Cierres
Cada día que trascurre se agravan las situaciones. Esta misma semana se han producido dos nuevos hechos alarmantes en el mundo cultural y se dan por descontado dos más que, como preámbulo, recojo sólo a título de rumor más o menos confirmado. De un lado el Teatro Real, que ha de negociar una sustancial reducción de sus costes laborales y de otro el Liceo que, habiendo ya recurrido a ello y acortado su temporada, podría llegar a cerrar durante algunas semanas en medio de ella. No tardaremos en comprobar la realidad de estos rumores.
Lo que si está ya confirmada es la inquietud de la Red Española de Teatros, Auditorios, Circuitos y Festivales de Titularidad Pública, manifestada mediante un extenso comunicado que viene a reincidir en cuanto expresaba un par de semanas atrás en mi artículo “Sin un duro”. Hay pavor a que se extiendan los cierres de teatros ya iniciados.
Muy amplia puede ser la repercusión de la medida anunciada por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas en una carta enviada esta misma semana sin preaviso alguno. En ella se informa que se cancela el acuerdo con la ARCE (Asociación de Revistas Culturales de España) por el cual, a través de suscripciones, el Ministerio adquiría un determinado número de revistas que se enviaban a bibliotecas de toda España. Entre ellas estaban naturalmente las musicales: Ritmo, Scherzo, Ópera Actual, Melómano, etc. Podría ser discutible en criterio según el que se determinaba el número concreto de ejemplares que le correspondía a cada publicación, pero es un hecho que suponía un apoyo a la cultura que resulta imprescindible para el sostenimiento de muchas de las empresas editoras que, desde luego, nunca han gozado de balances abultados. Si, unido al descenso de ingresos publicitarios, dejan de adquirirse esos 600 o 700 ejemplares –casi un 10% de su venta total- es seguro que se corre el riesgo de que publicaciones como alguna de las citadas, con más de ochenta años de historia y colaboraciones de Bartok o Pedrell e incluso la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes no tengan más remedio que echar el cierre. Aunque se sustituyese aquél acuerdo por una subvención directa seguiría existiendo un perjuicio: las revistas no llegarían a las bibliotecas y sus lectores no podrían leerlas gratuitamente. Habrá que doblegarse ante Alemania, quizá el Goethe Institut pueda pagarse las suscripciones, pero el gobierno no puede olvidar que en cultura y educación no valen bandazos sino perseverancia.