Michael Fabiano: “la ópera sigue siendo un acto de generosidad hacia el público”
El tenor estadounidense Michael Fabiano, de ascendencia italiana, ha logrado construir una carrera fulgurante que lo ha llevado a los escenarios más emblemáticos del mundo. Desde el Metropolitan Opera en Nueva York hasta la Ópera de París, su nombre se ha consolidado como sinónimo de excelencia vocal y entrega escénica. Su talento ha sido reconocido con prestigiosos premios como el Beverly Sills Artist Award y el Richard Tucker Award, ambos recibidos el mismo año, un logro inédito.

Michael Fabiano en Les Arts
©Mikel Ponce
Durante su pasada participación como Manrico en Il Trovatore de Verdi, Michael Fabiano compartió su experiencia en esta producción con sede en el Royal Opera House de Londres con los compañeros de OperaWire. Lejos de ser una puesta en escena tradicional, esta versión del clásico verdiano se desarrolla en un escenario desnudo, compuesto principalmente por escaleras, lo que exige a los artistas un nivel de introspección y precisión inusuales. Fabiano no sólo ha asumido el reto vocal, sino también físico, preparando su cuerpo con entrenamientos diarios para enfrentar las exigencias de moverse constantemente mientras canta.
“Este montaje te obliga a ir al fondo de la intención actoral”, comenta. “No hay dónde esconderse. Cada gesto, cada nota, requiere absoluta claridad”. Para él, el compromiso con la visión del director es total, indicando que está “entregado musical y físicamente”.
Si bien su interpretación en el Met fue alabada como la de un “verdadero tenor verdiano”, Fabiano no se deja llevar por los elogios. Considera que Verdi representa una especie de “medicina” para la voz, una disciplina que ayuda a reenfocar el instrumento después de papeles más dramáticos. Para él, arias como “Di quella pira”, lejos de ser intimidantes, resultan incluso divertidas cuando se abordan con la energía adecuada: “Tiene que sonar como champán, no como vino tinto”.
Pero Fabiano no es solo un intérprete apasionado; también es un pensador crítico del mundo operístico actual. Defiende la necesidad de equilibrar la innovación con la claridad narrativa y la conexión emocional. “El público quiere historias hermosas contadas de forma hermosa”, afirma. “No vienen por interpretaciones crípticas que sólo entienden unos pocos”. En su opinión, directores y artistas deben recordar que el arte es, ante todo, un servicio al público. “Las personas que pagan cientos de euros por una entrada merecen una experiencia inolvidable”.

Maria Agresta y Michael Fabiano en Tosca. Licueo (c) T. Bofill
Su visión del arte como una responsabilidad se extiende también al rol del director musical. Para Fabiano, trabajar con maestros como Antonio Pappano es un privilegio: “En la estructura, hay libertad”, dice. “Cuando un director ofrece un marco claro, los artistas pueden brillar dentro de él”.
Convencido de que el canto es un acto físico, Fabiano compara la ópera con el deporte de alto rendimiento. “No se trata de ser modelos, sino de tener la resistencia para no quedarte sin aire cuando estás corriendo por el escenario”, explica. Esta visión refuerza su idea de que la disciplina y el compromiso son tan importantes como el talento.
Su recorrido profesional no ha estado exento de dudas. En sus primeros años de formación, Fabiano no estaba seguro de convertir la ópera en su vida. Sin embargo, su determinación lo llevó a superar cualquier incertidumbre. “Los grandes artistas son duros críticos de sí mismos”, asegura. “No basta con corregir los errores; hay que potenciar lo bueno hasta que se vuelva extraordinario”.
Para Fabiano, la ópera sigue siendo un acto de generosidad hacia el público. Su compromiso no es sólo con la belleza del canto, sino con la integridad del arte como puente emocional. “Si yo dejo de servir al arte, el arte deja de servir al público”, concluye.
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