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Por Publicado el: 22/12/2012Categorías: Crítica

AGRIPPINA (G. F. HAENDEL) Teatro Campoamor de Oviedo

AGRIPPINA (G. F. HAENDEL) Teatro Campoamor de Oviedo. 20 Diciembre 2012.

En las últimas décadas el barroco se ha convertido en algo bastante habitual en los teatros de ópera. La proliferación de orquestas y grandes maestros especializados en este género son buena prueba de ello, así como garantía de excelentes representaciones. Oviedo no es una excepción y ha vuelto a programar una ópera de Haendel, como ya ocurriera en los últimos años con Ariodante o Alcina. El mayor problema en Oviedo es encargar a las orquestas locales de sus interpretaciones. Nos hemos acostumbrado a escuchar magníficas ejecuciones por parte de prestigiosas orquestas, muchas de ellas en giras por Europa, y, aunque se puede entender que las circunstancias económicas no están para grandes eventos, el resultado no el mismo. Al menos hace 3 años tuvimos a Andrea Marcon al frente de la dirección musical.

                                                                                        Escena
Agrippina es la segunda ópera que Haendel estrenó en su estancia en Italia, tras Rodrigo, y está basada en la historia de Agrippina, esposa del emperador Claudio y madre de Nerón, y sus intrigas para asegurar que su hijo consiguiera la corona del imperio romano. El libreto del Cardenal Vincenzo Grimani es uno de los mejores de la historia de la ópera, lleno de ironía, humor y doble sentido. Sin duda, el origen veneciano del Cardenal y su oposición a Roma, tuvieron mucho que ver con el alumbramiento de este libreto. Evidentemente, la libertad artística de la que se disfrutaba en Venecia en 1709 nada tiene que ver con la de los Estados Pontificios. Haendel usó el libreto para componer una música muy adecuada a esta ópera semiseria, prestándose a sí mismo, como era habitual en la época, pasajes conocidos de otras óperas y oratorios de la misma época italiana. Arias del Trionfo del Tempo e del Disinganno están aquí presentes, como lo están también pasajes de Rodrigo. La ópera tiene una gran frescura musical y me parece un acierto que los teatros de ópera vuelvan su atención hacia esta estupenda ópera.

Oviedo nos ha ofrecido una nueva producción de Marianne Clement, que es una coproducción con la Vlaamse Opera, habiendo sido estrenada hace un par de meses en Gante. A esta directora de escena no le falta imaginación, como ya lo demostrara en este mismo teatro con sus producciones de Il Viaggio a Reims e Il Barbiere di Siviglia. Su fértil imaginación nos lleva en esta ocasión a unos estudios de televisión en el rodaje de una serie inspirada en las muy conocidas de los años 80, como Dallas o Dinastía. No está mal traída la transposición, puesto que Agrippina no es sino una narración de ambición y poder, como si de Sue Ellen o Alexis Carrington se tratara.

                                                                                      Escena

La producción funciona bien, en general, aunque Marianne Clement no acaba de desarrollar plenamente su idea original. Por un lado, el libreto tiene muchas alusiones a una época concreta: César, Emperador, Captitolio, Roma, Lazio, etc., lo que hace que la producción chirríe en algunas ocasiones. Por otro lado, esta historia de ambición y poder encuentra su mejor expresión en un mundo de lujo y riquezas, lo que no ocurre aquí, ya que el vestuario de Julia Hansen – a diferencia del de Christian Lacroix en la producción de Berlín – tampoco está en consonancia con el ambiente al que me refiero.

Tiene, sin embargo, la producción aspectos positivos, especialmente en forma de una escenografía (también de Julia Hansen) a base pequeños módulos, que permiten rápidos cambios de escena a la vista, lo que da un buen ritmo a la acción. A esto habría que añadir el hecho de que los módulos escénicos (como si de platós de televisión se tratara) se colocan siempre en el frente del escenario, lo que ayuda a que las voces lleguen en buenas condiciones a la sala. El escenario siempre tiene dos niveles: el inferior, donde se desarrolla la acción en los distintos módulos (oficina, sala de reuniones, baño, terraza, restaurante de club de tenis), mientras que en la parte superior hay una pantalla, donde se proyectan videos alusivos a la acción, que tiene como mayor inconveniente el de ofrecernos invariablemente imágenes de los personajes interpretados por los artistas que estrenaron la producción en Gante. La iluminación de Bernd Purkrabek no es particularmente brillante. La aparición final de Juno no es sino la de una ayudante de dirección, que entrega a los actores el guión para él próximo capítulo de la serie.

La dirección de actores no está muy conseguida, salvo en algunas escenas, en las que le humor aparece. En resumen, se trata de una producción imaginativa y cuyos resultados se quedan a medias.

