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Por Publicado el: 28/10/2019Categorías: Colaboraciones

La ópera hoy en el Teatro alla Scala

La ópera hoy en el Teatro alla Scala: lo spettaculo deve andare avanti

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Teatro alla Scala de Milán

Sostiene Sviatoslav Richter (Notebooks and Conversations. Bruno Monsaigeon) que todo amante de la lírica tiene dos patrias: la suya propia e Italia. La historia de la ópera le da la razón al añorado y gran pianista soviético. Ésta, como es sabido, nació en la corte florentina a principios del seicento. Pronto tuvo un éxito muy grande en Italia y en toda Europa. El influjo de la ópera italiana, en todos sus subgéneros, en el desarrollo de las posteriores óperas dichas nacionales, es indudable. La edad dorada de la ópera italiana es también un momento extraordinario del gran repertorio de la música de la alta cultura occidental. Fue una larga temporada que duró más de dos siglos, en la que se crearon obras que hoy ocupan los primeros lugares de las listas de óperas más representadas anualmente a escala mundial. Por compositores, los que mayor número de funciones acumularon en el año 2018 fueron, por este orden, Verdi (3.286), Puccini (2.508), Mozart (3438) y Rossini (1.216). En el caso de Mozart, aunque la segunda ópera más representada de todas sea Die Zauberflöte, a cierta distancia de la más representada, La traviata, el 80% de las funciones dedicadas a sus ópera fueron a las de la trilogía con Da Ponte como libretista, que indudablemente son óperas netamente italianas.

Pero para los italianos, su propia patria, en muchos sentidos, está dejando de ser a pasos agigantados, la patria de la lírica. Hay datos que han encendido todas las alarmas entre los aficionados y entre los que consideran la ópera como uno de los mayores  patrimonios artísticos y culturales de su país en relación con su presente y futuro. Hay en la península itálica unos 25 teatros líricos que sostienen y mantienen la gran tradición de los espectáculos de ópera, que fueron especialmente populares en la época del Risorgimento. Es un hecho histórico que Giuseppe Verdi fue uno de los grandes héroes de la unificación de Italia. Sus óperas encandilaban a los aficionados a la música y sirvieron para galvanizar el patriotismo de los italianos en estos años de lucha contra Austria por la unidad del país. Ahora, excepto dos de esos teatros de ópera dispersos por toda la geografía de la península apenina, el Teatro alla Scala y el Teatro de la Ópera de Roma, están en bancarrota. La situación de los llamados entonces Enti Lirici llegó a ser tan desastrosa que en junio de 1996 el gobierno publicó un Decreto legislativo (nº 367) que transformaba esos entes en fundaciones, a fin de que pudieran captar patronazgos privados que complementaran las subvenciones estatales. Pero la situación económica no ha mejorado, sino  que al contrario, se ha vuelto inmanejable. De las 14 fundaciones que financian los teatros líricos italianos, todas excepto las ya citadas de Milán y de Roma, están en números rojos. La deuda total es de aproximadamente 400 millones de euros, la cual desborda por completo las subvenciones del Ministerio de cultura, que totalizan 138 millones de euros anuales.

Pese a la que fuera una de las mayores tradiciones del ocio de los italianos, hoy día la situación no es muy boyante respecto al número de representaciones por cada millón de habitantes. En una clasificación basada en el ingente banco de datos de la web Operabase.com, Italia figura en el lugar número 17 de un total de 20 países listados, con 23,1 funciones por millón de habitantes. Encabeza la lista Austria, con 139 funciones / millón de habitantes, muy por encima de los dos países que ocupan el segunda lugar, Suiza, y el tercero, Alemania, con ratios muy semejantes (83,7 y 83, 1). Como era de esperar, España no aparece en esa lista de 20 países estudiados por Operabase.com.

