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Por Publicado el: 01/02/2021Categorías: Entrevistas

Entrevista a José Manuel Zapata: «Para cantar Iron Maiden hay que tenerlos bien puestos»

Entrevista a José Manuel Zapata: «Para cantar Iron Maiden hay que tenerlos bien puestos»

El tenor publica «Música para la vida» un libro en el que cuenta su experiencia artística y rompe los tópicos que se asocian a la clásica y la ópera

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José Manuel Zapata, el tenor menos ortodoxo donde los haya, lleva veinte años de carrera © Enrique Cidoncha. 

José Manuel Zapata gasta un humor de esos que madrugan. Vamos, que en cuanto abre un ojo ya está sacando punta al día, aunque aquí quiera ponerse un poquito serio. Nació en Granada en 1973 y ha cantado en los teatros de medio planeta. Vivió en hoteles muchos años y un día, al levantarse, decidió que la felicidad estaba por encima de todo. Y en esa filosofía, que nada tiene de barata, milita. Con Rossini a la cabeza, claro está. Acaba de publicar «Música para la vida. From Bach to Radiohead» (Planeta), donde habla de algo que conoce desde que le parieron casi. Es un tipo generoso que se viste con un frac y deportivas, atuendo que no a cualquiera le sienta como debe. Pero él es Zapata, con veinte años de historias. Y a él le viene como un guante.

– «De Bach a Radiohead» (Planeta) se subtitula el libro que acaba de publicar. Anda que no abarca usted, señor Zapata Tenor…

-Al final abarco solo la buena música. Esto de De Bach a Radiohead es una filosofía. No existen más que dos clases de músicas, la buena y la mala. Dos compositores con tantos siglos de diferencia, al final acaban por hacer básicamente lo mismo: buena música.

– ¿En qué momento decidió convertirse en el tenor menos ortodoxo que pisa  las tablas?

Cuando decidí ser feliz y buscar la felicidad. Con la vida que llevaba de autoexigencia, de distancia de la familia y de exigencia ajena tan grande en la ópera no lo llevé bien y opté por hacer lo que me diera la felicidad y hacer lo que yo quería, no lo que los demás querían que yo hiciera.

-¿Cuántas veces ha dado el do de pecho, sin exagerar, eh?

-Cantando, muchas, porque Rossini tiene más de uno y más de dos y de tres. Y lo intento dar cada día siendo una buena persona, que aporte felicidad y no complicaciones. Si consigues poner tu granito de arena para que los demás puedan tener esa felicidad, entonces es el pleno al quince.

-¿Vendería su alma  a Peter Gelb, director del Metropolitan, por volver a pisar ese escenario?

-No, no. Venderla, no, solo se la regalaría a mi hija o a mi chica. A Peter Gelb no, porque además no es ni guapo. ¿Volver al Met? Estuve dos veces, fueron  maravillosas y no echo nada de menos esa vida de viajes, de pasar tres meses fuera de casa.

-En su corazón y en su cabeza hay sitio para Rossini y Perales. ¿Usted es formidable, como decía aquel programa radiofónico que presentaba Alberto Oliveras?

-Formidable no soy, no. Rossini y Perales me han marcado la vida; con el primero hice mi carrera operística y con el segundo intenté ligar todo el tiempo durante  mi adolescencia sin conseguirlo. Fui un desgraciado en amores durante ese periodo. La música me ha acompañado siempre desde que tengo uso de razón y ahí va a estar siempre hasta que me metan en la caja. En mi funeral tendrá que sonar música, no tengo claro cual, pero un buen Requiem de Mozart con solistas amigos y una orquesta que esté bien empastadica, no muy grande, pero que suene bien y un coro con buenos solistas… Cualquiera va a pensar que tengo ganas de morirme…

-¿Se ha sentido y se siente querido?

-Muy querido, me encanta la gente, querer y que me quieran. Siempre cuento lo que decía Mozart, cuando siendo aún un niño  de 11 o 12 años, le preguntó un aristócrata europeo por qué llevaba esa vida, lejos de la familia, sin ser un niño, todo eso para qué. Y respondió:  «Excelencia, todo eso lo hago para que me quieran». Pues por eso lo hago yo también.

-¿Recuerda el día que decidió que ya había hecho y deshecho suficientes maletas?

