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Por Publicado el: 09/12/2019Categorías: En vivo

Critica: Festival de Música Antigua Úbeda y Baeza

Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza (I)

6 de diciembre de 2019.

Italia Global. De la Península Ibérica al Nuevo Mundo es el hilo temático de la vigésimo tercera edición de este festival. Las relaciones musicales entre ambas penínsulas conforman el corazón de la intensa programación de una cita musical ineludible por su calidad y por el interés de intérpretes y programas. El  viernes 6 de diciembre, en la capilla del antiguo seminario de San Felipe Neri de Baeza, Ignacio Prego realizó un apasionante recorrido por la huella que Domenico Scarlatti dejó entre los clavecinistas españoles del siglo XVIII. Prego abrió el recital con tres sonatas scarlattianas en las que destacó el tono melancólico de su fraseo en la K 213, alargando las frases y los silencios y utilizando el  rubato con sentido muy expresivo. Sobresalió en estas versiones sus capacidad para clarificar las texturas y hacer perfectamente identificables las líneas melódicas y los acompañamientos en los bajos, y todo ello desde una sobresaliente agilidad y un una pulsación precisa y nítida. En las sonatas de Sebastián de Albero encontró la manera de darle continuidad a un discurso entrecortado y construido con pequeñas frases, mientras que con Antonio Soler recurrió a ligeras retenciones de fuerte carga expresiva. Finalizó con una versión de alta carga energética en los ritmos y en la acentuación del fandango del famoso monje escurialiense.

En la tarde del mísmo día y en el mismo espacio, Lina Tur Bonet (violín) y Dani España (clave) se centraron en el denominado Estylus Fantasticus, el discurso musical propio de la segunda mitad del siglo XVII en la escritura para violín y continuo, un momento histórico en el que la escritura para el violín buscaba su camino propio y personal, sin ataduras formales ni estructurales, dando lugar a uno de los momentos de mayor originalidad y creatividad violinística de la Historia. Tur Bonet es sin duda la mejor violinista barroca española del momento, pues en ella se unen la limpieza y brillantez de su sonido con su agilidad, su virtuosismo y su sentido de la musicalidad. En obras tan exigentes técnicamente como las sonatas de Pandolfi Mealli, Biber, Cima, Schmelzer, Ucellini o Corelli, la violinista balear supo tejer en un mismo discurso coherente y sin fisuras la línea melódica y la superestructura ornamental, por muy profusa que ésta se presente. Así ocurrió en la sonata La Anunciación de Biber, con las rápidas figuraciones que ilustran el aleteo y el vuelo descendente del arcángel. Y aún más en la siempre sorprendente música de Pandolfi Mealli que exige una articulación que evite el legato, pero con múltiples graduaciones de staccato. Cerró su recital, en el que tuvo como cómplice al continuo rico, imaginativo y brillante de Espasa, con la Follia con la que Corelli cerró su trascendental op. V (1700). Todo un alarde de espectacularidad en los ataques, en las agilidades y en la acentuación.

Ya en los finales de la tarde de este día y en el Auditorio del Hospital de Santiago de Úbeda, Europa Galante, en formación de trío, cuarteto y quinteto con guitarra y bajo la dirección de Fabio Biondi, trajo el recuerdo de uno de los músicos italianos de mayor raigambre en España, Luigi Boccherini. A un soberbio trío para violín, viola y violonchelo G 98 en el que cabría subrayar la limpieza del sonido y el sentido del ritmo, le sucedió el cuarteto G 214 en el que destacó el empaste global y la brillantez del chelo de Alessandro Adriani, si bien éste tuvo algunos problemas de afinación en las notas más agudas del Grave assai del quinteto G 448. En esta obra, más conocida por el fandango con el que se cierra, nos encontramos con uno de los momentos más memorables del concierto, la Pastorale en el que las cuerdas con sordina fueron capaces de matizar hasta lo indecible su sonido con una sensibilidad incomparable. Biondi nos recordó el gran violinista que es, con un amplio dominio de los recursos del instrumento, desde los juegos de colores a las diversas intensidades del rebote del arco sobre las cuerdas. Andrés Moreno Mengíbar

 

Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza (II)

7 de diciembre de 2019

En la bodega del Centro de Interpretación del Olivar y del Aceite de Úbeda se abrió la mañana de este día con un espléndido recital de la joven clavecinista Inés Moreno Uncilla, ganadora de la primera edición del Concurso de Música Antigua de Juventudes Musicales de España. Alumna en Basilea de Andrea Marcon, Inés Moreno se enfrentó a un recital sumamente exigente centrado en la música italiana del siglo XVII y sus relaciones con el mundo hispánico. A las lógicas vacilaciones puntuales, especialmente en las ligeras pérdidas de continuidad en el discurso de la Ciaccona de Storace, sobrevinieron su limpia pulsación y la nitidez de su sonido, la agilidad y el virtuosismo de esta joven intérprete que hace albergar los más felices augurios. Supo salir airosa de las exigencias en materia de flexibilidad en el tempo de la Toccata seconda de Frescobaldi y, sobre todo, de la impresionante Toccata per cembalo d’Ottava Sesta de Alessandro Scarlatti. En esta ambiciosa y revolucionario pieza, que se mueve de forma libre entre la improvisación y los continuos cambios de carácter, Inés Moreno mostró su apabullante dominio del instrumento y su conocimiento de sus recursos técnicos, con unos sorprendentes arpegiados y una perfecta comprensión de las necesidades acentuales de esta pieza.

A mediodía y en el Hospital de Santiago de la misma localidad, el grupo L’Estro D’Orfeo (Leonor Lera, violín y dirección; Mauro Colantonio, viola da gamba; Josep María Martí,  tiorba y guitarra barroca) abordó de nuevo el repertorio italiano de la segunda mitad del siglo XVII, en este caso haciendo de hilo vertebrador la obra de Giovanni Antonio Pandolfi Mealli, de tan discorde vida (huyó desde Mesina a Madrid, donde terminó sus días, tras asesinar a un castrato de la catedral) como desafiante música. Lera, con un sonido algo áspero pero de una flexibilidad sobresaliente, llevó hasta el límite las audacias armónicas de Pandolfi, estirando las disonancias mediante desplazamientos del tono y aportando una abundante ornamentación. Todo un lujo la presencia de Martí, uno de los mejores continuistas españoles, en su doble faceta de tiorbista y guitarrista, faceta esta última con la que firmó unos saltarines e imaginativos Canarios de Gaspar Sanz. Por su parte, Colantonio también brilló en la Susana pasegiata de Selma y Salaverde.

La Sacra Capilla del Salvador de Úbeda recibió por la noche el concierto titulado Tras las huellas del dolor, a cargo de The Marian Consort, dirigido por Rory McCleery. Se trata del clásico coro británico, más interesado en la belleza de conjunto de su sonido, sobre la base de la igualación de timbres, que en la atención a la expresión de los afectos. Lo cual redunda en versiones impecables desde el punto de vista sonoro (en ese sentido fueron espectaculares los sobreagudos del Miserere de Allegri), pero monótonas, ayunas de emoción. De  esta manera pasaron por muy por encima del contenido emocional del Ave Maria de Tomás Luis de Victoria o del Pater peccavi, del ya barroco Duarte Lobo. Hubo también polifonía contemporánea con un Stabat Mater de Gabriel Jackson, monótona en sus repetidas armonías microtonales, y de un Miserere de James MacMillan, obra de amable escucha que pone el desarrollo melódico por encima de la verticalidad de un contrapunto poco elaborado. Andrés Moreno Mengíbar

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