Respecto del número de espectadores anuales, el Teatro alla Scala ocupa el primer lugar en Italia, con cerca de 500.000 espectadores en la temporada 2017/2018 en la que se dieron 286 funciones. Le sigue, aunque de lejos, la Ópera de Roma, con 242.665 (antes que Roma, se encuentra la Arena de Verona, a cuyo festival estival acuden más de 370.000 espectadores).Por número de espectadores, La Scala se encuentra entre los primeros teatros internacionales, donde destacan la Bayerische Staatoper de München, con 633.000 espectadores anuales (330 funciones), y la Staatsoper de Viena, con 544.000 (324 funciones).

¿Cómo es hoy ese público del Teatro alla Scala? Más diverso, más internacional y más joven cada vez. El cambio que se ha producido en los últimos 25 años tiene varias causas. Lógicamente, para un espectador como el autor de estas líneas que conoce ese teatro desde principios de la década de 1970, se trata de un cambio muy evidente y de un público totalmente distinto. Durante las varias décadas anteriores de mi experiencia como espectador y crítico musical de los espectáculos de La Scala, el público estaba formado principalmente por abbituati della Scala; por dos razones principales: casi todas las funciones se vendían mediante abonos que se pasaban de padres a hijos, con lo que era muy difícil hacerse con un abono de nuevas. Y que todas las entradas se vendían en la bigglietteria donde si no se tenían los contactos adecuados, era casi imposible hacerse con una entrada. Conocí de primera mano esta compra exclusiva, por así decirse, de las entradas, sobre todo para los espectáculos que más interés y expectación despertaban, esas anheladas grandes noches que son ya leyenda en la historia moderna del coliseo lírico milanés. Formé parte durante bastantes años de un grupo de scaligeros que se reunió en torno a un amigo que comenzó su carrera de espectador en La Scala en los años dorados de la Callas. Y que para conseguir entradas por encargo de sus superiores en una gran empresa para la que trabajaba para llevar a sus clientes más importantes a La Scala, recurrió a un truco muy habitual en esos días: “comprar” a base de regalos que les hacía la empresa al jefe de la taquilla y a su ayudante más directo. El resultado es fácil de imaginar: seis u ocho entradas en el centro de la quinta galería para el espectáculo que deseáramos y a un precio inferior al que pagábamos en Madrid por asistir a los conciertos populares de los domingos de la Orquesta Nacional en el Teatro Real, cuando éste era una sala de conciertos.

Las cosas empezaron a cambiar con la venta online por internet. Salvo algunas excepciones que veremos a continuación, las entradas se pusieron a disposición de cualquiera que pudiera comprarlas en la web oficial del teatro, fuesen de donde fueren. Poco a poco, los turistas y los italianos de fuera de Milán que querían asistir a uno de los renombrados espectáculos de La Scala, pudieron hacerse libremente y con la anticipación necesaria, de las entradas que desearan, pues en teoría, el primero que seleccionara una entrada y la pagara, la obtenía sin más problemas. Se acabaron para muchos turistas la frustración  de ver tarde tras tarde la banda en las carteleras anunciando el tutto esaurito, el todo vendido.

Esta internacionalización del público de La Scala, especialmente evidente en las funciones fuera de abono, en las que el teatro se llena de turistas, espectadores ocasionales que miran con asombro el vestíbulo o atrio de entrada  y la sala Piermarini, provistos de teléfonos móviles con los que no paran de tomar y sacarse fotografías, ha permitido incrementar los precios, pues se sabe que hay visitantes dispuestos a pagar 450 euros para espectáculos normales y hasta 3.000 euros para asistir a la glamurosa y deseada Prima della Stagione del 7 de diciembre, para hacerse con una entrada en el patio de butacas, en la platea o en los palcos centrales de los dos primeros pisos.

