Que algo pasa con la música en Viena, y no demasiado bueno, parece evidente en estos últimos tiempos. Las alarmas parecen haberse encendido como en algunos otros lugares, Berlín, por ejemplo, donde los políticos han empezado a aplicar recortes en las instituciones culturales. Hace unos días, se supo que el tradicional concierto anual que  la Filarmónica de Viena celebra cada verano, al aire libre, tiene los días contados. Podría ser solo un síntoma de algo más preocupante, mientras algunas voces autorizadas comienzan a sugerir medidas que permitan, al menos, mantener el prestigio de la Staatsoper, uno de los más venerables teatros líricos de Europa.

Una escena de La mujer sin sombra en la Staatsoper de Viena

Algunas fuentes apuntan ya al próximo cierre de la Ópera de Cámara de Viena (Wiener Kammeroper), fundada en 1948. A partir de 2027, no habría más fondos para mantener abierto este coqueto espacio, situado en el centro histórico de la ciudad, y reservado a la creatividad más viva. Especializada en la programación de óperas de cámara, títulos contemporáneos e innovadores montajes de obras de repertorio, confiados en gran medida a artistas emergentes, la Ópera de Cámara parece tener sus días contados.

Pero podría no ser la única. Ioan Hollander, el que fuera director artístico de la Staatsoper en su última época de pasado esplendor, y persona siempre bien informada sobre el mundo musical en sus esferas más altas, acaba de sugerir, en una entrevista en el Courier, la posibilidad de que el principal recinto lírico vienés se fusione con la Volksoper, sede histórica de la opereta y los musicales en esa ciudad.

El sentido de esta unión, que ahora comenta el responsable artístico del Festival George Enescu de Rumanía, sería propiciar sinergias eliminando duplicidades que permitieran acometer un importante ahorro en un horizonte en el que se prevén más recortes en el presupuesto que el gobierno de Austria destina a la cultura.

La idea de Hollander recuerda a la que en su día propuso, en España, el Teatro Real para unir sus destinos al del Teatro de la Zarzuela. Aquella fusión, surgida en medio de una intensa polémica, se vio frustrada, pese al inicial visto bueno de las autoridades, por una vigorosa contestación de los profesionales afectados.

La fuerte oposición de los trabajadores de la Zarzuela a aquella iniciativa, con numerosas movilizaciones y protestas, fue uno de los motivos de su descarrilamiento. Pese a lo cual, nunca resultó desestimada del todo: solo aguardaría un momento político más propicio. Si finalmente Viena da el paso que ahora señala Hollander, podría suponer el regreso, con más fuerza y argumentos, de las pretensiones de vincular bajo un único mandato los dos principales teatros madrileños.