdi, Otello. Contamos con tres tenores protagonistas. El primero, Brian Jadge (45 años), al que recordamos como aseado protagonista de la Adriana Lecouvreur de la pasada temporada, es un lírico-spinto bien plantado, un tanto engoladillo y muscular. Canto un tanto altisonante el suyo. El segundo es el canario Jorge de León (nueve años mayor), muy habitual en el escenario madrileño. Voz poderosa, de spinto, oscura y nervuda. Agudos limpios y restallantes provistos a estas alturas de un inevitable vibrato. Pocos pianos. El tercero, para una sola función, es el italiano Angelo Villari, también madurito. Instrumento sonoro de calidad mediana. Arte de canto sumario.
La parte de Desdemona se la reparten dos buenas sopranos líricas con cuerpo, Asmik Grigorian, a quien conocemos en otros repertorios, voz bien plantada y homogénea y cumplido arte de canto, y Maria Agresta, correcta, de un lirismo bien articulado (estuvo también en aquella Adriana Lecouvreur). De los tres barítonos anunciados para Iago, destacamos a Artur Rucinski, frecuente visitante del Teatro. Voz lírica -quizá demasiado- bien articulada, buen fraseador. Menos interesantes Gabriele Viviani, de timbre opaco y menor exquisitez, e Igor Golovatenko, de emisión tirando a nasal.
Para El Castillo de Barbazul de Bartók contamos con una soprano muy veterana, de timbre ya muy agresivo, pero excelente artista, Evelyn Herlitzius (wagneriana de pro en tiempos), y un bajo barítono de buenas hechuras, algo falto de caudal, Christof Fischesser.
En Carmen tenemos excelente material. La protagonista se la disputan la estupenda Aigul Akhmetschina, voz amplia de mezzo lírica bien provista en los tres registros (recordamos su Elisabetta de Maria Stuarda), la oscura (también de piel) J’Nai Bridges, buena artista de excesivo vibrato, y la más ligera Ketevan Kemoklidze, de bien aireado fraseo y timbre sedoso. Charles Castronovo y Michael Fabiano nos parecen dos tenores aceptables, pero faltos de enjundia y de vigor para Don José. Muy apropiadas para Micaela las sopranos líricas Adriana González y Miren Urbieta-Vega. De los tres barítonos anotamos, como buen Escamillo, a Lucas Meachem, de voz amplia y generosa. Sharpless en la última Butterfly del Teatro.
El bajo barítono Gianluca Buratto, de timbre penumbroso y voz bien asentada, será el protagonista de Ariadna y Barbazul de Dukas. Le acompañan las mezzsopranos Paula Murrihy (Ariane), que ha cantado ya en el Teatro Real (Gloriana de Britten) y hace poco con la ONE las Escenas de Fausto de Schumann, y la más habitual Silvia Tro Santafé (El Aya). Dos líricas de excelente línea y fraseo conciso y elocuente.
En el primer estreno absoluto, Enemigo del pueblo, de Francisco Coll, encontramos al siempre templado, sobrio y rotundo barítono José Antonio López (Stockmann), al tenor, tantas veces en partes inferiores a sus méritos, Moisés Marín, a la soprano ligera Brenda Rae (le recordamos una Norina) y al elástico barítono Isaac Galán. En el segundo, Los Estunmen, cantan, al parecer, los dos autores del libreto, Nao Albet y Marcel Borrás. Junto a “otros intérpretes y cantantes por determinar”.
Como Oberon en El sueño de una noche de verano de Britten tenemos a uno de los contratenores más en boga y más frecuentes en el Real, Iestyn Davies, buen profesional, flexible y acomodaticio, de timbre agradable y escaso volumen. Recordamos la magnífica actuación de Carlos Mena hace años en el mismo escenario y misma obra. Entre los muchos nombres convocados destacamos el de dos barítonos líricos, Simon Keenlyside, siempre hábil en cualquier cometido (Botton), y Jacques Imbrailo (Demetrius), que nos dejara una gran impresión como Billy Budd hace unos años en una producción de Deborah Warner, que es la que dirige aquí también la escena.
Llegamos a La novia vendida de Smetana, obra de directa comunicatividad, de excitante sabor folklórico. El personaje de Marenka se lo reparten las sopranos Svetlana Aksenova, rusa, y Natalia Tanasii, moldava. Dos voces líricas de sano y natural vibrato, más hermosa y líquida la de la segunda. Pavel Cernoch y Sean Pannikar, dos tenores muy líricos, se alternan en Jenik, y dos buenos bajos cantantes, Günther Groissböck, oscuro y compacto, y Martin Winkler, más flexible, aunque de menor pegada, en el de Kecal. Dos tenores españoles, artistas para todo, Mikeldi Atxalandabaso y el citado Moisés Marín, este de mayor anchura, intervienen en el papel de Vasek.

