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Por Publicado el: 09/03/2019Categorías: En vivo

Crítica: Je suis Narcissiste

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Je suis narcissiste

LAS CUITAS DE CLOTILDE

Raquel García-Tomás: “Je suis narcissiste”. Elena Copons, Toni Marsol, María Hinojosa, Joan Ribalta. Solistas de la Orquesta del Teatro Real. Director musical: Vinicius Kattah. Directora de escena: Marta Pazos. Teatro Español, 6 de marzo de 2019.

Bienvenidas sean nuevas aventuras como la que se comenta en estas líneas, fruto de la colaboración entre Òpera de Butxaca, Nova Creació y el Teatro Real, con la participación del Teatro Español y el Teatre Lliure. García-Tomás, que había tenido ya la suerte de presentar hace un par de años, en los Teatros del Canal, también dentro de la programación del Real, su operita anterior, “disPLAY”, ha ido en este caso un poco más lejos en busca de esa hábil integración, en un totum más o menos revolutum, de elementos dispares, en busca ahora de un resultado más rocambolesco y rompedor en la pista de salida de lo que se define como “ópera bufa contemporánea, ma non troppo”.

La obra “propone elementos –explica la compositora- que faciliten una puesta en escena dinámica y flexible”. Para ello, construye su discurso sobre la idea de collage, alternando multitud de materiales musicales de naturaleza estilística diferenciada y que funcionan, en muchas ocasiones, como pequeñas parodias. Es importante esta idea: la de la transformación de elementos de estilos conocidos a fin de que puedan integrarse en un nuevo lenguaje, que está, y eso es lo fundamental, completamente al servicio de la comedia. Y esa miscelánea encuentra su coherencia en lo teatral, ya que cada leit motiv va a asociado a los pequeños gestos, personajes o situaciones recurrentes que aparecen a lo largo de la función. Todo ello, al servicio de un chispeante libreto cuajado de situaciones chuscas, de idas y venidas –quizá demasiadas-, de repeticiones, de situaciones surrealistas, más o menos bufas, va construyendo un relato de casi hora y media al que quizá le sobren unos cuantos minutos.

La historia de Clotilde que, tras la muerte de su gato, recurre a un excéntrico psiquiatra, da lugar a un desfile de personajes tan curiosos como representativos y abracadabrantes –fruto en primer lugar de la inventiva de la libretista Helena Tornero-, servido por una música móvil, en la que cabe un poco de todo, desde el musical –con el que se abre y cierra la ópera- al “ragtime”, al toque puramente zarzuelero, a la cita literal de fragmentos de óperas como “Tristán e Isolda” o “La bohème”, a melopeas de corte orientalizante –larga escena de los monjes budistas (el propio director musical va ataviado de ese jaez)-, al empleo de ritmos adaptables a las distintas situaciones, como ese curioso de vals que envuelve sensualmente a una larga y penumbrosa escena erótica.

Los recursos instrumentales, que parten de un grupo de quince músicos, son variados y climáticos, juegan con ritmos de distinto tipo y se pliegan puntualmente al discurrir vocal. Abundan el recitativo dramático, la exclamación y los pasajes hablados, aunque el subrayado nunca falta. Con todo, no siempre se evita que la narración se haga un poco morosa y que en determinados instantes no pensemos que el planteamiento de ciertas situaciones no peca de banal. La crítica a unos arquetipos, la distorsión “per se” pueden se contraproducentes.

El espectáculo estuvo bien movido y aderezado por Marta Pazos, feliz en algunos graciosos hallazgos. Los cuatro protagonistas sudaron bien las camisetas y las voces. Elena Copons, soprano lírico-ligera, mostró su atractivo y luminoso timbre y su buena técnica emisora. La también soprano, más propiamente lírica, María Hinojosa, exhibió extensión y verdadero camaleonismo y ascendió con suficiencia a la zona aguda. El barítono Toni Marsol, ligeramente engolado, evidenció su tradicional profesionalidad y seguridad en el trazo, y el tenor ligero Joan Ribalta, de timbre más bien descarnado y seco, sorprendió por su soltura y maleabilidad y su valentía en la zona alta, en la que practica una suerte de falsete reforzado.

Vinicius Kattah, apoyado en un foso bien engrasado, dio vida y sentido a la cambiante música, diferenciado bien los ritmos, los acentos, lo colores y los estilos. Éxito franco al final. Arturo Reverter

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