¿Donald Trump adora la ópera? Eso parece sugerir uno de sus más estrechos colaboradores, un tenor al que el presidente norteamericano pretendió convertir en un nuevo Pavarotti, al descubrirlo. Su desconocida pasión lírica, que practicaría en banquetes nocturnos de la casa familiar de Miami, quizá se halle en el origen de su intención de rebautizar el Kennedy Center con el nombre de la Primera Dama que, además, en apenas un mes, verá cómo el género lírico suma un nuevo título con la novedad que le dedicarán en Londres, Melania: The Opera.

Donald Trump y su tercera esposa, ¿aficionados a la ópera?

Las crónicas que llegan desde el otro lado del Atlántico señalan que Donald Trump rara vez suele perdonar un fin de semana de golf en sus dominios de Mar-a-lago, incluso si el mundo amenaza con desmoronarse. Pase lo que pase, la pareja presidencial suele disfrutar allí, durante el asueto, de mágicas cenas con su séquito de invitados “a la luz de las velas”.

Pero, ¿cómo se desarrollarán esos banquetes nocturnos en la cálida residencia sureña del mandatario? Algunos detalles tenemos, y otro tanto podemos aventurar, gracias a las oportunas revelaciones de uno de esos personajes secundarios que, a veces, resultan de mucho más efecto que los principales _ mayormente obligados a guardar una cierta discreción_, a la hora de calibrar los actos y pensamientos íntimos de los poderosos.

Al morir uno de sus hermanos, durante el velorio, Trump se encontró hace unos años con un cantante, un proclamado tenor que solía amenizar los actos privados del familiar, cosas de beneficencia y saraos varios. Conmovido por la actuación que este hombre, Christopher Macchio, realizó allí mismo (alguna canción sacra, suele prodigarse mediante el Ave Maria de Schubert), el hoy dos veces presidente se presentó ante él. “Quizá algún día llegues a ser tan conocido como mi buen amigo, Luciano Pavarotti”, le dijo.

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A partir entonces, Macchio se convirtió en un colaborador asiduo de Trump que, durante la última campaña electoral, contó con él en citas tan relevantes como su mitin en el Madison Square Garden, donde interpretó una versión del clásico New York, New York. Macchio suele visitar con cierta frecuencia Mar-a-lago, unas veces como invitado y casi siempre para amenizar los encuentros. Por él sabemos que a Trump no solo le gusta la ópera, sino que hasta suele ejercer de disc-jockey durante las cenas. Sirviéndose de un IPod (ahora será ya un IPhone), el líder de los republicanos va seleccionando la música para los comensales, donde jamás faltarían los grandes “hits” de la lírica.

Sin embargo, en sus medidas apariciones públicas, cuando deciden asistir a los teatros, el matrimonio Trump suele preferir los musicales, como el reciente Los miserables, que el presidente se empeñó personalmente en hacerse programar en el Kennedy Center, el nombre hasta ahora del principal centro cultural de Washington. En breve, podría pasar a llamarse Melania Trump, first lady Opera House, Casa de Ópera de la primera dama, Melania Trump, si prospera una iniciativa presentada en el congreso por las huestes republicanas, que ha indignado a algunos miembros de la familia Kennedy.

Si esta iniciativa prosperase, ya hay una obra que podría tener todas las papeletas para representarse allí mismo, en un futuro próximo. Se trataría del nuevo título que Jeremy Lind y Melinda Hughes han creado para su estreno en el Cockpit , el 25 de septiembre, como parte del escasamente conocido Tête a Tête, un pequeño festival lírico que se celebra en Londres. Melania: The Opera es una farsa cómica, una distopía ambientada en el deseo de Putin de seguir avanzando hacia el Oeste en su calculado deseo de dominar Europa occidental.

A la primera dama se le presenta un complicado dilema: seguir apoyando los planes del presidente ruso, como haría su marido, u oponerse a la inminente invasión de Eslovenia, su país natal. Con esos mimbres, el tono desenfadado de la farsa y la intención de los autores de indagar sobre la enigmática personalidad de la antigua modelo, resultaría difícil pensar que la nueva ópera pudiera estrenarse en Norteamérica bajo el amparo de los Trump. Aunque Peter Gelb seguramente se lo pensaría, para poder representarla en el Met.