-No hay un día concreto, pero fue muy desde el principio. Echaba de menos a mis amigos, a mi gente querida con la que comparto las cosas importantes, que no es solamente cantar ni hacer música. Hay cosas en la vida que no estoy dispuesto ya a perderme por nada del mundo

-Escribe que «la Callas se hizo carne en Violeta Valery». ¿En quién se ha hecho carne José Manuel Zapata?

-En alguien quizá con el que soñaba en mi niñez: soñaba con ser alguien feliz, que llegara a fin de mes, que estuviera enamorado y se sintiera amado. Creo que eso sí que lo he conseguido.

-¿Cree que la ópera está herida de muerte o son pamplinas que se repiten como esa frase de que «el teatro siempre está en crisis»?

-No lo sé, pero que tenemos un problema ya te digo yo que sí. Llevamos 20 años de un desarrollo mediático y tecnológico sin precedentes donde la visualidad es impresionante y ahí vamos a tener un problema gordo si la ópera no espabila. Todo lo tenemos a golpe de click. Hay que darle una pensada. Y buscar clientes nuevos. Mejor, nuevos fans. Todas las empresas buscan eso, y nosotros no deberíamos de ser menos.

-Usted es el ejemplo vivísimo de que humor y ópera no han de estar disociados. ¿No le parece?

El humor no debe estar disociado de nada, es la vida, como la música o la comida. Qué haríamos sin humor. Y en este momento es bastante complicado: todo el mundo se molesta con todo, porque ahora nadie acepta que se ría de nadie. Se vive un tiempo muy, muy difícil para el humor.

-Usted se ha vestido de la bruja de «Hansel y Gretel» en el escenario y ha cantado enfundado en un traje de abejorro para un «Barbero de Sevilla». ¿No es un poco mosca cojonera?

-Y avispa asiática. Me he vestido de abejorro y en Palermo me vistieron de rata. Y también el Festival de Granada de cerdo. Yo creo que los directores de escena me veían y pensaban cómo ocultar el cuerpo escombro que tenía. Pero la verdad es que me lo he pasado muy bien. «Hansel y Gretel» creo que ha sido de las experiencias más chulas en ópera de mi vida. Es de los pocos papeles que me encantaría volver a hacer. Y lo haría ahora mismo. Que me llamen para hacer la bruja, desde aquí lo digo, que me escuchen, porque pienso volver a hacerla seguro.

-¿Qué queda de aquel niño gordito y con gafas que nació en Granada, en 1973?

Queda todo porque me siento ese niño. Sigo teniendo las mismas ilusiones, me enamoro de las mismas cosas y tengo las mismas quimeras y la misma fuerza. He conseguido cosas y también he fracasado. Tantos fracasos me hacen estar donde estoy hoy. Y no me arrepiento de ninguno de ellos

-Confiéselo: ¿Cuántas veces le han dicho eso de «¡Viva Zapata!»?

-Un montón. Y en México, más todavía, y «viva la madre que te parió», que me gusta mucho. Y yo digo, «¡pues ándale, pues que viva!».

-¿Hay que tenerlos bien puestos para que un tenor como usted cante a Iron Maiden? El resultado son 38 millones de visitas en web, que se dice pronto.

-Para cantar Iron Maiden hay que tener muchos bemoles. Cómo cantan, tremendo y agudísimo. Tienes que ser valiente y tener arrestos para hacer la música que quieras. Nací tenor, soy tenor y me moriré tenor. Mi propósito de vida desde un año a esta parte es llevar la buena música a todas los lugares que pueda con Bach y con Mozart y estoy dispuesto a echarle todos los bemoles y todos los sostenidos que haga falta.

-Tenor, director de orquesta, conferenciante y divulgador, autor de un libro… ¿Habría dirigido el Festival de Música y Danza de Granada?

-¿Que si me hubiera atrevido a dirigirlo? Por supuesto que sí. Me habría dejado la vida para que fuera el sueño que tengo desde hace mucho tiempo, convertirlo en el Salzburgo del sur de Europa, pero creo que Antonio Moral está haciendo un trabajo maravilloso, ha sido un gran acierto que lo nombraran. Es un tío con muchísima experiencia y ya está haciendo un festival estupendo en una situación complicadísima como es esta de la pandemia. El Festival siempre ha estado en muy buenas manos, pero ahora más. Siempre he confiado mucho en Antonio. Gema Pajares

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