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Por Publicado el: 16/04/2013Categorías: En la prensa

Muere Colin Davis

Un humanista en el podio

EL MUNDO. 16/04

La afinidad a Mozart de Sir Colin Davis implicaba una concepción de la música humanista. Caben muchas otras definiciones en la imponente carrera de un director de orquesta que ha muerto con 85 años a semejanza de un incorruptible senador romano, pero Davis podría retratarse en aquel pasaje de La flauta mágica en que el arrogante príncipe Tamino pide cuentas al estrafalario Papageno: «¿Y tú quién eres?». «Yo soy un hombre, como tú», responde el pajarero.

Colin Davis era un hombre. Un hombre que había atravesado, igual que en la ópera de Mozart, las puertas de la naturaleza, de la razón y, finalmente, del conocimiento. Se entiende así que su verdadera carrera no adquiriera vuelo, ambición metafísica y profundidad hasta que su melena desordenada empezó a teñirse de blanco.

No se trata de renegar de sus mocedades. Mucho menos cuando Colin Davis, clarinetista antes que director, destacó a finales de los años 50 como un renovador de la música británica, hasta el extremo de que lo proclamaron heredero de Thomas Beecham. El viejo maestro lo fogueó en Glyndebourne con La flauta mágica y apadrinó su primer Don Giovanni, así es que la revelación mesiánica de Colin Davis explica que fuera nombrado director de la Sadler’s Wells Opera (1961) y de la Orquesta de la BBC (1967) antes de recalar en el templo nacional de la Royal Opera House (1970).

Fueron 15 años de liderazgo que confirmaron la afinidad del maestro a Mozart y que introdujeron otras novedades desconcertantes. Bien por la reivindicación de la música contemporánea (Michael Tippet), bien por el impulso a las páginas proscritas de entreguerras (Zemlinsky) o bien porque Colin Davis se erigió en el mayor valedor de Hector Berlioz. Implicándose en las óperas imposibles del compositor francés (Benvenuto Cellini) y erigiéndose en un sublime mediador de Los Troyanos.

Semejante versatilidad explica también que se lo disputaran las grandes casas de ópera. Tardó más años en presentarse en Viena (1986) que en el Met neoyorquino (1969), aunque el mayor hito, probablemente, consistió en convertirse en el primer director británico de la historia que debutaba en el foso del Festival de Bayreuth.

Sucedió en 1977 a propósito de Tannhauser, un augurio wagneriano que predispuso la extraordinaria relación que Davis mantuvo en el circuito alemán. Sirva como prueba la década prodigiosa al frente de la Orquesta de la Radio de Baviera (1983-1993) y la sintonía que adquirió con la Staatskapelle de Dresde en unos años de intensa actividad discográfica que hicieron de maestro la referencia de la compañía Philips.

Cuesta trabajo escoger las mejores referencias. Berlioz y Mozart acaparan las razones y los premios, aunque Colin Davis concibió también un magnífico ciclo de Haydn con la Orquesta del Concertgebouw, entendió a Beethoven con los medios de la Staatskapelle y aprovechó su etapa con la London Symphony para alcanzar la esencialidad.

Fue la orquesta de su vida y ha sido la orquesta de su muerte. Desempeñaba hasta ayer la presidencia honoraria, pero Colin Davis empezó a frecuentarla en 1959 y asumió la titularidad en 1995 para convertirla en la expresión de un sonido irreprochable desde los pormenores técnicos y sensible desde la concepción humanista.

Bien lo sabían los espectadores españoles. Que lo vieron por primera vez en una gira peninsular a iniciativa de Ibermúsica en 1976 con las huestes de la Royal Philarmonic. Y que se despidieron de él en 2008, cuando el maestro inglés, arropado por la London Symphony, se atuvo a la virtud de la clarividencia y de la teatralidad en unas memorables versiones de la sexta y séptima sinfonías de Bruckner.

Casi no podía dirigir porque sufría una grave gastroenteritis, pero Davis hizo recordar entonces que los directores de orquesta no suben al podio para mover los brazos. Suben al podio para pensar la música y comprenderla entre líneas.

Se ha muerto Colin Davis y desaparece progresivamente su generación, aunque todavía están en condiciones de custodiarla Claudio Abbado, Seiji Ozawa y Lorin Maazel. Podríamos añadir a Neville Marriner, británico como él e igualmente Sir. Incluso mencionar a Cristopher Wolf. Que no tiene la fama de los anteriores, que es director de orquesta como ellos y que es el gran secreto de la familia. Porque es el hijo de Colin Davis y ha encubierto sus orígenes para evitar un trato de favor. Ruben Amón

Colin Davis, director de orquesta, nació en Weybridge (Inglaterra) el 25 de septiembre de 1927 y murió en Londres (Inglaterra) el 14 de abril de 2013.

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