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Por Publicado el: 13/10/2004Categorías: Crítica

Renée Fleming en el Real: Triunfo para un aperitivo

Renée Fleming en el Real
Triunfo para un aperitivo
Obras de Haendel, Massenet, Korngold, Strauss, Previn, Gershwin, Verdi, Dvorak, etc. Renée Fleming, soprano. Orquesta Sinfónica de Madrid. Jesús López Cobos, director. Teatro Real. Madrid, 12 de octubre.
Dicen que “menos da una piedra”, valga por el concierto de Renée Fleming en el Teatro Real. La americana es una de las sopranos más admiradas en el panorama lírico de hoy y es una lástima que nos tengamos que conformar con escucharla en concierto, con un programa deslavazado, y no en una ópera completa. ¿Quién ha seleccionado el repertorio? ¿Dónde esos “Cuatro últimos lieder cantados en Lucerna este verano? ¿Dónde la escena final de “Capriccio”? En su lugar que nos ha ofrecido lo que casi podría considerarse una sucesión de propinas, como “Summertime”, “O, mio babbino caro”, el lied “Cecilia”, etc.
Fleming es un compendio de las virtudes y defectos del mundo musical actual. Declara que canta ópera sólo dos veces al año para no alejarse mucho tiempo de su casa. La razón principal es que una ópera requiere mucho tiempo de ensayos no pagados y a un concierto se llega dos o tres días antes, se canta, se cobra y se parte. Y cuanto menos se prodiga uno, más se puede cobrar y en su caso hablamos de cifras astronómicas. Fleming canta casi todo, desde Strauss a Bellini, y de ahí que se la pueda escuchar un estupendo “Capriccio” o un deplorable “Il Pirata”.
La voz de Fleming es bella, acariciadora en su timbre, pero nada opulenta. Quienes estuvimos en la pasada inauguración del Festival de Lucerna y escuchamos a Fleming y Urmana en la misma sesión hemos podido comprobar el trecho entre una gran voz y una discreta. Empezó con dos arias de “Rodelinda” de Haendel, que no la iban nada, con la voz fría, áspera y coloraturas de andar por casa. Disimuló la cortedad de graves en el bolero de “Vísperas sicilianas” de registro demasiado extenso para sus características. En cambio bordó el aria a la luna de “Rusalka”, colocado muy inteligentemente como cierre, mostrando sus buenas capacidades para filados y medias voces, así como un fiato más que apreciable en la pieza de “Un tranvía llamado deseo” de Previn. Logró empastar excelentemente la voz con la orquesta en los lied “Cecilia” y “Morgen” de Strauss y, sobre todo, lució un compendio de sus virtudes en el aria de “La ciudad de los muertos” de Korngold. En ella brillaron gusto, musicalidad, buen decir y una cierta dosis de amaneramiento al borde de lo admisible.
Fue acompañada con calidad por la Sinfónica de Madrid y López Cobos, con solos sobresalientes del concertino Rafel Khismatulin. Con un sonido así, mantenido, no puede servir de excusa la orquesta para que los grandes no vengan a cantar al Real. Un gran triunfo para un aperitivo. Gonzalo ALONSO

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