Lo que la ópera puede enseñarnos sobre la muerte
Lo que la ópera puede enseñarnos sobre la muerte
La ópera, como todas las artes, contribuye a dar respuesta a cuestiones trascendentales poniendo al espectador en la piel y corazón de todos sus personajes
En un conmovedor artículo para el New York Times, la periodista Corinna da Fonseca-Wollheim se adentra en la dimensión más humana del arte. En concreto, en lo que la ópera puede enseñarnos sobre la muerte, de la partida y la pérdida.
Como sociedad, explica Fonseca-Wollheim, rehuimos las conversaciones sobre el final de la vida, sobre el hecho de morir: “En un año en que hemos visto como diariamente morían miles de personas por coronavirus, aislados y sin sus familias, y cómo un hombre moría ahogado bajo la rodilla de un agente de policía, la posibilidad de despedirse se ha convertido en un privilegio. Y la ópera, como arte, puede alumbrar el camino hacia una conversación consciente sobre la muerte”.
El lamento final de Dido en Dido and Aeneas de Henry Purcell, el lamento de Arianna ‘Lasciatemi morire’ de Monteverdi o las arias finales de La Bohème o La Traviata animaron esta reflexión, no solo por sus últimas frases sino por cómo el final resuelve las líneas argumentales.
En la ópera, diferentes procesos que por naturaleza son largos y confusos, se condensan en escenas relativamente compactas, continúa Fonseca-Wollheim, pero al mismo tiempo y magnificados por la música, nos identificamos con ese torrente de emociones, estados psicológicos y experiencias que son efímeros en nuestra vida. “Es como si nos acercásemos a nuestros propios sentimientos y los mirásemos simultáneamente a través una lente”, explica el contratenor Anthony Roth Costanzo.
Aunque la fantasía inunde algunas óperas y por ende sus últimas escenas, las arias de despedida son testamentos que rezuman verdades universales, como el tirano cuando implora perdón, o el amor que rompe una maldición.
A partir del siglo XIX, la muerte en la ópera se vuelve terrenal, materializando su azar, que no discrimina, y tomando la forma de enfermedades contemporáneas. “Así, se invitaba al oyente a identificarse com mayor precisión tanto a la víctima como a los que sufren su pérdida”, explica el musicólogo Will Crutchfield, por lo que “sobre el escenario se produce una idealización no solo del que se enfrenta al final de su vida sino también de quien pasará el duelo”.
Así, sea cual sea el destino del personaje, el compositor lo expone con una claridad y elocuencia que es a la vez inspiradora y educativa, resalta la periodista. “El nacimiento, el enamoramiento, son grandes momentos en nuestra vida que pueden pasar casi inadvertidos y cuesta tiempo asimilarlos”, concluye Costanzo, “La ópera nos permite volver a vivir esos momentos a través de una lente preciosa y estética por la que confrontaremos aquello que da sentido a nuestra vida”.
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