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Por Publicado el: 13/10/2008Categorías: Noticias y maldades

De Milán a Madrid

¡Que pequeño es el mundo! Eran las cinco de la tarde, que decía el poeta. El pasado domingo, 12 de octubre, la pequeña sala de espera para las puertas D01-D05 del terminal 2 del aeropuerto de Malpensa, Milán, estaba abarrotada de viajeros esperando el embarque desde la puerta D04 para el vuelo Easyjet EZY2703 de las 17:45 con destino a Madrid Barajas. Se acababa de anunciar la puerta de embarque, y aunque ya se preveía un retraso de al menos 20 minutos, enseguida se formó frente al mostrador una cola de pasajeros. Recordemos que esta aerolínea no asigna asientos a sus viajeros, de modo que quien primero entre a la cabina, mejores opciones tendrá.

A las 17:15 entran en la sala el señor Miguel Muñiz, gerente del Teatro Real con su esposa, la pianista Rosa Torres-Pardo. La cola debía andar ya cerca del centenar de personas. Caballeroso, el señor Muñiz permanece de pie en diversos lugares de la sala mientras su esposa ocupa una de las pocas plazas sentadas libres aún. Como quien no quiere la cosa, encuentra un sitio cómodo para realizar la espera, apoyado contra el mostrador de control de la puerta, a la izquierda de la cola.

A las 18:00 se inicia el embarque. No les voy a contar, que me lo guardo para cuando convenga, la conversación que mantuvieron ambos durante ese tiempo, ni cómo consiguieron sentarse en el avión en ventana y pasillo, dejando libre el asiento de en medio esperando, con éxito, que nadie se sentase en él.

¿Qué hacía Muñiz en Milán? La noche anterior, sábado 11, hubo reposición en el Teatro alla Scala de la célebre producción de Giorgio Strehler de «Las Bodas de Fígaro», en una función dedicada a la recientemente fallecida Leyla Gencer e interpretada por los alumnos de la academia de cantantes del teatro en la que era profesora, pero no parece labor del gerente la de cazar nuevos talentos para futuras producciones del Real (tarea que por cierto habría resultado bastante estéril a juzgar por lo oído en el Piermarini). Claro que si la visita a la ópera va acompañada de la visita a cierto despacho – no olvidemos que Stéphane Lissner, director artístico de la Scala, sigue siendo barajado como sustituto de Antonio Moral – las cosas parecen encajar mejor. ¿Se vivirá mejor en Madrid que en Milán?

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