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Por Publicado el: 04/07/2017Categorías: En vivo

Batuta batutera

Anna Caterina Antonacci

Batuta batutera

Orquestra de la Comunitat Valenciana. Solistas: Anna Caterina Antonacci (mezzosoprano). Director: Asher Fischer. Pro­gra­ma: Obras de Wagner (Preludio Acto III de Parsifal y Encantamientos de Viernes Santo), Berlioz (La muerte de Cleopatra) y Mahler (Primera sinfonía). Lugar: Palau de la Música. Entra­da: Alre­de­dor de 1800 perso­nas (lleno). Fe­cha: Viernes, 30 junio 2017.

Ni siquiera el cúmulo de dislates y errores que ha rodeado el más que tardío debut de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en su vecino Palau de la Música ha podido eclipsar su aún estupenda calidad, de verdadero relieve internacional y -seamos claros- a leguas de cualquier otra orquesta española. La desventurada orquesta titular del Palau del Arts ha sido dirigida en esta ocasión por el israelí Asher Fisch (1958), otro protegido de Daniel Barenboim que hizo poco más que dirigir el tráfico sinfónico y generar brutos decibelios que en muchas ocasiones convirtieron en muda a la solista Anna Caterina Antonacci, voz a todas luces errónea para interpretar la sobrecogedora escena de La muerte de Cleopatra, compuesta por Berlioz en 1829.

            Error y de bulto es haber traído a este gris y nada refinado director para sustituir al programado Roberto Abbado, un maestro de infinitos más quilates artísticos.. Y error aún más de bulto encomendarle al señor Fisch (cuesta trabajo llamarle “maestro”) unas páginas de tantísimas sutilezas y meticulosidades como el preludio del tercer acto de Parsifal y los milagrosos “Encantamientos de Viernes Santo” de este mismo festival “sacro-escénico” wagneriano. La orquesta sonó maravillosamente, pero absolutamente ajena al prodigio del pentagrama, ayuna de esa comunión -celebración- que ha de oficiar el maestro. Pero sobre el podio no había más que una batuta marcadora. La antítesis del inovldable Lorin Maazel que dirigió Parsifal a esta misma orquesta en noviembre de 2008.

            Traspié enorme ha sido también programar, después del milagro místico wagneriano, el incandescente fuego dramático de Berlioz y su Cleopatra. Es como zamparse un codillo después de unas exquisitas ostras. Y pifia aún mayor es contratar a la Antonacci (1961) -una artistaza de toda la vida- para interpretar una música cuya tipología vocal está en las antípodas de su voz, que, como ya se pudo atestiguar en sus recientes interpretaciones de la Charlotte de Werther en el Palau de les Arts, poco tiene que ver con lo que fue. Los años no perdonan, y si encima se hace lo que no toca hacer, pues el resultado es casi tan dramático como la Cleopatra berliociana. Para colmo, Fisch la tapó de modo inmisericorde echándole encima y sin la más mínima consideración todo el denso peso orquestal. Aunque quizá fuera así mejor…

            En la segunda parte todo transcurrió como era previsible oído lo oído en la primera. La Orquesta de la Comunitat Valenciana, que mantiene su altísimo nivel -¿hasta cuándo?- a pesar de la deficiente gestión que padece, puso al servició de la Primera sinfonía de Mahler sus mejores virtudes. Contrabajo solista en el famoso solo del tercer movimiento, trompetas, trompas, trombones, flautas, oboes, clarinetes, fagotes, la cuerda en pleno, timbales, percusión… Todas sus secciones sin excepción bordaron instrumentalmente la excelencia. Absolutamente lo contrario que la batuta: rutinaria, obvia, ruda… ¡verdaderamente batutera!. Justo Romero

Publicado en Levante el 2 de Julio del 2017

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