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Por Publicado el: 21/06/2019Categorías: En vivo

Crítica: una abrasadora Consagración en el Festival Ibérico

jonde

JONDE

XXXVI FESTIVAL IBÉRICO DE MÚSICA DE BADAJOZ

El Festival Ibérico se clausura con el estreno en Extremadura de La consagración de la primera

Abrasadora Consagración

Concierto de clausura. Joven Orquesta Nacional de España. Obras de Turina (La procesión del Rocío), Prokófiev (selección del ballet Romeo y Julieta) y Stravinski (La consagración de la primavera). Director: Jordi Francés. ­Badajoz, Palacio de Congresos, 19 junio 2019.

La consagración de la primavera,  en una vibrante y abrasadora versión cargada de vigor e impulso juvenil, ha sido el colofón más que  brillante de la trigésima sexta edición del Festival Ibérico de Música de Badajoz, una cita veterana y de referencia en la agenda festivalera española, por cuya actual edición han pasado, entre otros, artistas y conjuntos como los pianistas Alekséi Volodin, Gustavo Díaz Jerez, Manuel Escalante, Miguel Ituarte, Daniel del Pino o Alba Ventura, la soprano portuguesa Joana Searael con su paisano Concerto Campestre,  el dúo Elena Gragera y Anton Cardó, la Orquesta de Extremadura y su titular Álvaro Albiach.

En el concierto de clausura, ante un abarrotado Palacio de Congresos de Badajoz expectante ante el acontecimiento del estreno en Extremadura del célebre ballet de Stravinski estrenado en París en 1913, se escuchó una versión impactante, seca, valiente, árida y de intensa intencionalidad descriptiva. Hace no tantos años era casi una temeridad que una orquesta de fuera de Madrid o Barcelona afrontara la revolucionaria obra maestra. Da gusto hoy escuchar, en plena primavera estacional y artística, a nuestros jóvenes músicos tocar, además de con el entusiasmo e ilusión que se les supone, con unos niveles de calidad técnica y artística que para sí quisieran muchos de los veteranos profesores de nuestras viejas orquestas.

La JONDE es, en este sentido, símbolo, reflejo y estandarte de la nueva España sinfónica que se comenzó a gestar en los años noventa, con la creación de nuevas formaciones sinfónicas y auditorios por toda la geografía nacional. Desde el inicio estupendo del virtuoso fagot solista, al empastado impulso final de la Danza del sacrificio, en Badajoz, en su Festival Ibérico de Música, se escuchó  y disfrutó una versión pletórica de pulso rítmico y aliento instrumental, de sobrecogedora intensidad. Gobernada sin batuta por el alicantino Jordi Francés con libertad, naturalidad, singularidad, oficio, criterio y atrevida maestría. Francés, tan hábil en los ámbitos de la música contemporánea como en menesteres más convencionales, mostró con los jóvenes atriles una empatía total y obtuvo de ellos una respuesta ciertamente espectacular.

Antes, en la primera parte del programa, en la curiosa mezcolanza ofrecida de fragmentos del ballet Romeo y Julieta de Prokófiev, se vislumbraron puntuales bisoñeces instrumentales que, sin embargo, no lograron enturbiar el sentido dramático de una interpretación coronada con la impactante secuencia de la Muerte de Teobaldo. Antes, como preludio de programa, la música de Joaquín Turina, concretamente La procesión del Rocío, obra presente en la programación del Festival Ibérico ya desde sus inicios, cuando fue interpretada el 24 de mayo de 1980 por la Orquesta Nacional de España y Miguel Ángel Gómez Martínez en el Teatro López de Ayala de la capital extremeña. Los aires rocieros y el carácter refinado, casi impresionista, se cruzaron y casi colisionaron en una versión de enormes dinámicas que transcurrió a medio camino entre ambos universos, en el que la cita de la marcha real quedó agazapada entre tanto arrebato. Una deliciosa y casi bailada -¡esos contrabajos! ¡esas trompas danzonas!- versión del vals de La bella durmiente de Chaikovski y la repetición de un fragmento del Romeo y Julieta de Prokófiev fueron colofón de tan aplaudidísimo concierto, clausura y festival.¡Enhorabuena a todos! Justo Romero

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