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Por Publicado el: 06/09/2015Categorías: Discos, DVD's y libros

Extraordinario Brahms con Barenboim&Dudamel

 

3

Buena negociación entre maestros

Claro, es que este señor (Barenboim, 72 años), además de haber tocado los conciertos de Brahms infinidad de veces y haberlos grabado con maestros como Barbirolli, Mehta o Celibidache, entre otros, es también director de orquesta. Un director de orquesta que, que yo sepa, nunca se ha sentido atraído por grabar como director estos conciertos. Seguramente tiene una idea tan particular y trabajada –que no única- de ellos que prefiere tocarlos a que se los toquen. Pero en fin, esa sería cuestión distinta a la que motiva este comentario.

      Si no estoy equivocado, a lo largo de su carrera Barenboim se ha de dejado acompañar en los conciertos de Brahms por los mencionados tres directores, además de Giulini, Kubelik y Rattle. Es decir, desde que hace la friolera de 47 años los grabara con el gran John Barbirolli (versiones que multiplican su interés cada día que pasa, tal es la situación del patio), ha cuidado bien sus compañías. Ahora ha escogido a Gustavo Dudamel, un director por el que desde el minuto uno el argentino ha manifestado su admiración. Personalmente no he llegado a comprender el idilio: Dudamel siempre me pareció un hombre con muchísimo talento, pero casi siempre desaprovechado por las muchas prisas para hacerlo todo; recuérdese que debutó en disco con la quinta de Beethoven, y a continuación empezó a dirigir Mahler, Richard Strauss o incluso Wagner. Pues bien, y para decirlo ya sin más rodeos: es la primera vez que un trabajo de Dudamel me convence desde la primera hasta la última nota; no tengo ningún reparo para su trabajo en estas versiones, que además veo plagadas de detalles de soberbio y maduro músico.

     Recuerdo que hace años hice un bastante largo comentario en la revista RITMO (se puede encontrar fácilmente en Internet) a propósito de la grabación de los conciertos de Brahms por Celibidache y Baremboim. Lo titulé ´Choque de locomotoras´. Lo traigo a colación ahora porque me parece que algo de esto hay en estas versiones, aunque en otro sentido: si allí quien tuvo que ´negociar´ fue el argentino, me parece que aquí quien lo ha hecho ha sido el venezolano. Digo esto porque si repasamos todas las versiones de Barenboim  nos resultará fácil encontrar una línea más o menos evolutiva en ellas, que aquí parece sufrir alteraciones. Alteraciones que a mí me parece que son producto de una ´negociación´: parece que lo lógico sería que una pieza tan encendida y juvenil (se podría escribir otro artículo rebatiendo esto, y  posiblemente con mucha razón) como  el Primero viniera como anillo al dedo a un director tan efusivo como Dudamel, mientras que los esfuerzos de ´contención´ los habría de hacer este con el Segundo, música de redonda y definitiva madurez. Pues no; no es así; el venezolano da en el Primero una lección de reflexión y observación vital a distancia; de serenidad y búsqueda de los subtextos más inteligentemente ocultos en la obra; de capacidad  para infiltrarse en lo más hondo del alma brahmsiana, que uno no tiene más remedio que pensar que, o bien por alguna razón se ha puesto unos cuantos años encima, o bien por atrás alguien le ha hablado de las verdaderas claves de una música que, efectivamente, está escrita por un joven pero que encierra una incomprensible experiencia humana. En cambio en el Segundo se permite el lujo de marcar una línea más tremenda, volcánica  y controladamente desbocada, con la aquiescencia total del solista, que toca como nunca había tocado esta obra, de alguna manera como si fuera la última vez; como un verdadero acto de desesperación. Por todo ello da un poco la impresión de que los papeles estén cambiados, pero no –como una vez hizo Gould con Bernstein- por disenso, sino como resultado de una negociación entre gente muy inteligente y con un talento infinito.

      Pero quizá más sorprendente todavía que el soberbio trabajo de Dudamel es el estado de  los dedos de Barenboim. A lo largo de la grabación (un concierto en vivo puro y duro: Sala Filarmonía de Berlín, 2 de septiembre de 2014) tuvo algún imperceptible fallo mecánico, pero su técnica sigue teniendo una frescura y una solidez que en algunos aspectos (los trinos y dobles trinos, por ejemplo) parece insuperable. Por otro lado el sonido es perfecto, pleno, coloreado, sólido, potente, de una belleza que recuerda a la que los grandes intérpretes de estas obras extraían del instrumento; a la del  mejor Arrau, por ejemplo. En cuanto a la idea, Barenboim es un señor que rara vez toca dos veces lo mismo cuando interpreta una misma obra. Pero en el caso de los concierto de Brahms, la variación es excelsa. Hay que escucharse todas esas versiones para darse cuenta de ello. En este caso está especialmente sobrio y pensador en el Primero y desatado en el Segundo, con el que, por otro lado, da una lección de variedad y fantasía pianísticas absolutamente asombrosa.

      En fin, si hay alguna música que, por libre elección, quiero decir en mi casa, en mi tocadiscos, no en un concierto, escucho poco, esta es los conciertos de piano de Brahms. Tal es la locura que siento por ellos y tal es el esfuerzo emocional e intelectual que necesito hacer para, cada vez, no acabar exhausto. Por ello cuando, en plena decadencia del disco, se tiene una oportunidad como esta mi recomendación es que no se desaproveche. Este álbum de dos cedés saldrá a la venta en España el próximo día 4 de septiembre. Pedro González Mira

BRAHMS: los 2 Conciertos para piano y orquesta. Daniel Barenboim, piano. Staatskapelle Berlin/Gustavo Dudamel. D.G., 4794899. 2 CDs

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