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Por Publicado el: 20/11/2022Categorías: En vivo

Crítica: Anna Lucia Richter debuta con la Orquestra de València

“Ni eso”

Orquestra de València. Anna Lucia Richter (mezzosoprano). Ramón Tebar (director). Programa: Obras de Zemlinsky (Es war einmal), Ravel (Shéhérazade, tres poemas para voz y orquesta), y Chaikovski (Tercera sinfonía, “Polaca”). ­Lu­gar: València, Teatro Principal. Entrada: Alrededor de 1.100 personas (prácticamente lleno). Fecha: Jueves, 17 noviembre 2022.

OV-Richter-Tebar

Ramón Tebar y Anna Lucia Richter con la Orquestra de València (c) Live Music Valencia

“Como un guardia de tráfico” comentó el crítico a un prócer de la música en València al final del concierto. La respuesta, inmediata, fue demoledora: “Ni eso”. El “guardia de tráfico” era Ramón Tebar, que acababa de “conducir” una vez más a la Orquestra de València con su acostumbrada rutina, sin una coma de sugestión, interés o fantasía. El ex-titular de la OV marcó el rumbo de la música con el automatismo y distancia que lo hacían aquellos guardias municipales de casco, guantes blancos y porra al cinto que, con movimientos autómatas, antaño organizaban la circulación en las plazas y rotondas sobre una pequeña peana y bajo una sombrilla. Fue, sí, un concierto discreto y monocorde, pese a que el estrambótico programa -ensalada de Zemlinsky, Ravel y Chaikovski- estaba cargado de sugestiones y bellezas.

Magias o inspiraciones aparte, tampoco supo o pudo Ramón Tebar evitar o corregir obvios desajustes, como el caos reiterado en la sección de violonchelos en el Scherzo de la Tercera sinfonía de Chaikovski que cerró el programa, o algunas entradas en falso de ciertos atriles, que emborronaron una construcción formal que, dentro de su rutina, fue atendida con inatacable corrección y solvencia por una manera de dirigir -sin batuta- que nunca acabó -quizá ni empezó- de levantar el vuelo. Impresionaba observar al maestro ante el final fogoso final de la sinfonía, ajeno casi a lo mucho que pasaba sobre el escenario y en un pentagrama al que no quitaba ojo, como si estuviera ante una mera y aséptica lectura del mismo.

Más dañina resultó esta lejanía en los tres sinuosos e insinuantes “poemas para voz y orquesta” que integran el tríptico Shéhérazade, que Ravel compone sobre poemas de su amigo Tristan Klingsor y da a conocer en París, en 1904, cantados por la soprano Jeanne Hatto bajo la batuta de Alfred Cortot. En València, en el socorrido Teatre Principal, ha sido la mezzosoprano alemana Anna Lucia Richter la que -también pegada al atril; “facistol” lo llamaba peyorativamente Victoria de los Ángeles- ha dado vida a los tres poemas. La artista que encandiló a todos en París, en el famoso concierto de la OV en abril pasado, en la Salle Gaveau, con una inolvidable recreación de las Noches de verano, de Berlioz, no reapareció esta vez en València: sí la cantante de poderosa y hermosa voz, capaz de seducir por sí misma. También la artista entregada, refinada y sensible.

Pero, sea por la distancia con un podio que parecía hablar otro idioma, o acaso por no haber ahondado en la sustancia del universo raveliano, su actuación no llegó a fraguar las excelencias parisienses. Algo que se puso en evidencia ya desde el primer momento, con los “Asie, Asie, Asie…” que abren el tríptico, sentidos como meras palabras en lugar de un mar de anhelos y fantasías. Fue esta la pauta que marcó una interpretación en cualquier caso siempre correcta y digna de aplauso. Pero obras como la Shéhérazade de Ravel no admiten medias tintas. Victoria de los Ángeles. Régine Crespin. Jessye Norman, Frederica von Stade…

En la Orquestra de València no escasearon intervenciones individuales de inexcusable cita. Brilló con magia y con todo lo que faltó a su alrededor el flauta Salvador Martínez en su papel casi coprotagonista en el segundo poema de Shéhérazade,La flauta encantada”. También el fagot solista, con estupenda intervención en el lacónico y comprometido solo del Andante elegiaco de la Tercera de Chaikovski. Toda la noche estuvieron igualmente acertados y más el trompa Santiago Pla y el inminente solista de clarinete, Vicent Alós. Éxito de todos, de buenos, regulares y menos regulares. El público, que llenó el Teatro Principal, aplaudió incluso con generosidad al mismísimo Ramón Tebar. ¡Pues mejor que mejor! Justo Romero

Publicada el 19 de noviembre en el diario Levante

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