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Por Publicado el: 22/10/2020Categorías: Entrevistas

Álvaro Albiach: «Prefiero el vértigo a una solución acomodaticia»

Álvaro Albiach: “Prefiero el vértigo a una solución acomodaticia”

Valenciano de Llíria, Álvaro Albiach (1968) rompe los clichés que cualquier persona pueda tener de un director de orquesta al uso. Habla bajo y pausado, entre calada y calada. Es un hombre tranquilo. Al menos aparentemente. De entrada, piensa más en música que en su propia carrera. Y encima, es encantadoramente “normal”, lejos de cualquier afectación o divismo de esos tan propios de los pequeños y medianos maestros.

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Álvaro Albiach

Formado cerca de directores como José Collado, Michael Gielen, Antoni Ros Marbà y Jesús López Cobos –quien le apreciaba muy particularmente–, Albiach es, junto con López Cobos, el único español en ganar el prestigioso concurso de dirección de orquesta de Besançon, en 1999, en su categoría absoluta, algo que le emplaza junto a maestros como Seiji Ozawa o Yoel Levi. Pese al éxito de su gestión artística y programadora como titular de la Orquesta de Extremadura, puesto al que accedió en 2012, ha decidido no renovar su contrato. “Como dice Josep Pons”, cuenta Albiach, “los directores de orquesta somos como los yogures: llevamos en la frente la fecha de caducidad. Por eso, tienes que reflexionar y ser honesto contigo mismo y con los músicos con los que trabajadas para saber pausar la relación antes de que comience a deteriorarse”. A partir de septiembre de 2021 su sucesor en el podio extremeño será el madrileño Andrés Salado.

– Usted llegó a la Orquesta de Extremadura en 2012, cuando el conjunto sinfónico estaba hecho unos zorros, tanto artística como financiera y administrativamente. Hoy, ocho años después, es un conjunto cercano a la ejemplaridad, con una programación modélica en el panorama sinfónico español y una gestión saneada, a pesar de una permanente economía casi de guerra. Después de la titánica labor realizada, ¿no le duele abandonar una orquesta que usted ha convertido en un dulce caramelo?

Mentiría si dijera que no duele, aunque realmente no es dolor lo que siento. Tras ocho años de trabajo en común y multitud de emociones vividas, siento que el colectivo que hoy es la Orquesta de Extremadura tiene una parte muy importante de mi trabajo y de mi dedicación, y eso, sin duda, me origina un nexo emocional importante con ella. Precisamente es ese nexo y el respeto por la madurez artística de la propia orquesta lo que me lleva a tomar la decisión de hacerme a un lado después de nueve años y permitir que otra dirección musical tome las riendas. Que entre aire fresco por la ventana es una buena costumbre.

– ¿Tiene alguna orquesta o teatro a la vista? Su nombre ha sonada y suena en las quinielas cada vez que se queda vacante un podio español, como ha ocurrido recientemente con el de Málaga, que casi todos apostaron por su candidatura, aunque finalmente fue adjudica a otro candidato.

– De momento no tengo nada en perspectiva. No cabe duda de que me gustaría desarrollar mi carrera ligado a otra entidad, pero al fin y al cabo que eso ocurra no está en mis manos. Creo sinceramente que después de programar nueve temporadas y veinte años de carrera como profesional, hay constancia más que suficiente para determinar si mi perfil puede interesar a alguna orquesta, aunque a veces las razones para escoger director musical, por lo que se observa, poco tienen que ver con el perfil y con la trayectoria del elegido.

– Un director sin orquesta es como un pianista sin piano o un pez sin agua. ¿No le da vértigo dejar una titularidad en tiempos tan arriesgados e inciertos como los actuales?

– Sin duda. Da vértigo, sí, pero prefiero ese vértigo a una solución acomodaticia que hubiera sido continuar en mi puesto unos años más a la espera de otra opción laboral, algo que no considero ético ni me ha gustado cuando lo he visto en otros colegas. La música es tan absolutamente fascinante que puede dar muchas satisfacciones aunque no se esté en el podio. Disfrutar de ella en otros ámbitos que pueden ir desde la mera escucha al análisis más exhaustivo de una composición puede ser un auténtico placer, aunque no dé para pagar las facturas… De todas maneras mi actividad no se parará, se ralentizará, imagino, y, al fin y a la postre, la vida es algo que va más allá de una carrera. Si vienen oportunidades serán bienvenidas, por supuesto, y si no, habrá que convivir con ello, como con las mascarillas.

