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Por Publicado el: 29/03/2023Categorías: Noticias, Colaboraciones

Obituario: fallece la soprano Virginia Zeani

Adiós a Violetta

El firmante guarda un magnífico recuerdo de la soprano rumana Virginia Zeani, que acaba de dejar este mundo a los 97 años. La vio por primera vez en el Teatro de la Zarzuela el 29 de mayo de 1965, en la segunda de las temporadas de primavera organizadas por los Amigos de la Ópera de Madrid que presidía Ángel Vegas. Cantaba Madama Butterfly de Puccini en compañía del por entonces joven y saludable Jaime Aragall y por el ya experto y sólido Manuel Ausensi. Nos dejó una gran impresión por su porte aristocrático, por su compostura, por sus dotes de actriz y su elegancia. Como dato curioso debe decirse que fue precisamente esta ópera la que marcó su futuro camino al escucharla a los 6 años. Estaba tan enamorada del personaje que les prometió a sus padres que se convertiría en cantante de ópera. Se inscribió en el coro de su escuela y, con la ayuda de un benefactor, tomó lecciones de canto.

Virginia-Zeani

Virginia Zeani

Su arte, acrisolado, sólido, firme y expresivo, estaba sustentado en una formidable técnica de apoyo, un espléndido control de la respiración y una sutileza expresiva de primer orden. La voz, la de una lírica piena con ribetes de spinto, la facultaba para abordar ese personaje sufriente y enternecedor. Tenía, de natura, las armas adecuadas reforzadas a partir de 1947 cuando, tras recibir lecciones de música de Lidia Lipkovska y de canto de Lucia Anghel en su Bucarest natal y graduarse en letras y filosofía, se trasladó a Italia, donde cayó en las manos de Aureliano Pertile, que, como suele decirse, la puso en vereda para los años subsiguientes.

Fue una de las Violettas más celebradas de la historia. Hasta 656 veces llegó a cantar la parte. Era el suyo, sin duda, el tipo vocal adecuado y tenía el genio teatral necesario para ello. En aquellas funciones madrileñas de Butterfly pudimos comprobarlo de primera mano. Su espectro, tan cálido, su emisión, tan natural, su dicción, tan diáfana, su arte, tan completo, nos calaron muy hondo. Hacemos nuestras las palabras del histórico crítico italiano Giorgio Gualerzi al reconocer tanto la innegable belleza e intensidad del fraseo, variado y colorido, cuanto el perfil interpretativo, la emotividad del canto.

“Si luego a la fascinación de la voz -con cuerpo en el sonido y extensa en la gama, homogénea en el color y amplia en la resonancia, aterciopelada en el timbre y mórbida en la emisión- se sumaba el prestigio de una rara belleza, no parece fuera de lugar considerar a Zeani una de las más completas Violettas de la posguerra”. Palabras que podríamos emplear nosotros ahora para calificar a la cantante y resaltar que su arte estaba muy presente también en otros papeles afines; no en aquellos de entidad más belcantista, que requieren una voz más flexible, una técnica propia de las sopranos, más o menos dramáticas, de agilidad -Callas, con independencia de su estricta calidad vocal, es un ejemplo-, sino en los que precisan de ese toque fino, de ese arte sugerente de la media tinta, de ese impulso decididamente dramático del Verdi central o del Puccini del cambio de siglo.

En este sentido habría que situar a Zeani en la estela de una Muzio, una predecesora de altos vuelos que también había cultivado partes eminentemente líricas, en las que la rumana llegó a destacar, como Mimi, Margarita, Manon, Thais, Desdemona, Tosca, Fedora, Adriana Lecouvreur Aída, Magda (de El cónsul de Menotti)… O, curiosamente, las wagnerianas Senta de El holandés errante y Elsa de Lohengrin. La crítica no la aplaudió en igual medida cuando trató de abordar ese otro repertorio que precisa de una coloratura y una flexibilidad singulares, de acuerdo con lo que más arriba se comenta. Y cantó, por supuesto, con todos los grandes tenores de varias generaciones: Gigli, Tagliavini, Bergonzi, Kraus, Pavarotti, Domingo

Lauri-Volpi, en su famoso libro Voces paralelas, calificaba curiosamente la de Zeani como “indecisa entre lo ligero y lo lírico” y la emparejaba con la de otra insigne soprano, Rosanna Carteri, y afirmaba que “las dos voces se perderían si no poseyeran un temperamento artístico de primer orden”. Y resaltaba de nuestra protagonista “su cultura universitaria al haber conseguido la licenciatura de letras”, algo que hemos expuesto más arriba. Y comentaba el encanto personal de la soprano, lo que había desarmado las veleidades de los críticos. En todo caso calificaba a Zeani como una gran intérprete del melodrama, tan expresiva en su sinceridad como viva por su identificación con la ficción escénica.

Nuestra soprano se casó en 1956 con el bajo Nicola Rossi-Lemeni al que conoció durante unas representaciones del Giulio Cesare de Haendel. A señalar que al año siguiente participó en el estreno mundial de Diálogos de carmelitas de Poulenc cantando la protagonista, Blanche. También fue una importante intérprete de la ópera breve del mismo compositor La voz humana. Se resistió durante mucho tiempo a cantar en los Estados Unidos hasta que, en 1966, a los 41 años, hizo su tardío debut en el Met, precisamente como Violetta. Tras su retirada se convirtió en una muy competente profesora de canto, a lo que se dedicó tras la muerte de Rossi-Lemeni en 1991. Enseñó en West Palm Beach hasta 2004. Entre sus alumnos figuran algunos más tarde famosos. Citemos varios nombres: Elīna Garanča, Sylvia McNair, Elizabeth Futral, Vivica Genaux, Angela Brown, Mark Nicolson y Heidi Klassen.

Su discografía es curiosamente parva y muchos de sus registros provienen de interpretaciones en vivo, como el de La traviata de 1956, de relativa calidad sonora, en el que está bien acompañada por Gianni Raimondi y Ugo Savarese. Dirección de Angelo Questa. Con su marido grabó en 1958 Assassinio nella Cattedrale de Pizzetti. Apuntemos también un Otello de Rossini de 1960, un Piccolo Marat de Mascagni, asimismo con su esposo, de 1961, y, ojo, un Werther de Massenet con Kraus de 1971 bajo la batuta de Antonino Votto. Arturo Reverter

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