Crítica. Temporada de la OCNE. Obras de Beethoven, Tailleferre y Honegger. Paul Lewis, piano; Coline-Marie Orliac, arpa. Orquesta Nacional. Director: David Afkham. Madrid, Auditorio Nacional, 12 de diciembre de 2025.

Afkham volvió a cuajar un gran trabajo al frente de la OCNE

La combinación Beethoven, con uno de sus famosos conciertos de piano/Grupo de los Seis, representado por Germaine Tailleferre y Arthur Honegger, chocaba un tanto. Luego, las estructuras, los contrastes, el vigor y los planteamientos melódicos del primero, dejaron libre el camino para una segunda parte contrastante representada por dos pesos pesados del famoso Grupo de los Seis. Dos mitades diversas, de distinto signo, que compusieron una curiosa y satisfactoria velada, en la que los planteamientos interpretativos jugaron un importante papel.

Paul Lewis se batió bien el cobre en el Concierto beethoveniano gracias a su seriedad, más que severidad, a la justeza de los acentos, al bien elaborado fraseo, a su sentido del canto. No es un poeta, sino un riguroso y bien entonado lector, de clara digitación y elegante trazo. Nos gustaron singularmente algunos estratégicos momentos de su lectura: inicio del desarrollo, bien contrastado dinámicamente, del Allegro con brio; firmeza y seguridad en la extensa cadencia; manera de exponer, líricamente, el Largo; agilidad y claridad en el Rondó. Sin una sola sonrisa agradeció los muchos aplausos del respetable y no dio propina.

Quedaba todo a punto para la sección francesa. La limpidez, la claridad, la chisposidad, lo vivaz, lo fresco y humorístico del Concierto para arpa de Tailleferre, verdaderamente “centelleante” en palabras de Cortot, recordadas en sus explicativas y rigurosas notas por Teresa Cascudo, fueron muy bien expuestas por la Orquesta, fiel a las indicaciones de Afkham, que esta vez actuaba con batuta y que supo pasar del canto romántico beethoveniano a la sucesión de apuntes, levemente impresionistas de Tailleferre.

Tuvo en la arpista Coline-Marie Orliac -que es solista de su instrumento en la Orquesta- una intérprete exquisita y elegante, virtuosa y de fraseo muy natural. Buen ensamblaje con el tutti, aunque esté sonó en ocasiones demasiado fuerte. Muchos aplausos y un regalo: transcripción de la famosa canción brasileña Azul, la mañana es azul, de Luis Bonfá y Antonio Carlos Jobim, en la que la gentil francesa fue acompañada a la caja por Joan Castelló, percusionista de la orquesta.

Todo quedaba expedito para afrontar a la agreste Tercera Sinfonía, Litúrgica, de Honegger, “Meditación laica sobre la violencia, el sufrimiento y el deseo de paz tras la guerra” (Cascudo), estrenada en Zurich en 1946. Lo imponente del Die irae, lo lírico y recogido del De profundis y lo exclamatorio del Donna nobis pacem, disonante y paroxístico, espeluznante, curiosamente cerrado con una recogida coda, fueron finamente dibijados y traducidos por batuta y orquesta. Buen trabajo.

Arturo Reverter