– ¿De qué se siente más satisfecho de su labor en la Orquesta de Extremadura?

De haber encontrado una complicidad muy satisfactoria en lo artístico, y esto, que se dice pronto, es en realidad muy complicado de conseguir, porque se necesita de la voluntad, de la implicación, de la profesionalidad del grupo, y trabajar en una línea muy definida a lo largo del tiempo. Creo sinceramente que la Orquesta de Extremadura hoy por hoy es una agrupación flexible y comprometida con su trabajo, capaz de afrontar desde un programa barroco a una obra de nueva creación con seriedad y rigor. En otro orden de cosas, cuando asumí la titularidad en 2012 la orquesta tenía un funcionamiento anclado en los años noventa, aunque en esos años aún no existiera. Me refiero a su programación complementaria, a la dimensión social, a su apertura a nuevos proyectos, a la inexistencia de un programa educativo. En 2020 la orquesta tiene desarrollado y consolidado todo lo anterior, de lo que destacaría el programa “Afinando”, que recoge una iniciativa de desarrollo educativo que engloba a las orquestas Infantil, Juvenil y Joven, y que se lleva a cabo con la implicación desinteresada de profesores de la orquesta, algo realmente fascinante.

– ¿Ha resultado igualmente positiva la colaboración con el equipo gerencial de la orquesta y los responsables políticos?

He tenido la enorme suerte de poder trabajar en absoluta armonía con Esteban Morales, gerente de la orquesta, sin cuya complicidad toda está revitalización hubiera sido mucho más difícil, por no decir imposible. No es fácil encontrar esa complicidad, pero cuando existe, es como una bendición porque cualquier gestión, cualquier detalle artístico, de programación, encuentra más rápida solución. También el músico encuentra un referente más fuerte en una dirección que trabaja en equipo, lo que crea más estabilidad en un conjunto humano con tendencia a la volatilidad como siempre es cualquier orquesta.

Por otra parte, también ha sido muy satisfactoria la puesta en marcha de la figura del asistente de dirección. Hemos tenido la enorme suerte de contar con dos directores con un enorme potencial; Jaume Santonja y Luis Méndez, que ya están desarrollando una interesante carrera, de hecho, en estos mismos días Jaume ha sido nombrado director asociado de la Sinfónica de Euskadi, además de haberlo sido antes de la City of Birmingham, mientras que Luis ha dirigido funciones de La Traviata en el Teatro Real el pasado mes de julio. Lo que encuentro tristemente llamativo es que existiendo 27 orquestas profesionales en España, ¡tan solo dos de ellas contemos con directores asistentes! Los que tenemos la suerte de tener una titularidad no deberíamos olvidar que en la formación de un director es esencial vivir el día a día de una orquesta.

¿Qué no ha podido conseguir? ¿Qué le ha quedado por hacer?

La verdad es que quedan bastantes tareas por cumplir. Hay aspectos fundamentales en el funcionamiento de una orquesta que necesitan una intervención urgente. Desde 2006 la Orquesta de Extremadura está sin concertino, y no están cubiertos todos los puestos que “desparecieron” en la crisis de 2011/12, además, la plantilla de cuerdas se debería ampliar hasta 22 violines y 8 violas. Otro aspecto que necesita intervención es el espacio de trabajo, el escenario del Palacio de Congresos de Badajoz tiene problemas de climatización que, según la época climática del año, son más graves o menos, y aunque hace unas semanas estrenamos unos paneles acústicos que esperábamos desde 2016, aún no son suficientes para cerrar todo el espacio escénico. ¡Es absolutamente fundamental que una orquesta disponga de un sitio donde trabajar en las mejores condiciones! Soy consciente y testigo de que la Junta de Extremadura es sensible a estas deficiencias y, según nos trasladan, realmente no tienen capacidad económica para inyectar la inversión necesaria para mejorar estos aspectos, pero hay problemas que persisten ya desde hace mucho tiempo y en algún momento se tendrán que afrontar o por el contrario afectarán al rendimiento artístico de la orquesta.

