Suscribirse a la Newsletter de Beckmesser

¡No te pierdas ninguna noticia!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Busca las entradas de cada mes

calendario operístico 2023

Últimos tuits de Beckmesser

Terfel-TRCrítica: Bryn Terfel, sí pero no
Crítica: Cálido Mozart valenciano en Les Arts
Por Publicado el: 22/02/2019Categorías: En vivo

Crítica: Perianes y Juanjo Mena interpretan Beethoven

javier-perianes-juanjo-mena

Javier Perianes y Juanjo Mena

INTEGRAL DE LOS CONCIERTOS PARA PIANO Y ORQUESTA (BEETHOVEN)

AIREAR BEETHOVEN

Beethoven: integral de los “Conciertos para piano y orquesta”. Javier Perianes, piano. London Philharmonic. Director: Juanjo Mena. Auditorio Nacional, 19 y 20 de febrero de 2019. Temporada de Ibermúsica.

El onubense Javier Perianes (1978) se encuentra en plena madurez tras largos años de una evolución muy natural en la que han intervenido, como maestros o consejeros, Ana Guijarro, Josep Colom, Alicia de Larrocha o Daniel Barenboim. Hay que tener sin duda un importante bagaje técnico, una seguridad y un dominio de la letra y del espíritu para enfrentarse, de una sentada, a los cinco “Conciertos para piano” de Beethoven y salir indemne del empeño.

Perianes siempre ha sido un artista fino, de matices, de suaves regulaciones, de fraseos medidos y exquisitos, de aromas, de sutilezas y refinamientos nacidos de un temperamento y de una elegancia innata; de una capacidad de penetrar en los entresijos de los pentagramas y descubrir sus más ocultos y recónditos mensajes líricos. Han pasado los años y esas virtudes, que en ocasiones marginaban, o eso parecía, algunos aspectos estructurales o dejaban en un segundo plano la musculatura básica de las obras, orillando pasajeramente los puntos en los que el vigor, la potencia, la energía, la pegada debían dominar el conjunto, se han hecho más presentes gracias a un equilibrio distributivo, una sapiencia formal y una indiscutible claridad en la enunciación.

Pero el artista no ha perdido ninguno de sus valores primigenios, que lo distinguen de otros colegas, y nos ha mostrado su mejor cara en la interpretación de esta integral, una verdadera proeza que con las mismas formación orquestal y batuta llevará dentro de unos días a Londres. En todas sus recreaciones ha brillado, aparte su habilidad para el matiz, una técnica no por poco ostentosa menos reconocible, que le permite realizar, por ejemplo, ataques de singular limpieza y exactitud y trinos de rara perfección, en los que la rápida alternancia de dos semitonos se nos ofrece equilibrada, tersa y cristalina.

El tan mozartiano y haydniano “Concierto nº 2”, con el que se abría la serie, nos permitió advertir la ligereza de trazo, la levedad de la pulsación, la atmósfera envuelta en un clasicismo efusivo y tierno. Sobre el ritmo bien impuesto por Mena, discurrió volandera la digitación del pianista, capaz de adelgazar el sonido, de colorear con gusto. Primoroso dibujo en el “Adagio” y “sforzandi” muy justos en el “Finale”. La fuerza y el vigor aparecieron en la cadencia del “Allegro con brio” de la obra “nº 3”, subida de colores y de contrastes. El canto más apolíneo tomo vida en el “Largo”, donde se establecieron bellos diálogos con las maderas. Escalas de singular limpieza e igualdad adornaron el comienzo del “Rondó”, en el que los “staccati” fueron fulminantes y las octavas, soberanas.

El hermosísimo y magistral “Concierto nº 4” quedó imantado desde la misma cálida frase inaugural del piano, inicio de un desarrollo de un lirismo pregnante, comunicativo, en donde la efusión más íntima se adueñó de todo. Cadencia perfecta y sin adherencias. El severo diálogo del misterioso “Andante con moto” discurrió en los limites de una sobriedad expresiva de altos vuelos, de una rara concentración que puso de manifiesto el entendimiento “tutti”-solista, ampliado en el “Rondó”, que fue tocado sin desmayo ni vacilación, con una acentuación en la que se dio preponderancia a las notas picadas.

Los “Conciertos” “nº 1” y “nº 5” se dieron la mano en la segunda sesión. Tras la extensa introducción orquestal, iniciada muy piano, como se debe, el que abre la colección tuvo hechuras prerrománticas y el teclado, en su apertura –con una nueva idea- marcó el rumbo y se lució, por ejemplo, en las cristalinas escalas descendentes del final del desarrollo. Curiosamente, Perianes acentuó, de manera incluso descarnada las primeras partes del compás en los pasajes que llevan a la coda. La sapiencia para regular el discurso proporcionó un modélico empleo de “rubato” a lo largo del “Adagio”, donde brillaron de nuevo las maderas. “Sforzandi” ágiles y saltarines dieron vida a los caracoleos del impetuoso “Rondó”, de formulación tan danzable. Impecables mordentes y recreación muy sandunguera, de ímpetu contagioso.

En la amplia cadencia pianística que abre el “Emperador” habríamos deseado una mayor claridad y nitidez en la pulsación del rosario de semicorcheas, aunque el impulso fuera reconocible y vívido. Pero en su entrada posterior, después de cuatro minutos, Perianes diseñó magníficamente la escala cromática y trino subsiguiente y entonó luego con fortuna los dos temas base, operando ya las convenientes modulaciones. En el poderoso desarrollo, ninguna vacilación, con octavas muy lustrosas, y maravillosa la forma en la que la música se hizo etérea para enlazar con la reexposición, donde el piano estuvo fastuoso. Nos gustaron las alternancias dinámicas de la coda, en la que el piano trató de tú a tú a la poderosa orquesta.

Exquisito, bien cantado, de un lirismo de altos vuelos, el “Andante con moto”, cuya bellísima melodía fue expuesta sin dengues, con la mayor de las naturalidades, y muy logrado el pasaje en el que el solista se encarama, en una admirable progresión de trinos cromáticos, a una suerte de nirvana. La transición hacia el “Rondó” fue uno de los momentos mágicos del concierto. El pianista supo acentuar luego, con el salvajismo propio del caso, el agresivo tema del “Rondó-sonata” final, al que dio el necesario toque popular, aunque pudimos advertir en ciertos instantes puntuales un relativa limpieza en la digitación. Las escalas que cierran la composición, tras el sordo rumor del timbal, fueron, sin embargo, inmaculadas. Gran éxito, como cabía esperar, máxime cuando la colaboración de la London Philharmonic –de espectro más bien oscuro y relativo refinamiento tímbrico- y el atento, matizador, cuidadoso y expresivo Mena, fue en todo momento encomiable. Arturo Reverter

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

banner-calendario-conciertos