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La Nueva España: Los líos del Real
Por Publicado el: 22/11/2008Categorías: En la prensa

Se disponen a traer a dirigir el Teatro Real a un burócrata con ínfulas de artista

Se disponen a traer a dirigir el Teatro Real a un burócrata con ínfulas de artista. LA RAZÓN
Rompedores profesionales 22 Noviembre 08 – José María MARCO
Madrid, como todo el mundo sabe, es mucho más rico que Nueva York, ese pequeño puerto perdido al norte de un mar remoto. ¿Manhattan? Un barrio periférico sin más vida cultural que unos cuantos centros comerciales. De hecho, allí nos envidian. Por eso parece que se disponen a traer a dirigir el Teatro Real a un burócrata con ínfulas de artista que en Nueva York no se pueden pagar. ¡Infelices neoyorquinos! El señor gestor se llama Gérard Mortier y su primera característica es que resulta carísimo. Eso gusta mucho en España, donde el caché viste, sobre todo en círculos políticos. A nuestros gobernantes les gusta el relumbrón. Además, Mortier estuvo a punto de arruinar el festival de Salzburgo y como informaba hace poco LA RAZÓN, ha ido dejando agujeros económicos en Bruselas, París y, también, Salzburgo. Nada mejor en tiempos de crisis que contratar a un gestor con este historial. Por si fuera poco con todo lo anterior, Mortier tiene fama de rompedor. Es de la raza de los progresistas profesionales, transgresores de superlujo que no transgreden por menos de una millonada. Podían transgredir en su casa, a las horas de comer. No transgredirían bastante, claro está. Necesitan público, aplausos y el dinero -a raudales- del contribuyente. Madrid, que en otros tiempos tuvo una gran tradición operística, necesita ahora alguien que consolide el proyecto del Teatro Real, que dé el último empujón a la orquesta, que aumente la afición con un repertorio que atraiga al público y a los patrocinadores, con puestas en escena inteligibles, no muy caras, que no supongan un insulto a la ópera, a la música, a los artistas y a los que pagan la entrada. Al paso que vamos, el Real va camino de convertirse en todo un símbolo de la política cultural de las administraciones públicas españolas. Hay afición, buenos músicos, grandes profesionales del teatro, excelentes instalaciones. Fallan quienes más responsables y exigentes deberían ser. Cuando se quiera conocer lo que no hay que hacer en este campo, habrá que empezar a estudiar este caso. No es el único.

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