– La Orquesta de Extremadura es también conocida por lo menguado de su presupuesto.  Me consta que muchos artistas y directores minimizan sus cachés y exigencias por el placer de trabajar en un ambiente tan grato artística y personalmente…

– Desde que asumí la dirección artística en 2012 estamos programando toda la actividad de la orquesta con el presupuesto que otras orquestas invierten en dos conciertos de temporada. Uno puede ser muy buen conductor, ser muy hábil al volante y salvar las peores curvas, pero si el coche no recibe las revisiones necesarias, siempre estarás en desventaja. En el aspecto artístico me queda en el debe no haber logrado que la lírica – ópera y zarzuela – haya alcanzado una presencia regular en la programación anual. El melómano extremeño, que cuenta con una estupenda orquesta, un estupendo coro y espacios escénicos adecuados, no puede disfrutar de una representación lírica de calidad con regularidad, aunque fuera anual. Un espacio fascinante como el Teatro Romano de Mérida, en el que se ha hecho ópera con solvencia demostrada, debería albergar cada año un título lírico. No hacerlo es, en mi opinión, un problema de ceguera cultural de la Administración, porque está demostrado que las grandes citas culturales, como el Festival de Teatro, aparte de generar actividad económica, sirven para afianzar una región y darle representatividad en la memoria cultural de un país. Espero sinceramente que esta situación se pueda revertir en un futuro próximo y se le pueda dar este espacio de disfrute al público extremeño.

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Albiach junto a la Orquesta de Extremadura

– En su haber como titular de la Orquesta de Extremadura destaca lo avanzado de unas programaciones que van a contracorriente de la corriente conservadora que se ha generalizado en la mayoría de las orquestas españolas. La música española y contemporánea siempre ha tenido una presencia destacada en sus programas. ¿Cómo ha reaccionado el público a la avanzada propuesta artística propuesta desde la OEx? ¿Ha habido “espantada” de abonados?

– No, en absoluto. Tenemos la enorme suerte de tener un público maravilloso, cariñoso y fiel a la orquesta. Creo firmemente que el deber de una orquesta pública es ofrecer el mayor abanico posible de estéticas y estilos, por eso mis programaciones han sido muy amplias en cuanto a obras de diferentes épocas y, evidentemente, eso incluye desde la música de creación reciente al barroco. Dar cabida a música de calidad que es injustamente olvidada, sea de la época que sea, también ha sido uno de mis objetivos como programador. Muchas veces resulta desolador comprobar la falta de creatividad a la hora de programar. Observar que orquestas con medios más que solventes se limitan a un repertorio estándar da mucho coraje, sobre todo cuando dispones de un presupuesto más que ajustado y no tienes manera de encajar los proyectos que imaginas por falta de medios económicos. Por otra parte, he tenido especial cuidado en programar tanto a directores como solistas españoles que a menudo somos “olvidados” en las programaciones de algunas orquestas españolas. Creo sinceramente que el entorno de la música clásica en este país debería hacer una reflexión al respecto. Es una situación absolutamente inimaginable en orquestas europeas.

– Hoy, el día que hacemos esta entrevista -8 octubre 2020-, dirige usted un monográfico Strauss con dos obras tan delicadas y comprometidas como la suite El burgués gentilhombre y Metamorfosis, que el mismo Strauss subtituló “Estudio para 23 instrumentistas solistas de cuerda”. Composiciones aptas solo para conjuntos y maestros muy rodados y de primer nivel. Supongo que, cuando las ha programado, es porque confía plenamente en las posibilidades de sus aún músicos y en usted mismo… 

– Es muy significativa la respuesta de una orquesta ante un reto artístico. Nunca olvidaré Salome en 2014: la situación era que fue la primera vez que la orquesta hacía una ópera escenificada, la primera vez que dirigía una ópera de Richard Strauss, además al aire libre en un espacio que no es fácil por sus características acústicas como es el Teatro Romano de Mérida, sin olvidar que es una partitura muy exigente y que yo casi acababa de llegar. Pues pese a todo el resultado fue excelente. El reto es un acicate que, además, cuando se trata de obras sublimes como en el caso de Metamorfosis de Strauss o el Adagio de la Décima sinfonía de Mahler, casi siempre resulta bien. A la Orquesta de Extremadura, debido a su “corta” existencia y al tamaño de su plantilla estable, le quedan muchos retos aún por delante. Me refiero a afrontar con regularidad repertorios sinfónicos amplios, algo que a día de hoy es extraordinario y que espero que en un futuro pueda cambiar. Es esencial mantener viva esta llama en la programación, esa ambición y compromiso, que son, además, receta excelente para la salud de cualquier orquesta.

