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Por Publicado el: 13/01/2006Categorías: Otros

Abatiendo Zps

Matando ZPs

Llevo varias semanas fuera de España y trato de ponerme al día. Abro mi correo electrónico. Me llega un email de remitente conocido, en el que se me aclara que puedo abrirlo porque no contiene virus y que, además, es importante que lo abra ya que la información que contiene ha sido verificada por la policía y otras fuerzas de seguridad del Estado. Comprenderán que sucumba al pecado de la curiosidad. Me encuentro con un texto en el que se advierte del peligro de avisar con las luces a cualquier otro coche que las tenga apagadas. Puede haber “ciegos” que eso es lo que estén esperando, seguirán al vehículo que les haya advertido y matarán a todos sus ocupantes. Es el procedimiento de iniciación para ingresar en una nueva banda.
Leo los periódicos atrasados y me encuentro con el asesinato de un pobre hombre que ha intentado esquivar a una niña que se lanzó sobre su coche y a quien, afortunadamente, sólo había magullado. Los familiares de la niña le han acribillado. Leo también que dos jóvenes han matado a un tercero en una gasolinera tras una discusión por un pequeño roce entre sus coches. Leo en un tercero que una mendiga anciana ha sido quemada viva por tres menores dentro de un cajero bancario. Sigo leyendo que el propietario de un chalet ha dejado fuera de combate a dos de los ocho individuos que presuntamente habían entrado a su casa a perturbar su paz. La familia declara haber escuchado a los asaltantes que pensaban matarlos aunque les entregasen todo el dinero que tuviesen. El cabeza de familia figura como imputado por intento de homicidio.
Entre lectura y lectura, me acuerdo de un matrimonio amigo que fue a pasar su luna de miel a Bogotá. A la salida de un espectáculo no encontraban transporte. Tres jóvenes les asaltaron. Les preguntaron qué querían y les ofrecieron todo lo que llevaban. Les contestaron que deseaban dinero y matarles. Ellos intentaron huir y forcejearon. Dispararon sobre el marido y le hirieron. Ella logró escapar, gritar y salvar el pellejo. Pudo volver a tiempo para socorrer a su pareja, que pasó tres semanas en un hospital. La vida tiene un valor distinto para unos que para otros.
Voy a cenar a casa de unos amigos y me llevo a mis hijos – este fin de semana me toca “ocuparme” de ellos- , que se reúnen con los de mis anfitriones en el cuarto de juegos de la buhardilla de la casa mientras los mayores cenamos. ¿A qué habéis jugado? les pregunto en el coche en el camino de vuelta mientras vigilo no encontrarme ningún coche con las luces apagadas y que no me salga peatón o motorizado en ningún cruce. “A matar ZPs? responden. Me quedo estupefacto y les pregunto en qué consiste el juego. “Es muy divertido. Se trata de eliminar en la playstation al monigote que siempre sonríe. Si le das, en vez de sonreir, hace muecas”. “¿Dónde se compra ese juego?”. “Lo han construido Pepe y Luis”, me responden. Esa noche no puedo dormir. Me levanto, atranco la puerta y pongo la alarma.
Al día siguiente les consulto qué película quieren que compremos en el videoclub. Escogen una de Jean Claude Van Damme que se llama algo así como “Blanco humano”. Una organización proporciona a sus clientes blancos humanos que son soltados en el campo como eran soltados leones y otros felinos, viejos y enfermos, en una finca española a fin de ser abatidos en peculiar cacería. Lo acababa también de leer en uno de los periódicos amontonados durante mi ausencia.
Cuando llegamos a casa enciendo la televisión y me encuentro con unos señores discutiendo si a los niños hay que educarles en catalán o castellano. ¡Cómo si a las víctimas les fuera a importar serlo en catalán o castellano! Me alarmo aún más porque, por una vez, también a mí me dan ganas de ponerme a jugar con la playstation de mis hijos. ¿Cuándo hemos perdido la cabeza y el sentido común? ¿Habrá forma de recuperarlos?
Gurnemanz

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