Rosalía se sirve de la ópera, que no la necesita
Rosalía se sirve de la ópera, que no la necesita
No hay nada más viejo que ciertas inútiles provocaciones. La cantante Rosalía se ha vestido estos días de monja para promocionar su nuevo disco, en el que dice haberse inspirado en parte en la ópera Carmen (según la publicidad), cuya protagonista resulta poco o nada religiosa.
Pero lo antiguo no es regresar a Bizet, que se sirvió de uno de esos mitos universales que España ha aportado a la cultura (como el Quijote y Don Juan), en mayor abundancia y profundidad que otras naciones supuestamente más prestigiosas y desarrolladas en el ámbito del pensamiento y el Arte (gracias al márketing), sino que esta cantante, que en buena medida ha desperdiciado su talento para el flamenco puro, se nos aparezca ahora disfrazada de novicia rebelde.
Rosalía estrena nuevo trabajo discográfico, con fuerte influencia de la fe y la música clásica
Eso, sin duda, ya lo hizo mejor Madonna, en los 80, sirviéndose además de una parte de la iconografía cristiana, como los crucifijos y variadas encarnaciones del Mesías, para provocar deliberadamente la reacción del Vaticano y los católicos en general: meterse con la Iglesia suele servir siempre como eficaz reclamo y campaña publicitaria.
Rosalía ha recurrido a la Sinfónica de Londres, que tiene un largo historial de alquilarse por horas para los más variados empeños fuera de horario laboral (grabación de bandas sonoras, arreglos para todo tipo de artistas, anuncios, …), para darle a su nueva propuesta un cierto empaque y lustre, a medio camino entre las colaboraciones de Freddie Mercury con Montserrat Caballé, las sofisticadas partituras de Michael Nyman para Peter Greenaway (“El cocinero, su mujer y su amante”) y algo de Lady Gaga, más los pretendidos añadidos de Vivaldi, Mozart, …
Si esta pretendida vuelta de tuerca a la “Pop Opera” sirve para acercar a los más jóvenes al género lírico, bien estará. Pero a los precios de las entradas de la ópera en España, lo más normal es que los chicos no pasen de ahí, con lo que, como siempre, la idea del género lírico vuelve a desnaturalizarse, de nuevo inútilmente.
Lo falsamente operístico (la ambientación barroquizante, los gorgoritos metálicos, los arreglos ampulosos) se impone aquí como sofisticado empeño por apropiarse de la esencia del belcanto aplicándole un sello de innecesaria, calculada modernidad, con fines meramente espurios: el estudiado cálculo comercial pretendidamente disfrazado de arte.


























Una crítica muy acertada y necesaria
El disco de Rosalía me ha gustado, vamos, el único que me gusta de ella. Ese mezclar géneros tan hortera de sus discos anteriores, que nunca terminé de escuchar, aquí, al ser un álbum básicamente melódico (antiguo, de toda la vida) hace que su voz brille más. Casi todas las canciones me gustaron pero esto se parece a una ópera en el blanco de los ojos
Que feo es demeritar la naturalidad de un artista a la hora de expresarse; dando por hecho que su aproximación a un “canto operistico” debe ser únicamente por marketing y ni por autenticidad. En vez de sentir aprecio y alegría viendo que aunque fuese solo un joven (y seguro que habrá muchos mas) se interesase por un género musical de nicho …
Todo el artículo destila superioridad moral y un hedor clasista …
Me parece que la superioridad moral y el hedor, no sé si clasista, pero sí de fanático es suya cuando habla de “nichos”. Cuando las cenizas de Rosalía se hayan perdido en el tiempo “like tears in rain” todavía habrá, por ejemplo, wagnerianos.