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Por Publicado el: 16/01/2017Categorías: En vivo

El Holandés: Pálido regreso wagneriano

Pálido regreso wagneriano

 

EL HOLANDÉS ERRANTE, de Richard Wagner. Ópera romántica en tres actos. Repar­to: José Antonio López (Holandés), Catherine Foster (Senta), Eric Halfvarson (Daland), Charles Workman (Erik), Francisco Corujo (Timonel), Marina Rodríguez-Cusì (Mary). Coro de la Generalitat Valenciana (director: Francesc Perales). Orquesta de Valencia. Direc­ción musical: Yaron Traub. Allex Aguilera (concepto escénico). Manuel Zuriaga (escenografía). ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1300 personas. Fecha: Viernes, 13 de enero de 2017 (se repite hoy domingo, 15 de enero).

Volvió Wagner a Valencia. En esta ocasión al Palau de la Música, a través de una versión semiescenificada de El holandés errante nacida como fruto de la primera colaboración con el vecino Palau de les Arts. No se llegó a llenar el aforo a pesar de que muchas de las 1800 localidades no salieran a la venta por exigencias de la concepción escénica del montaje, diseñado por Allex Aguilera y Manuel Zuriaga, ambos del Palau de les Arts. La versión tuvo el acierto de presentar la ópera sin entreactos -tal como la concibió Wagner-, algo que no evitó que se produjera un ininterrumpido goteo de espectadores que abandonaban la sala aburridos de Wagner o de la discreta versión. O acuciados por la próstata. Vaya usted a saber.

            Este bienvenido regreso de Wagner a la capital del Turia -donde siempre ha sido tan bien acogido- ha estado mermado, sin embargo, por carencias y deficiencias de diversa índole, y su entidad musical ha distado mucho muchísimo de los excelsos wágneres escuchados en el Palau de les Arts –Ring, Parsifal, Tristan und Isolde– o incluso en el propio Palau de la Música, del que aún se recuerda su estupendo Ring concertante por entregas o, también y entre otros títulos, un sobresaliente Holandés errante, un Parsifal completo, o actos de Tristan und Isolde (segundo) y Parsifal (primero y tercero), dirigidos estos últimos por Yaron Traub.

El reparto vocal de este nuevo Holandés ha sido desigual y con excesivos baches. El personaje del Holandés requiere un barítono-bajo de consistente e intenso cuerpo vocal y enormes capacidades expresivas. El barítono murciano José Antonio López, que debutaba el rol, satisface con holgura las exigencias expresivas del desventurado navegante, con un inicio del monólogo que prometía lo mejor. Pero pronto se echó en falta una vocalidad de mayor peso, densidad e intensidad. Su voz oscura, de calidad y enormemente expresiva se queda corta, sin llegar a alcanzar la presencia sonora que requieren partitura y orquestación. Carencia aún más remarcable al tener a su lado una Senta como la de la soprano inglesa Catherine Foster, un caudaloso torrente de voz capaz de comerse al más pintado.

Tampoco colaboró el maestro Yaron Traub, que no cuidó las dinámicas de la orquesta ni atemperó el sonido para ajustarlo a las particulares condiciones acústicas, poco favorables para los cantantes, dado que estos casi siempre intervinieron ubicados detrás de la orquesta, alejados del publico y obligados por ello a rebasar la poco calibrada barrera sinfónica. Fue precisamente y con diferencia Catherine Foster lo mejor de la noche, con una vocalidad y expresividad auténticamente wagnerianas, cualidades de las que ha hecho gala en los mejores escenarios internacionales, incluido el propio Bayreuth. En Valencia configuró una Senta que conciliaba de modo admirable esa prodigiosa contundencia vocal con la fragilidad que caracteriza a la joven noruega.

Eric Halfvarson (Illinois, 1951) ha sido uno de los grandes bajos wagnerianos de las últimas décadas. En Valencia se recuerdan bien sus interpretaciones. Ya en 1996 cantó el papel de Fafner en El oro del Rin programado por el Palau de la Música, y luego, en 2007, interpretó al Gran Inquisidor del Don Carlo verdiano en el Palau de les Arts bajo la dirección de Lorin Maazel. Ahora, ya con 65 años, su poderosa voz ha perdido contundencia, decibelios, brillo y flexibilidad, aunque –quien tuvo retuvo- continúa siendo cantante de primera. De ahí que su Daland resultase tan convincente como creíble, más al tener a su lado a un Holandés tan contenido y estilizado como el de José Antonio López.

Se anunció una indisposición del tenor estadounidense Charles Workman, que debía cantar el rol de Erik. Lo intentó, pero apenas pudo mantener el tipo y salvar el papel con una interpretación estrangulada que con frecuencia rozaba el gallo. Absolutamente inadecuado por calidad y tipología vocal (no tiene graves) el tenor canario Francisco Corujo, un pálido Timonel ideal para el olvido. La valenciana Marina Rodríguez-Cusì salvó el papel remoto de Mary con su evidente profesionalidad.

Eficaz y preciso espacio escénico diseñado por Manuel Zuriaga, mientras que Allex Aguilera concibió un cuidado y cohererente movimiento enriquecido con proyecciones que convirtió en casi escenificada la discreta versión de concierto. La Orquesta de Valencia tampoco tuvo su día y se produjeron innumerables desajustes y pifias instrumentales, particularmente en la sección de viento-metal. Y esto, en Wagner, se nota que es una barbaridad. Quizá la carencia de ensayos, la falta de forma instrumental tras las vacaciones o el no muy propicio ambiente de trabajo con el maestro Yaron Traub guarden relación con tan decaída prestación de una orquesta que cuenta en su haber con notabilísimas interpretaciones wagnerianas. Yaron Traub tampoco aportó nada nuevo a una partitura tan cargada de oportunidades.

La sustancial parte coral fue encarnada por el Coro de la Generalitat, cuyas secciones brillaron con relieve tanto en los coros de marineros noruegos como en los de la tripulación del buque fantasma. Las féminas no lograron tal grado de excelencia en el famoso coro de hilanderas del segundo acto, donde la afinación y el empaste no estuvieron al nivel acostumbrado. Éxito de casi todos. Justo Romero

Articulo publicado en Levante el 15 de enero del 2017

 

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