La soprano Nadine Sierra regresa a Barcelona
Buenos y sobresalientes nombres en los extensos repartos de Romeo y Julieta de Gounod. Nadine Sierra, triunfante hace poco en La traviata, una lírica de múltiples hechuras y posibilidades, dominará la parte de Julieta y se alternará con la sudafricana Golda Schultz, de menor robustez, pero dotada asimismo de un timbre cristalino y de una técnica a prueba de bomba.
Dos tenores lírico-ligeros, Javier Camarena e Ismael Jordi, quizá algo faltos de carne, pero dotados de envidiable técnica, más elegante el segundo, defenderán el efusivo papel masculino, con esa prueba tan hermosa que vencer, el aria A leve toi, soleil. Destacamos la presencia de ilustres veteranos como Laurent Naouri, bajo-barítono (Capulet) y Sonia Ganassi, mezzo (Gertrude). Y muchos nombres de jóvenes voces españolas. Artaza, Alegret, Lagares, Oilvé, Castañeda… (¡muy bien!).
Nos queda Il trovatore, en el que hay un buen surtido de estupendas voces. Empecemos por Leonora, parte que será servida por tres sopranos que podríamos calificar de lírico-spintos o spintos (sobre todo las dos segundas): Marina Rebeka, de vibrato justo, sonoridades de fúlgido metal e igualdad de registros; Saoia Hernández, de redonda y esmaltada emisión, zona aguda penetrante y amplia, y Anna Netrebko, de suaves contornos, melosas medias voces y notable amplitud. Tres de los mejores instrumentos de soprano de estos días. Todo un lujo.
Cuatro tenores las cortejan. El más sólido, seguro y ortodoxo es sin duda el ya veterano (57 años) Piotr Beczala, extenso y firme, no especialmente matizador o fantasioso. Vittorio Grigolo, más lírico, no creemos que ande sobrado de fuelle, pero es cantante cumplidor. El español Celso Albelo se va aproximando a partes de mayor enjundia vocal y ataca esta, que obliga a desplegar un canto brioso pero exigente en cuanto a expresión y regulación de intensidades. El último es Yusif Eyvasov, ex marido de Netrebko. Instrumento rugoso y exento de belleza, pero firme y muy fácil en el agudo y sobreagudo. Hay que imaginar que todos ellos acometerán La Pira medio tono baja.
Buenos barítonos: Rucinski, del que ya hemos hablado, Juan José Rodríguez, voz de mayor envergadura, aunque intérprete de relativa sutileza, y George Petean, de menores calidades vocales e interpretativas. Sin duda será el primero el que puede dar mejor servicio en el aria Il balen del suo sorriso. De las cuatro Azucenas, destacamos a Anita Rachvelishvili, una mezzo poderosa, preferida de Riccardo Muti. Amplitud, timbre oscuro, fraseo cincelado son algunas de sus armas.
Volvamos ahora nuestra mirada hacia las óperas en versión de concierto, la mayoría de ellas, de índole barroca, sostenidas orquestalmente por conjuntos foráneos. En el Farnace de Vivaldi (no sabemos si con pentagramas de Corselli) se anuncia la presencia como protagonista del tenor chileno Emiliano González Toro, de voz ligera y grata e inmaculado arte de canto para acoplarse a los melismas dibujados por el Prete Rosso y que se hace responsable asimismo de la dirección musical. Entre sus acompañantes figura el siempre seguro e intencionado tenor sevillano Juan Sancho, baqueteado ya en mil batallas barrocas.

El contratenor Jakub Józef Orliński
Un amplísimo equipo inglés de cantores bien enseñados integra la compañía que llevará buen puerto la semiópera en cinco actos The Fairy Queen de Purcell. Atención a la presencia del dotado y ágil (en todos los órdenes) contratenor polaco, hoy tan de moda, Jakub Jozef Orlinski, de voz extensísima, que será Giulio Cesare en la ópera de Haendel. Tendrá muy buenos compañeros, entre ellos la fresca y saludable soprano lírico-ligera francesa Sabine Devieilhe, hace poco admirada en el Real cantando la Ofelia del Hamlet de Thomas, que bordará de seguro la parte de Cleopatra.
En la Armide de Lully tenemos un equipo muy especializado con la mezzo Stéphanie d’Oustrac al frente. Una experta y ya cincuentona artista a quien hemos podido admirar en otros repertorios, en el papel de Carmen, por ejemplo. Pasamos al Giustino vivaldiano, en donde aparece el estupendo contratenor Christophe Dumaux, aplaudido en el Real más de una vez -por ejemplo, en el Orlando de Haendel- y en donde se podrá escuchar asimismo al tenor ligero Siyabonga Maqungo, que estuvo en el reparto del reciente Mitridate mozartiano.
En otra importante ópera haendeliana, Ariodante, localizamos como protagonista a la mezzo ligera Magdalena Kozena, hábil y adaptable a cualquier repertorio, que aquí tendrá como compañeros al citado Dumaux, al sólido barítono, mencionado más arriba, José Antonio López -que encaja en cualquier repertorio- y a la soprano Erika Baikoff, admirada no hace mucho en el ciclo de lied del Teatro de la Zarzuela de Madrid.
Noa quedan dos óperas, una verista, Iris de Mascagni, y otra romántica, I masnadieri, de Verdi. En aquella esperamos aplaudir de nuevo a la soprano lírica, capaz de llenar su parte de intensidad con su fraseo y sus múltiples matices, de gran actriz, Ermonella Jaho. A su lado, el veteranísimo tenor di forza Gregory Kunde como Osaka. La siempre eficaz y emotiva soprano lírica española Carmen Solís cumplirá un doble cometido como Dhia y Geisha.
La obra verdiana, trazada sobre libreto basado en Schiller, convoca a un magnífico elenco presidido por la Amalia de Lisette Oropesa, una lírico-ligera en continuo crecimiento. Carlo será el discreto y penumbroso tenor Piero Pretti y Massimilano estará encarnado por el camaleónico bajo Alexander Vinogradov, de timbre no bello, pero siempre en su papel. Como Arminio localizamos al eficaz tenor español Alejandro del Cerro.


























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