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Por Publicado el: 18/08/2022Categorías: En vivo

Crítica: El Cuarteto Armida en el Festival Bal y Gay

Trazo firme de líneas

Obras de Bach, Nikodijevic y Mozart. Cuarteto Armida. Pazo de Fontao, 13 de agosto de 2022. Festival Bal y Gay.

Armida-Quartett-en-el-Festival-Bal-y-Gay-c-Xaora-Fotógrafos

Armida Quartett en el Festival Bal y Gay (c) Xaora Fotógrafos

Bajo la gran carpa del exterior de la mansión solariega, en la vecindad de una explosiva naturaleza, tuvo lugar este ameno, didáctico e instructivo concierto del Cuarteto alemán Armida, compuesto por jóvenes instrumentistas, dos féminas y dos varones, que dieron muestra de una perfecta conjunción, de una afinación ejemplar y de un acercamiento a la música minucioso, clarificador y expresivo, de amplio y bien aireado fraseo en un programa exigente que llamaba al dibujo preciso de formas, estructuras, líneas y contrapuntos.

Tres de los 22 números de “El Arte de la fuga” de Bach inauguraron el concierto, los números 1, 4 y 11, trabajados a conciencia y tocados con tanta intensidad como elegancia a lo largo de una línea en la que se apreciaban la concentración y la alegría de tocar. Desde la misma exposición del tema en donde sobresalió la voz grave de la viola Teresa Schwamm-Biskamp. Excitantes contrastes dinámicos en el 4, donde admiramos la sonoridad cristalina del primer violín, Martin Funda, y pureza instrumental, aun en las líneas más intrincadas, en el 11.

Luego una curiosa partitura del serbio Marko Nikodijevic, en la que se mezcla lo minimalista con lo popular en un trazado de rítmicas muy variadas expuesto a lo largo de cinco movimientos en los que se recurre a efectos no especialmente nuevos y que ponen de manifiesto que el músico es un afanoso buscador de estructuras en las que no faltan curiosas miradas al pasado y no se descarta la influencia de la música pop. Todo es en exceso liviano y un tanto efectista. Trémolos de aire procesional en la “Introduzione”; ataques secos en “Ruvido e animato”; acentos porteños en el “Tango”; agilidades volátiles en el “Vivace” y glisandos y voz aguda del chelo en el difuso “Adagio mesto”. Una obrita ligera de equipaje y resultona tocada estupendamente.

Para entrar en aguas mayores qué mejor que el “Adagio y Fuga en Do menor K 546” de Mozart donde hay no poco de romántico, como señala Aber. Es una mezcla de pathos heroico y fatigada resignación. El doble tema, de ritmos punteados y solemne majestad, está concebido en contrapunto invertido. Consta de dos elementos, uno imperativo y rudo y otro dolorido y sinuoso. El salto característico de séptima disminuida descendente da a la parte fugada una línea noble y ansiosa. Al final, tras chirriantes choques armónicos, el tema y su inversión acaban por superponerse en una cuádruple “stretta”. Todo ello fue expuesto con intención, suma claridad, dinámicas anchas y maleables y afinación intachable, a veces con fustigantes toques agrestes.

El concierto llegó a su cima con otra obra maestra: el famoso “Cuarteto K 465”, el último de los seis dedicados a Haydn en 1785 y conocido como el de “Las disonancias” por la sorprendente escritura de su introducción lenta que, para Karl Schumann, supone una abreviación radical de todos los procesos de modulación con esos choques de segundas y falsas relaciones. El “Allegro” ofrece una riqueza temática excepcional, El “Andante cantábile”, poesía y el “Menuetto-Allegretto” una alegría sana y ruda, servida por bruscas figuraciones que dejan paso a un apasionado trío.

El “Allegro molto” conclusivo discurre por el sendero de una ortodoxa forma sonata y preconiza en algunos momentos el romanticismo schubertiano. Algo que supieron ver bien los miembros del Cuarteto, que dieron también muestras de un detallismo de orfebrería y de una rara intensidad, especialmente acusada en la coda del movimiento inicial. Brillaron los sutiles diálogos en el segundo, los airosos acentos en el tercero y la capacidad de servir con la suficiente intensidad el drama perromántico del “Molto allegro” de cierre. Los jóvenes instrumentistas regalaron ante los aplausos el “Presto” del “Divertimento K 138” del propio Mozart. Arturo Reverter

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