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Por Publicado el: 09/04/2022Categorías: En vivo

Crítica: Giovanna d’Arco y el Stabat Mater de Rossini en ABAO

El genial con vivant lírico

Fecha: 6-IV-2022. Lugar: Teatro Arriaga, Bilbao. Programa: Giovanna D’Arco, (cantata lírica) y Stabat Mater (secuencia litúrgica), de Gioachino Rossini. Voces solistas: Marianna Pizzolato (mezzosoprano), Angela Meade (soprano), Paolo Fanale (tenor), Simón Orfila (bajo). Coro: Ópera Bilbao. Orquesta: Sinfónica Verum. Director musical: Nicola Luisotti.

ABAO-Bilbao-Opera.-Concierto-Rossini.-Abril-2022-©-Foto-Julian

ABAO Bilbao Opera. Concierto Rossini. Abril 2022 © Foto Julian

Acertó la ABAO/Bilbao-Ópera, llevando, en esta ocasión, al coquetón y bello Teatro Arriaga, el concierto lírico que en los últimos años inserta en su temporada operística, y de tal modo aligerar su presupuesto económico con el arrendamiento -asequible- de dicho teatro municipal. Parece olvidarse (o tal vez, no) la Excma. Diputación Foral de Bizcaia de la importancia y relieve que la ABAO/Bilbao-Ópera tiene fuera de nuestras limitadas fronteras autonómicas, y que la cultura es un bien que ha de cuidarse con especial mimo para la formación de todos y, principalmente, de las futuras generaciones.

No es muy de uso la interpretación de la cantata rossiniana Giovanna D’Arco, tanto en atención a su brevedad (alrededor de los veinte minutos), cuanto por la tensión que se acumula en su pentagrama para la interpretación, especialmente escrita para la voz de una mezzosoprano o contralto, o ‘soprano alto’ como se decía en la época de su composición (1932). Esta parte fue dedicada a quien sería la segunda esposa de Cisne de Pesaro, la cortesana Olimpia Pelissier, y se estrenó ,al parecer, en una velada musical en la lujosa mansión palaciega del propio compositor en Passy. Rossini acompañó al piano a la cantante Marietta Alboni. El autor revisó más tarde la obra para su versión orquestal, con la asistencia de músico Salvatore Sciarrino. En el concierto que aquí se valora fue la voz de la mezzo Marianna Pizzolato (sustituyó a la siciliana inicialmente programada Chiara Amarú) quien dio un lujoso homenaje a la Santa de Orleans con un alto nivel en técnica de modulación tímbrica: un perfecto trabajo de fiato en las notas de los pasajes descendentes, yendo del registro central al grave mediante una limpieza absoluta y rotunda, lo mismo que del agudo al central, como se apreció en la compleja aria “O mia madre, e tu frattanto la tua figlia cercherai !”.  Dominio total de esta obra, como así lo tiene demostrado en los pocos registros sonoros grabados. Luisotti llevó una muy correcta concertación con la Sinfónica Verum (todo un ejemplo de mecenazgo musical, dando el fruto de un sonido muy bien construido) dejando el regusto de un especial dulzor.

Cuando Richard Wagner, tan poco dado de reconocer méritos ajenos desde su peculiar concepción sobre el canto lírico sinfónico, escuchó por primera vez el Stabat Mater de Rossini, expresó su rotunda admiración, casi reverencial, hacia el penúltimo número, escrito para los cuatro solistas, “Quando corpus morietur”. Aquí, Luisottti se encontró con la dificultad -sin superarla- de dominar a un coro en el que la cuerda de tenores tenía una evidente disparidad tímbrica, así como en cuadrar la compleja fuga inicial que contiene el final de “Amen, in sempiterna saecula”. Otro problema, achacable a la batuta, fue el no aquilatar la aún poca proyección que tiene la voz -por cierto bellísima de color- del tenor Paolo Fanale, de quien poco se pudo disfrutar en la hermosura del aria “Cuyus animan gementem”, al no ordenar a la orquesta que bajase la sonoridad de su trabajo. ¡Una pena! La voz de Simón Orfila va cogiendo un rotundo cuajo en uniformidad de la zona grave, como lo dejó patente en la elegancia y mordente de su aria “Pro peccatis suae gentis”, cantada con muchos quilates de verdad. Siendo esta una estimación muy subjetiva, me quedo con la maravilla del canto a dúo que hicieron la rotundidad de la voz de Angela Meade y la dulzura del fraseo de Pizzolato en “Quis est homo qui non fleret”. ¿Qué no hubiera hecho este ‘anciano’ de 37 años, llamado Gioachino Rossini, si hubiere querido seguir escribiendo música? En resumen: un hermoso regalo que nos hizo ABAO/Bilbao-Ópera. Manuel Cabrera

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