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Por Publicado el: 09/07/2012Categorías: Crítica

Ainadamar, tópico canto fúnebre

​TÓPICO CANTO FÚNEBRE

​Golijov: “Ainadamar”. Nuria Espert, Jessica Rivera, Kelley O’Connor, Nuria Rial, Jesús Montoya, Miguel Ángel Zapater, David Rubiera, Ángel Rodríguez. Director musical: Alejo Pérez. Director de escena: Peter Sellars. Producción Ópera de Santa Fe. Estreno mundial de la versión preparada para el Real.

​Esta ópera de Osvaldo Golijov (La Plata, 1960) se estrenó en su primera versión en 2003. Dos años después se hizo una importante revisión para Santa Fe. El pasado Festival de Granada la acogió en nuestro país y ahora, nuevamente retocada, llega al Teatro Real. El autor ha incluido una suerte de coro femenino griego de diez integrantes, presentes en todo momento sobre una escena única, y ha desdoblado el papel de la actriz Margarita Xirgu. La hábil música del compositor capta la atención en un primer término, aunque luego acaba cansando por la repetición de efectos y efectismos. Sobre la idea de Ainadamar, Fuente de lágrimas en árabe, cercana al paraje donde fue fusilado Lorca, se trenzan, con la figura de Mariana Pineda al fondo, tres escenas o imágenes que nos hablan de la relación entre el poeta y la Xirgu, que cuenta a una alumna sus recuerdos.

Los tics habituales de Golijob afloran a primer plano: palos flamencos, giros jazzísticos melismas y ostinati rítmicos y un rosario de temas árabes, judíos, gitanos o de procedencia cristiana. Se abusa hasta la saciedad de los pedales sobre todo graves, notas largas fijas que sirven de lecho a las figuraciones melódicas y rítmicas, con frecuente empleo de percusión afrocubana y rasgueo de guitarras. Una cierta sensación de sopor nos invade de vez en cuando.

En esta producción no hay una continuidad narrativa, como sí la había en el discutible montaje granadino de Luis de Tavira. Todo es abstracto y no poco grandilocuente. Hay que jugar con las ideas y barajar las imágenes poéticas, que se nos ofrecen sin disimular los tópicos, los gestos y el sempiterno signo coreográfico del movimiento, que se desarrolla en un único escenario, el constituido por un espacio cerrado conformado por pinturas de Gronk de apariencia abstracta pero que desarrollan imágenes a medio camino entre un expresionismo de nueva hora y una curiosa estilización a lo Klimt. Escenografía eficaz para describir la tragedia, cuyo cierre no queda bien rematado cuando se abre el fondo del escenario y se ve la Plaza de Isabel II.

Desigual el coro de diez voces, cuyos movimientos –tan del gusto de Sellars- habrá que igualar en siguientes representaciones. Sería deseable también eliminar buena parte de la exagerada y perturbadora amplificación. Dignas las prestaciones estelares de Jessica Rivera, con un final en el que su voz de soprano lírica ha de ir hacia muy arriba –tirada en el suelo- y Nuria Rial. Menos bien, por su voz destimbrada y áspera y su mal castellano, la mezzo O’Connor en el papel travestido de Lorca (poco original la idea). Nuria Espert, muy aplaudida, como los demás, recitó fragmentos del “Diván del Tamarit” de Federico. Lo hizo con su estilo habitual, algo cansino y anhelante, bien acentuado, aunque demasiado enfático. Adecuado Montoya como vengativo cantaor y aceptable el resto. Alejo Pérez dirigió con claridad y sentido una música que tiene poca chicha. Bien la orquesta. ​Arturo Reverter

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