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Por Publicado el: 01/04/2023Categorías: En vivo

Crítica: La Pasión según San Mateo de Bach por Lionel Meunier

Intimidad y belleza

Pasión según San Mateo de Bach. Raphael Höhn (tenor), Sebastian Myrus (bajo). Freiburger Barockorchester, Pequeños cantores de la JORCAM y Vox Luminis. Dirección del coro: Lionel Meunier. 28 de marzo

Vox-Luminis

Vox Luminis

Hay un selecto grupo de obras en las que, cuando se suben a un escenario, el público aplaude al compositor. Son pocas, la 9ª Sinfonía de Beethoven, las Cuatro Estaciones de Vivaldi, el Requiem de Mozart… y la Pasión según San Mateo de Bach. No significa que dé igual la interpretación; es más bien que la entidad del monumento artístico es tal que cualquier oyente se rinde ante la evidencia. Son obras por las que cualquiera podría presumir de pertenecer a la humanidad, por compartir rasgos genéticos, por lejanos que sean, con aquellos genios. Si además la obra viene de la mano de una de las mejores orquestas especializadas (Freiburger Barockorchester) y uno de los coros con una propuesta artística más interesante (Voz Luminis), el conjunto desarbola a cualquiera.

La Freiburger tocó dividida en dos, tal y como indica la partitura y, como en tantas ocasiones, sin un director al uso, jugándoselo todo a la complicidad de los músicos y al lidezago de la concertino Petra Müllejans, situada sobre un podio lateral. Dado que la mayor parte de las arias tienen instrumento de viento-madera obligado (flauta, oboe, oboe da Caccia), el semicírculo central estuvo conformado por ellos, con las cuerdas detrás, una decisión que modificaba sensiblemente el color de las arias. Por su parte, Vox Luminis funcionó con un doble coro (tres voces por parte) dirigido discretamente por Lionel Meunier, reforzado por la presencia de los Pequeños Cantores de la JORCAM, que estuvieron perfectos. Los solistas de cada aria partían del coro, como suele hacerse, aunque sorprendiera la altísima calidad de las intervenciones.

La lectura de la obra se planteó no desde el dramatismo sino desde la intimidad, sin grandes arrebatos pero centrando el discurso en la creación de atmósferas (en los recitativos acompañados de Jesús) y en la paleta tímbrica exhuberante que parte de la mezcla de instrumentos propuesta por Bach. Excelente el Evangelista de Raphael Höhn, capaz de hacer eso tan complejo que es narrar cantando, y que ese canto arrope las debilidades del hombre, como en los fragmentos de la traición de Judas o las tres negaciones de Pedro. El Jesús de Sebastian Myrus tuvo bastantes luces (gracias a su voz de barítono, que permitía mucha comodidad en los agudos) y alguna sombra (cierta falta de presencia). Dos voces destacaron de entre las sacadas del coro: la del contratenor Alexander Chance, con precisión, afinación y huyendo de cualquier artificio; y la de la soprano Zsuzisi Tóth, voz peculiarísima con una parte superior de su registro realmente imponente. Sobrecogió con su aria, “Aus Liebe will mein Heiland sterben”, el momento más conmovedor de la noche.

La Freiburger estuvo atenta a cada intervención, bien coloreada por el continuo y sin necesidad de incorporar dinámicas extremas para trasladar todo el universo retórico de la partitura. Al acabar la obra el público, entre extasiado y exhausto, se levantó de inmediato para ovacionar justamente a coro y orquesta. Pero, sobre todo, a Bach… Mario Muñoz Carrasco

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