Crítica: Benjamin a Portbou de Antoni Ros-Marbà
Crítica: Benjamin a Portbou de Antoni Ros-Marbà
El sábado tuvo lugar en el Liceu el estreno absoluto de la ópera Benjamin a Portbou de Antoni Ros-Marbà y Anthony Carroll Madigan, el decano de los músicos catalanes a quien el teatro barcelonés encargó esta obra que representa, en su extenso y poco divulgado opus creativo, su primera ópera, no en balde el maestro Ros-Marbà es mucho más conocido como director de orquesta que no como compositor, a pesar de que empezó a escribir música antes que a dirigirla.

ANTONI ROS-MARBA Liceu
Qué queréis que os diga, estoy bastante indignado y por varios motivos, ante este estreno, puesto que la primera institución cultural del país, o la que más presupuesto tiene cuando menos, encargue una obra a un compositor catalán para ser representada en su temporada de ópera y que de esta solo se programen dos únicas funciones, me parece lamentable y que la primera se haga en una tarde de fin de semana de verano, que parece propenso a la deserción del público, me parece un despropósito, pero todavía me parece mucho más lamentable, a pesar de que los artistas tienen que ser libres, que este representante de la catalanidad musical más genuina, escogiera un libretista norteamericano y que este utilizara su idioma y no el catalán, como tendría que ser, eso no me parece solo triste, sino incluso denigrante, porque nos quejamos de la poca difusión de nuestro idioma y vamos dando grandes aspavientos ante las trabas que nos encontramos en el Parlamento Europeo o en el Senado del Estado para que los políticos que nos representan puedan expresarse en catalán y cuando encargamos una nueva obra artística a un compositor catalán de rancio abolengo, este elija el inglés, supongo que con la pretensión de que su obra se pueda representar por todas partes! ¡Qué gran decepción!

Escena
Esta ópera difícilmente se volverá a representar, como acostumbra a pasar con la inmensa mayoría de las óperas contemporáneas que se estrenan, pero en cualquier caso si así no fuera y fuera el Covent Garden, el Met o las Staatsoper de Múnic o Viena las interesadas en programarla después del Liceu, se podría haber hecho en catalán y después en una traducción del libreto al inglés o al idioma que al maestro Ros-Marbà le apeteciera o creyese más idóneo para instaurarse como ópera de repertorio, pero renunciar al catalán en el estreno absoluto en el Gran Teatre del Liceu, por motivos crematísticos, en su casa como ha ha declarado en estos últimos días, me ha parecido tan vergonzoso como clarificador de por qué el catalán está en la situación de decadencia que está, de hecho esta situación es el fiel reflejo de cómo está el país. Penoso

Peter Tantsits
No tengo suficientes conocimientos para hablar de la obra escrita por Ros-Marbà, solo os puedo decir si me ha gustado o no, cosa, por otro lado, poco importante, la verdad, es mi gusto que no tenéis que compartir conmigo, sobre todo si vuestros conocimientos musicales son mucho más amplios que los míos y podéis valorar la obra con una base técnica mucho más sólida que la mía. Musicalmente, me ha parecido una obra antigua, música que en los 60 o 70 del siglo pasado pasaba por contemporánea, pero que ahora ya suena antigua, un “déjà vu” muy bien orquestado, pero que no me interesa nada y que creo sinceramente que el Liceu tiene que apostar, como ya hace y hará, con los jóvenes compositores catalanes. Ros-Marbà se merece todo el aprecio y respeto, está claro que sí, pero como compositor de ópera, pienso que lo que nos ha ofrecido no tiene ningún tipo de interés, me desconectaba a menudo de lo que me proponía y me aburría soberanamente. Se le ha pasado el arroz, sea dicho con todo mi respeto.
Siempre he creído que el gran problema de la mayoría de las óperas contemporáneas radica en el libreto, y una vez más este Benjamin a Portbou, sufre de esta base fundamental para hacer que la historia sea teatralmente potente. Casos como el de las óperas de George Benjamin con las impactantes “Written on Skin” o “Lessons in love and violence”, o la recientemente brillante “Alejandrina B” de Raquel García-Tomás son excepcionales y está claro, la norma a seguir, pero ni este caso que nos ocupa hoy, ni tampoco aquella “Lea” de Benet Casablancas, por citar algunas de las que tenemos muy presentes, cuentan con libretos que mantengan la atención dramática del espectador y que hagan entendedora y verosímil la historia, y esto que la vida del filósofo alemán Walter Benjamin daba pie a escribir un libreto que nos mantuviera con el corazón en un puño, pero, ¡Ni por esas! Ni las 13 escenas que conforman momentos de su vida, ni la música que las envuelven (con alguna excepción), son capaces de conmover. No tendríamos que olvidar nunca que la ópera es teatro y el teatro nos tiene que interpelar y no basta con frases o pensamientos lanzados al público sin aparente conexión con la escena precedente y la posterior, con demasiadas pretensiones e intelectualidad mal empleada y nada más, así será difícil construir un hilo narrativo que nos atrape. A mí al menos no me ha atrapado y os puedo garantizar que he puesto mucho empeño para que así fuera.

