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Por Publicado el: 18/10/2023Categorías: En vivo

Crítica: Il Trovatore en el Teatro Afundación de Vigo

Las variadas luces de Il Trovatore

Verdi:Il trovatore”. Reparto: Alejandro Roy, Iwona Sobotka, María Luisa Corbacho, Javier Franco, David Lagares, César Gutiérrez, Marina Penas. Orquesta Sinfónica Vigo 430. Coro Rías Baixas. Director musical: Diego García Rodríguez. Versión de concierto escenificada. Director: Ignacio García. Video e Iluminación: Alejandro Contreras. Teatro A Fundación, Vigo, 15 de octubre de 2023.

Escena de Il Trovatore por Amigos de la Ópera de Vigo

Una temporada más -y se superan de largo las 60- los Amigos de la Ópera de Vigo, que hacen milagros en cada edición, alzan el telón para ofrecer, junto a otras actividades complementarias, un par de títulos de mucho tronío: “Il Trovatore” de Verdi y “Don Pasquale” de Donizetti. Hablaremos hoy de la interpretación de la primera, que se ha exhibido en versión concertante con un bien estudiado y escueto movimiento escénico y unas proyecciones ad hoc, ilustrativas y sugerentes.

Esa dimensión ha estado a cargo de Ignacio García, inteligente y humanista hombre de teatro, que ha aparecido una vez más por Vigo para dejar su siempre intencionada visión teatral. Los movimientos de solistas y coro, bien planificados venían acompañados de alusivas o evocativas proyecciones videográficas que iban en paralelo a la tan complicada acción. La negrura de la narración estuvo siempre atemperada por esas ilustraciones. Buena idea la de contar para pasajes de la segunda mitad con reproducciones de algunas de las pinturas negras de Goya, que nos sumergían en lo más recóndito de la sinuosa anécdota. Y aplausos para el desarrollo teatral del Miserere: el coro, fuera al principio, ocupa luego el escenario.

La dificultad de encaje, de precisión y conjunción en una propuesta de este tipo, que obliga a los intérpretes vocales, incluido el Coro, a situarse cara al público mientras que la Orquesta queda al fondo del escenario, fue superada en general con fortuna, aunque en determinados momentos no se pudieron evitar algunos, no especialmente graves, desajustes. La batuta, que no siempre ven los cantantes, ya que queda a sus espaldas, o casi, supo en todo caso salvar los peores momentos en un alarde de elasticidad y de habilidad para que todo discurriera con normalidad.

Diego García es un estupendo director de foso -aquí ausente por lo que se dice- que sabe llevar firmemente las riendas a partir de un movimiento de batuta muy claro y diáfano, capaz de “rallentare” y “accelerare” y de establecer un a veces necesario “rubato”. El tempo-ritmo verdiano, siempre defendido por el fustigante Toscanini, fue aquí bien entendido, de tal manera que a la postre casi todo se desarrolló a satisfacción. Incluso, tras un traspiés preocupante, en el final del segundo acto, cerrado con una “stretta” vertiginosa, tras el intento de rapto de la novicia Leonora por parte del Conde de Luna.

El director de Escarabote supo mantener el discurso sin abandonos y supo también dibujar las volutas y establecer el necesario legato para dibujar con claridad tantas y tantas melodías que perfuman la partitura. Sin abandonar, como se dice, el norte rítmico. De tal forma que las voces solistas pudieron cantar con libertad y aprovechamiento. Destacó sobre todas la de la polaca Iwona Sobotka, antigua discípula de Tom Krause en la Escuela Reina Sofía de Madrid, una lírica plena, dotada de un rico metal, de emisión muelle y cómoda, amplia extensión: hasta un bien poblado Re 5 en la dificilísima aria “D’amor sull’ ali rosee”, tras un complicado pasaje de brillante coloratura. Le falta, eso sí, un mayor apoyo en la zona grave, débil y desdibujada, y una mayor claridad y presencia de los trinos, lo que impidió que su actuación fuera del todo completa.

Le dio la réplica el fornido tenor “spinto” (rara avis entre nosotros) asturiano Alejandro Roy, rocoso, oscuro, vigoroso, de ataques y agudos fustigantes, plenos y rotundos, de imponente “squillo”. Esos medios no siempre son acompañados de un arte de canto más consumado y exquisito, para delinear con mesura y lirismo, por ejemplo, la hermosísima página “Ah si, ben mio”, cantada demasiado fuerte y sin los prescritos trinos. Valentísimo en la “Pira” -cantada, como es costumbre, medio todo bajo y sin dar relieve a las notas picado-ligadas-. También es costumbre que el tenor no cante con el Coro y se reserve para el Si natural de cierre, emitido en este caso con fulgor y potencia.

Azucena estuvo en la voz y la figura de María Luisa Corbacho, una mezzo con arrestos, volumen y excelentes dotes dramáticas, tocada de una acusada sonoridad nasal y de un vibrato excesivo, lo que le impidió en ocasiones dar la adecuada medida del personaje. El barítono Javier Franco actuó presa de una evidente faringitis -algo que no se dijo por la megafonía-, con lo que su habitual rotunda voz de carácter, bien puesta, tocada de un timbre grato, no lució con la sonoridad e igualdad plenas y habituales. Con todo, salvó la papeleta con dignidad y delineó con el mejor lirismo “Il balen del suo sorriso.

La voz de bajo auténtico de David Lagares sigue creciendo en amplitud, densidad y presencia, lo que le valió en este caso para dar excelente imagen de Ferrando, pese a que al comienzo de la ópera denotara cierta falta de afinación, aun cuando las semicorcheas de “Abbietta zíngara” estuvieran en su sitio. Sin problemas el tenor César Gutiérrez como Ruiz y la soprano Marina Penas como Inés; ambos en cometidos por debajo de sus posibilidades. La Orquesta estuvo algo descompensada en algunos puntos -solo cuatro chelos, por ejemplo-, pero actuó con ese entusiasmo que da la juventud. El Coro brilló a menor nivel. No muy afinado, irregular de ajuste y a falta de una mayor presencia de las voces graves. Arturo Reverter

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