– Frecuentemente, en España los cambios de titularidad suelen ser dramáticos, y muchas veces hasta tragicómicos, de opereta bufa. El caso de Extremadura, de su sucesión, parece un paraíso cerrado, un ejemplo. Quizá también un modelo. Usted anunció con dos años de antelación que no renovaría su contrato, y ha seguido trabajando tan felizmente, mientras, la orquesta ha podido testar algunos candidatos, votar y elegir su favorito, que es el que finalmente le sucederá. Asombra esa distancia y óptima convivencia que ha mantenido ante todo el proceso, más propio de un país nórdico que de las frecuentes broncas de los países latinos…

– La verdad es que estoy muy contento de cómo se ha llevado el proceso de mi sustitución. Bajo mi punto de vista había dos premisas que cumplir; que la orquesta tuviera voz en el proceso y que yo no tuviera ninguna voz, y las dos premisas se han dado. Creo que el mejor proceso es el que tiene en cuenta la voz de la orquesta, aunque no sea necesariamente vinculante. Considero que los concursos públicos para adjudicar un puesto de responsabilidad artística son un procedimiento inadecuado ya que no tienen en cuenta lo primordial, que es la relación del candidato ante la orquesta y su capacidad de trabajo. Conjuntamente con la gerencia pedimos a la Consejería de Cultura de Extremadura que en el proceso interviniera la orquesta y felizmente lo pudimos llevar a cabo de esta manera.

– Usted es uno de los directores españoles de su generación con más sólida formación, y ha tenido el privilegio de trabajar con destacados maestros. ¿Podría detallar lo que ha recibido de cada uno de ellos, de Gielen, Collado, Ros Marbà o López Cobos?

Los dos maestros que más me han influido son José Collado y Jesús López Cobos, ambos en etapas completamente diferentes de mi trayectoria. Con José Collado tuve una relación muy estrecha y duradera durante mi primera etapa de formación, cuando uno aspira a ser pero aún no lo es, y con Jesús López Cobos aprendí mucho cuando ya lo era, pero vivía una situación nueva y ajena y necesitaba ayuda. De Collado, con quien sí tuve una verdadera relación de alumno, sobre todo aprendí que un director es el máximo responsable de la lectura de una partitura; que todo lo que sucede, bueno, malo o intrascendente, pasa por las manos del que está al frente. Collado siempre buscaba que sus alumnos fuéramos auténticos generadores de emociones.

Cuando conocí a López Cobos, al poco tiempo de haber ganado Besançon y gracias al Ministerio de Cultura de Francia que nos unió como director y asistente con la Orchestre Française des Jeunes en el año 2000, ya había empezado a dirigir orquestas profesionales y ante mí se abrió un mundo fascinante y al mismo tiempo desconocido, ya que mi experiencia profesional previa al concurso era casi inexistente. Jesús fue un impoluto referente en el que fijarme. Desde el principio tuvimos muy buena conexión que mantuvimos hasta el final. Nunca fue una relación de maestro a alumno, pero fueron tantas las ocasiones en las que estuve junto a él como asistente o como mero espectador de sus ensayos que retuve muchísima información, que me ha servido de mucho más adelante. Sobre todo destacaría la defensa de la idea a lo largo del proceso de ensayo y el respeto a la orquesta, cualidades que fueron siempre dos referentes importantísimos en su carrera, como también su fina habilidad para combinar estos principios que tan fácilmente pueden entrar en conflicto. Muchas veces, cuando me enfrento a la típica diatriba a la que nos enfrentamos a diario, pienso, ¿frente a esto, qué solución le daría Jesús?

A Michael Gielen lo conocí en un curso de verano en Salzburgo, en 1989, y no tuve más contacto con él. Lamentablemente yo era demasiado joven e inconsciente para haberle sacado todo el jugo al gran director que fue. De Antoni Ros Marbà, con quien he tenido la suerte de poder trabajar en bastantes ocasiones como asistente, siempre he admirado su profundo conocimiento de la partitura, fuera o no de repertorio, y su compromiso, por pura convicción, con el compositor, algo realmente admirable que lamentablemente no es tan habitual como debiera en nuestra profesión. Aparte de un trato humano excelente, guardo estupendos recuerdos de los proyectos en que he podido trabajar con él.