El punto más débil de esta representación de Agrippina ha estado en la parte musical. Como decía más arriba, estamos acostumbrados a escuchar grandes orquestas barrocas, entre las que no hay que olvidar algunas de nuestro propio país, y hay que reconocer que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias ni es una orquesta barroca ni tiene la calidad requerida para salir triunfante de la prueba. Si algo hizo agua fueron los violines. El director era el australiano Benjamín Bayl, que nos ofreció una versión bastante plana y ramplona de la ópera. Su currículum tampoco hacía esperar mucho. Baste decir que aparece habiendo dirigido en el Festival Aste Nagusia (Semana Grande) de Bilbao, de cuya existencia no tenemos noticia sus habitantes. Agrippina es una ópera larga, que necesita una dirección más inspirada que la suya.

                                                                             Anna Bonitatibus

En el estreno de Gante la triunfadora fue la mezzo soprano sueca Ann Hallenberg en el personaje que da título a la ópera. En Oviedo la protagonista ha sido la italiana Anna Bonitatibus, que ha sido de lejos la mejor cantante en escena. Su Agrippina tuvo grandes dosis de calidad, tanto escénica como vocalmente. La voz no es muy grande (no hace falta aquí), destacando poderosamente su expresividad cantando. Cada palabra tiene su acento preciso y en este sentido voló muy por encima de todos sus compañeros de reparto, aunque el público no pareció darse cuenta.

La soprano rusa Elena Tsallagova ofreció una atractiva figura en escena en el personaje de Poppea. Vocalmente, se trata de una soprano ligera, prácticamente una soubrette, que cumple bien en el personaje, pero cuya adecuación me resulta más discutible. El personaje de Poppea está muy cerca de la Cleopatra de Giulio Cesare y hace falta una voz de más peso y con mayor variedad de colores para resultar convincente. Esta joven soprano es más Despina que Cleopatra.

La mezzo soprano italiana Serena Malfi fue la intérprete de Nerón, en lugar de Renata Pokupic, quien lo cantara en Gante. Esta joven cantante está haciendo una carrera interesante y en nuestro país tuvimos ocasión de verla anteriormente en La Cenerentola (Valencia) y La Clemenza di Tito (Madrid). La voz responde a una mezzo lírica, tiene calidad, está bien emitida, quedando corta de variedad de colores. Su timbre resulta bastante impersonal y no es de las cantantes que uno recuerda durante mucho tiempo. Su gran momento, el aria de bravura “Come nube che fugge dal vento”, procedente del Trionfo del Tempo e del Disinganno y que la ha incluido en sus conciertos Cecilia Bartoli muchas veces, pasó casi inadvertida.

                                                         Anna Bonitatibus y Elena Tsallagova

El personaje de Ottone fue interpretado aquí por el contratenor español Xavier Sábata, mientras que, curiosamente, en Gante lo interpretó una mezzo soprano (Kristina Hammärstrom). Sábata destaca en agilidades, sabiendo usar francamente bien su instrumento, pero su voz tiene escasa proyección en el centro y tampoco su timbre es de una gran belleza. Tuve el privilegio de escuchar en este personaje a Bejun Mehta y la diferencia es grande.

Pietro Spagnoli fue Claudio y se quedó a medio camino en todo. El Emperador tiene que ser un personaje manipulado y auténticamente bufo. Spagnoli se queda muy corto como bufo y tampoco da la talla como serio. Digamos que cumplió y no mucho más.

En los papeles secundarios las cosas estuvieron medianamente servidas. El personaje de Pallante fue deficientemente servido por Joao Fernandes, cuya presencia en un escenario resulta poco justificada.. El contratenor Flavio Ferri-Benedetti fue un Narciso de voz pequeña, de timbre sin personalidad y de escasísima proyección. Finalmente, Cristina Faus estuvo bien como Giunone, con centro particularmente sordo.

El Teatro Campoamor ofrecía una entrada de alrededor del 80 % de su aforo, que bajó considerablemente tras el segundo intermedio. El público se mostró muy frío durante la representación, aplaudiendo tímidamente en tres ocasiones únicamente. La recepción final fue también fría, con ausencia de bravos dirigidos a ninguno de los artistas.La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 4 horas y 14 minutos, incluyendo dos intermedios de 51minutos en total, más algunas muy breves paradas para cambios de escenario. Una duración puramente musical de 3 horas y 19 minutos. La versión musical fue muy completa. Los tibios aplausos finales se prolongaron durante 4 minutos. La localidad más cara costaba 162 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 118 y 50 euros, costando la entrada más barata 45 euros. José M. Irurzun

Fotografías: Cortesía Ópera Oviedo. Copyright: foto Alfonso

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