Escena
La obra está estructurada en 13 escenas repartidas en dos actos, con una duración de la de dos horas de música. Las escenas hacen mención a momentos puntuales y capitales de la vida de Benjamin, pero no siguen una cronología en el tiempo, hay saltos adelante y atrás que dificultan el discurso narrativo ya de por sí errático, pero creo que a los autores esto no los importa nada. Muchos autores no piensan nunca en el público, quizás esto sea lo correcto.
La obra escrita para gran orquesta y coro, tiene en el rol de Walter Benjamin, escrito para un tenor, el protagonista absoluto y a su alrededor hay trece personajes que con más o menos presencia configuran el mosaico narrativo.
La orquesta del Gran Teatre del Liceu bajo la dirección del compositor ha sonado espléndida, con brillantez, calidez e intensidad. También el coro, en especial en una intervención fuera de escena, ha estado magnífico.
En cuanto al cast, todo formado por cantantes del país, a excepción del protagonista, a cargo del tenor norteamericano Peter Tantsits, que es vocalmente el que me ha gustado menos, ha estado muy bien. Me han gustado muchísimo Joan Martin-Royo como Gerard Scholem, con una voz preciosa y una proyección magnífica, así como Laura Vila, una magnífica Dora Pollack Benjamin, con presencia vocal y escénica como nos tiene acostumbrados, ahora en un rol donde ha podido lucirse. Serena Sáenz tiene los dos bombones de la obra como The Angelus Novus, y los ha aprovechado con creces, luciendo y exhibiendo sonoridad, proyección y encanto vocal en el momento más melódico de la partitura. Bertolt Brecht, amigo de Benjamin está interpretado con mucho más que solvencia por David Alegret, un lujo para un rol tan pequeño. También a gran nivel y en roles a veces demasiados breves, Marta Valero (Hannah Arendt), Pau Armengol (Ernst Schoen), Elena Copons (Asja Lacios), Ruth Martínez (Stefan Benjamin) y las tres chicas a cargo de Alejandrina Zabala, Cristina Tena y Olga Szabo. La actriz Bea Segura ha recitado su personaje de Lisa Titko, y Lluis Marqués ha interpretado el rol no cantado, pero importante, de jorobado.
Un equipo compacto. ¿Era necesario un tenor norteamericano, aunque se haya especializado en el repertorio contemporáneo, para hacer el rol protagonista? ¿No hay tenores más cerca?

Benjamin a Portbou. Saludos
Es muy curioso que la obra se anuncie como semi escenificada y la propuesta escénica me haya parecido, a parte de excesivamente reiterativa en efectos lumínicos, espléndida. Muchas obras escenificadas ofrecen menos recursos escénicos que los que propone de manera brillante Anna Ponces con el apoyo capital de Playmodes Studio y Andreu Fabregas, con vestuario de Adriana Parra i Silvia Delagneau.
La propuesta es potente y a pesar de que se avisa que hay efectos luminosos que pueden causar molestias, hay que decir que el despliegue lumínico ha ayudado en muchas ocasiones a salvar el tedio. De acuerdo que los movimientos geométricos de los tubos de luz situados en el panel móvil del fondo del escenario y que cierra el espacio de las diferentes escenas es repetitivo y gratuito, pero ayuda a crear cierta complicidad estética cuando la música y la acción dramática divagan, cosa que sucede demasiado a menudo, e incluso en momentos que dramáticamente nos tendrían que atrapar y que si no fuera por la propuesta visual, decaería irremediablemente. El efecto visual del final del segundo acto es bellísimo, así como las escenas del Angelus Novus ensartada arriba del muro (año especialmente proclive en sopranos atadas con arneses arriba de muros y azoteas).
Una acogida protocolaria de aprecio y nada más, pienso que este Benjamin a Portbou acabará el recorrido el próximo lunes cuando se haga la segunda y última representación.


























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