– A pesar de haber centrado su carrera en el ámbito sinfónico, la actividad en el campo lírico ha sido una constante en su carrera desde el inicio. Recuerdo su trabajo como asistente de López Cobos en Il viaggio a Reims de Rossini que dirigió en el Liceu de Barcelona en marzo de 2003, o luego, en el Festival de Pésaro, en agosto de ese mismo año, con Le Compte Ory, también de Rossini. Desde entonces, ha dirigido representaciones tan emblemáticas como Salome de Richard Strauss en el Teatro Romano de Mérida en 2014, en el marco del Festival de Teatro Clásico, donde cinco años después, en 2019, también ofreció una muy aplaudida versión de Samson et Dalila de Saint-Saëns. Otros títulos han sido Don Giovanni, Faust, Le nozze di Figaro, Don Pasquale, Cavalleria rusticana, I Pagliacci

– En efecto, la ópera ha sido siempre un punto importante en mi formación como director, incluso antes de Besançon, ya en los noventa tuve ocasión de vivir muchas noches de lírica junto a José Collado y a Montserrat Caballé, de la que era director habitual y, además, al lado de una de las más grandes. Después de Besançon, la ópera me permitió trabajar junto a Jesús López Cobos, Antoni Ros Marbà o Miguel Ángel Gómez Martínez tanto en el Real como en el Liceu. Posteriormente, como responsable musical, he tenido la gran suerte de trabajar con asiduidad en producciones desde 2003 hasta hoy, y he podido afrontar obras del gran repertorio operístico, y, sí, efectivamente, la ópera es algo fundamental y un complemento necesario para encuadrar adecuadamente la visión de un director ante cualquier partitura.

– En el ámbito sinfónico su repertorio es muy ecléctico y variado. El aficionado extremeño recuerda incursiones valerosas y notables en repertorios tan exigentes como Strauss, Mahler, Bruckner, Mahler o creadores de la Segunda Escuela de Viena. De hecho, su último concierto como titular será –si la pandemia lo permite– con la monumental Segunda sinfonía, “Resurrección”, de Mahler, el próximo 11 de junio, para cuya interpretación aunará las fuerzas de la Orquesta de Extremadura con las de su hermana menor, la Joven Orquesta de Extremadura. Es como si quisiera convertir esta obra de futuro y esperanza como una alegoría del camino que quiere trazar para la orquesta que deja y para su propia carrera como director…

– Es evidente que ese concierto tiene una alta carga emocional y será la conclusión oficial de mi recorrido como director titular y artístico de la orquesta. Aparte del mensaje de redención implícito en la sinfonía, la elegí por mi absoluta fascinación por la obra, porque es un repertorio poco habitual para los recursos de la OEx y porque queremos que sea un concierto muy especial. Sería fantástico que, como usted apunta, el porvenir fuera de clara mejora tanto para la orquesta como para mi trayectoria a partir de mi paso por la OEx, porque eso significaría que en junio de 2021 las restricciones del protocolo Covid-19 habrían desaparecido debido a una mejora de la situación sanitaria, y eso sin duda sería un motivo más que suficiente para una “Resurrección”.

– ¿Qué siente cuando escucha o lee que es uno de los directores  españoles más ejemplares de su generación?

Los elogios se deben digerir con muchísima prudencia, a veces los carga el diablo, al igual que las críticas negativas. La dirección de orquesta es una carrera de fondo, de esto estoy seguro, además, afortunadamente, los directores vamos cambiando nuestra visión del trabajo según las circunstancias. Por ejemplo, en mi caso, después de ocho años como director titular y con un alto ritmo de programas dirigidos en todo este tiempo, soy, sin duda, un director mucho más experimentado que antes de septiembre de 2012. Y esta circunstancia, sin duda, afecta a mi manera de enfocar el trabajo con una orquesta. Lo más importante para mí es hacer una auto reflexión crítica sobre cada programa y analizar con detalle lo que pudo ir mejor. Trabajar con seriedad y no perder de vista al auténtico protagonista; el compositor. Lo demás son opiniones, y como tales, hay que tomarlas siempre con mucha prudencia. Justo Romero

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