La contrapartida es que eso permite tener un ambicioso proyecto para atraer a un público cada vez más joven, incluyendo a los niños, ai bambini. Para ello, en primer lugar, se ha puesto a la venta a precios muy reducidos y sólo para menores de 30 años (y un máximo de dos entradas por comprador) la llamada anteprima, que entre nosotros se llama ensayo general. La iniciativa está teniendo un gran éxito y está permitiendo que aumente en gran medida el porcentaje de jóvenes en la audiencia total. El objetivo es llegar en los próximos años al 30% de espectadores menores de 45 años.

La otra medida para crear desde muy pronto el necesario relevo generacional de aficionados a la lírica, consiste en el llamado proyecto de La Scala per i bambini (La Scala para los niños), del que formaron parte, en noviembre de 2016, mis dos nietos mayores (entonces de 9 y 7 años, respectivamente). Para ello se eligen títulos que puedan adaptarse a espectadores infantiles, fundamentalmente en lo que atañe a su duración, pero dejando siempre la mejor música de las ópera que se van a enseñar a los niños. En aquella ocasión se trataba de una adaptación muy bien hecha de La cenerentola de Rossini, que está teniendo tanto éxito que se ha puesto en escena en años sucesivos, incluyendo la presente temporada, en la cual se ha incluido otro título, L’elisir d’amore per i bambini que ha recibido muy buenas críticas en los diarios italianos. El éxito de estos espectáculos para niños se debe también a su vertiente económica: cada niño paga un euro por su entrada (sólo salen a la venta las que tiene la visibilidad adecuada) y sus padres o familiares que les acompañan, 40 euros por persona.

Otra iniciativa del actual sovrintendente de La Scala, Alexander Pereira – quien será sustituido por Dominique Meyer a partir de 2021—para reclutar nuevo público, se basa en el éxito entre los jóvenes de los llamados flashmob en Facebook, YouTube y otras redes sociales. Pereira ya tuvo esa idea cuando era el Director de la Ópera de Zürich y se llevó a toda la compañía a la Hauptbahnhof (Estación Central) de esa ciudad para hacer una representación de La traviata. En esta su antepenúltima temporada en el teatro milanés, el lugar elegido fue el aeropuerto Malpensa de Milán; y el título, L’elisir d’amore que se representó en las zonas de salidas (primera parte) y de llegadas (segunda parte), con los mostradores de facturación, paneles de anuncios de vuelos, cafeterías y restaurantes de comida rápida, cintas de equipaje, etc., como decorados naturales. Este remedo de flashmob se retransmitió por la televisión pública italiana RAI 5 y tuvo notable audiencia.

Finalmente, y como se ha dejado dicho anteriormente, hay excepciones a esta democratización en la venta de entradas para asistir a un espectáculo de La Scala. Se trata de los abbituati de siempre, principalmente los del paraíso, los entendido y exigentes loggioniste que reclaman el derecho adquirido a sus asientos en la sexta galería, en todo lo alto de la sala Piermarini. Y se basan en que hace 40 años, el que era sovrintendente, el reconocido impresario Paolo Grassi creó la Asociación de Amigos del Loggione, concediendo a sus miembros, una especie de círculo cerrado de amigos y conocidos apasionado de la ópera,  una especie de garantía de que el loggione , el paraíso de La Scala iba a ser suyo de por vida.

Pero tengo para mí que el cambio del público de La Scala es imparable y que sus entendidos, ruidosos, exigentes, ocurrentes y  divertidos loggioniste son una especie en vías de extinción. Lo cual sería, en mi opinión, una lástima, pues se terminaría así algo tan inequívocamente propio de la historia y la vida de los teatros líricos italianos, y asimismo se acabaría el ambiente de expectación ante los grandes acontecimientos y el sentido apasionado con el que dan color y calor al teatro lírico, tanto cuando pitan, protestan y abuchean lo que no les parece bien y no les gusta , como cuando, al final de una gloriosa representación, gritan estruendosos Bravi! y arrojan ramos enteros de flores a los artistas que les han hecho disfrutar de su desbordada pasión por la ópera. Fernando Peregrín Gutiérrez

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