Critica: Nadine Sierra y Javier Camarena salvan la “Lucia” de Barcelona
LUCIA DI LAMMERMOOR (G. DONIZETTI)
Teatro del Liceu de Barcelona. 19 Julio 2021
Vuelve esta popular ópera de Gaetano Donizetti al Liceu de Barcelona, donde se representó por última vez en el año 2015. Entonces se programaron dos repartos vocales, mientras que ahora hay uno solo y las representaciones no son demasiadas para un título tan popular como el que nos ocupa. Son 6 las representaciones que se ofrecen en esta ocasión.
El resultado de la representación ha sido bastante mediocre en su conjunto, destacando claramente la prestación de los dos personajes fundamentales de la ópera, Lucía y Edgardo, mientras que la parte musical y escénica han dejado que desear y lo mismo se puede decir del resto del reparto vocal.
La producción escénica lleva la firma de la polaca Barbara Wysocka y se estrenó en Múnich en Enero de 2015. He tenido ocasión de verla en varias ocasiones en la capital bávara y me sigue resultando tan mala como entonces. La directora de escena traslada la acción a la América de los años 60. La escenografía de Barbara Hanicka ofrece un escenario único, consistente en una gran habitación, que sirve para todo. Tanto sirve para la escena inicial de Enrico como para la de la fuente, como para el encuentro de Lucia y Edgardo, quien llega en un gran descapotable, aparcado en la mencionada habitación. Vuelve a servir para los esponsales de Lucia y Arturo, como también para la escena de la locura, además de para la torre de Ravenswood, terminando su uso en la escena final en el supuesto cementerio de Ravenswood. En esta habitación destaca un gran graffiti de Ashton con tachones, que parece haber sido escrito en los primeros compases de la ópera por Edgardo. El vestuario se debe a Julia Kornacka y resulta adecuado, ofreciéndonos a Edgardo con una chamarra de piel.
Las trasposiciones de época funcionan únicamente si el director de escena hace un trabajo brillante, lo que no es el caso que nos ocupa. Para Barbara Wysocka Lucia no es la hermana sometida y desequilibrada, sino una mujer moderna que se enfrenta de igual a igual con Enrico en el segundo acto, resultando por demás increíble que acepte el matrimonio con Arturo. La famosa escena de la locura nos presenta a una Lucia enfundando una pistola durante toda ella, amenazando a todo el mundo y la verdad es que uno acaba harto de pistolita en los más de 20 minutos que dura la escena. Llama la atención la entrada de Raimondo en la fiesta de la boda en mangas de camisa y lleno de sangre, lo que me hacía imaginar cómo saldría Lucia a continuación. Pues bien, nada de eso. Lucia sale sin una sola mancha de sangre en su vestido. Quizá lo más absurdo de la escena de la locura y de las que vienen a continuación es la presencia del gran descapotable de Edgardo en el escenario. El vehículo vuelve a aparecer en la escena de la torre de Ravenswood, donde parece que Edgardo ha sufrido un accidente con su coche.
La dirección musical estuvo en manos del italiano Giacomo Sagripanti y su resultado se puede considerar como decepcionante, si es que se podía esperar mucho de su lectura. No ha habido emoción procedente del foso en ningún momento y el sonido resultaba particularmente ayuno de interés. La Orquesta Sinfónica del Liceu no pasa por un gran momento, como es bien sabido, pero en esta ocasión su actuación ha dejado mucho que desear. Correcta la prestación del Coro del Liceu, con todos sus miembros cantando con mascarilla.
Hacía su debut en el Liceu la soprano americana Nadine Sierra, que es uno de los descubrimientos más interesantes de los últimos años en su cuerda y es ella la que se ha llevado un triunfo indiscutible en el personaje de Lucía de Lammermoor. Se trata de una soprano lírico ligera, de voz atractiva y muy bien manejada, a la que se une unas destacas dotes de actriz y una figura de las que no abundan en los escenarios de ópera. Admitiendo que su actuación fue brillante en todo momento, tengo más dudas sobre su adecuación vocal al personaje de Lucia. Personalmente, prefiero una soprano lírica plena en el personaje y Nadine Sierra no llega a tanto por el momento. Por citar unas Lucias de los últimos años, diré que me resultaban más interesantes vocalmente sopranos como June Anderson o incluso más recientemente Diana Damrau. Su momento más brillante fue sin duda la Escena de la Locura, coronada con un estupendo sobreagudo, que recibió una gran ovación.
Volvía a Barcelona el tenor mejicano Javier Camarena tras su triunfo en I Puritani hace 3 años. Hay que decir que la presencia del tenor mejicano es particularmente reconfortante en estos momentos, al haber dejado atrás sus más bien recientes problemas vocales. Su Edgardo ha sido siempre brillante y bien cantado, aunque quizá no al nivel extraordinario que podíamos esperar de él. No dio ninguno de los sobreagudos no escritos, pero sí de tradición, que suelen incorporar los intérpretes de Edgardo, salvo uno brillante en su aria final, Tu che a Dio.
Alfredo Daza dio vida al malvado Enrico y su prestación no fue más allá de lo que podía esperarse de él. Cantante monótono y con abundancia de sonidos abiertos. En resumen, de muy poco interés.
Raimondo era el bajo italiano Mirco Palazzi, a quien he encontrado con la voz más reducida que en ocasiones anteriores, especialmente en el tercio superior. Hubo momentos en que la voz llegaba con claras dificultades al auditorio.
Arturo el tenor Emmanuel Faraldo, de voz muy reducida, casi inaudible, y de escaso interés como cantante. Para él fueron los únicos abucheos aislados que se pudieron escuchar en los saludos finales.
Correcta Anna Gomá en la parte de Alisa y buena impresión la dejada por el tenor Moisés Marín en la parte de Normanno.
El teatro ofrecía una entrada de alrededor del 90 % de su limitado aforo a causa de la pandemia.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 57 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 21 minutos. Siete minutos de aplausos, siendo los más intensos para Nadine Sierra.
El precio de la localidad más cara era de 310 euros, habiendo butacas de platea desde 147 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 52 euros. José M. Irurzun
Fotos: A. Bofill
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