Crítica: OCNE, guerra para la paz
Guerra para la paz
Obras de Schubert y Britten. Ricarda Merbeth, Ian Bostridge y Mathias Goerne. Escolanía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Orquesta y Coro Nacionales de España. José Ramón Encinar y Juanjo Mena, directores. Auditorio Nacional. Madrid, 23 de diciembre de 2018.
Curioso programa el de Navidad de la OCNE. Curioso pero acertado. En unos días para la paz viene muy bien recordar lo fácil que es perderla y lo deseada que debe ser. El “War Requiem” de Britten nos lo ha recordado y además se da la circunstancia que fue por estas fechas, hace 57 años, que el compositor terminó su partitura.
Una obra de gran formato, con una amplia orquesta que dirigió Juanjo Mena y una orquesta de cámara bajo el mando de José Ramón Encinar. También un coro de niños y tres solistas. Todo ello obligaba a una peculiar disposición: la soprano arriba a la izquierda, el podio de Mena algo más a la izquierda de lo habitual y a su derecha el de Encinar con la orquesta de cámara y los solistas; el coro de la OCNE en su sitio habitual y los niños en el lateral derecho del segundo anfiteatro, como si fueran los ángeles que llevasen los muertos en la contienda hacia el paraíso.
Britten, que fue un pacifista declarado, concibió este réquiem como un auténtico alegato para la paz en un estilo muy personal, mezclando los textos tradicionales de un réquiem con poemas de Wilfred Owen en la línea que emplease Brahms en su “Requiem alemán”.
En la muy precisa, pero un punto fría, lectura de Juanjo Mena destacó la intervención de Ian Bostridge, cuya voz puede gustar más o menos pero cuya entrega y sensibilidad en el canto de los textos fue admirable. A menor nivel Mathias Goerne, con su entubamiento habitual pero dando lo mejor de lo que hoy le es posible en su extensa intervención final. Ricarda Merbeth posee caudal, pero no siempre estuvo atinada en el fraseo. Buena participación de una orquesta que es capaz de superar el desánimo que cunde en sus filas.
En la primera parte, redondeando los dos programas centrados en Schubert y Britten, la “Inacabada” en una versión templada, equidistante entre el lirismo introspectivo que recordamos en Giulini y la vibrante energía de Carlos Kleiber. La música despide 2018 con muchas cosas también inacabadas. Esperemos que se encuentre el mejor camino para cerrarlas. Gonzalo Alonso
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