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Por Publicado el: 08/07/2022Categorías: En vivo

Crítica: Andrè Schuen y Daniel Heide en el Festival de Granada

Victorio de los Ángeles

71 FESTIVAL DE GRANADA. Recital de Lieder. Andrè Schuen (barítono). Daniel Heide (piano). Brahms: Die schöne Magelone. Lugar: Granada, Hospital Real. Fe­cha: 6 julio 2022.

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Andrè Schuen y Daniel Heide © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Pelo largo recogido en un moño, apariencia casi rockera y estampa despreocupada, casi pasota. Por supuesto, ni frac ni nada que se le parezca. Andrè Schuen irrumpe en el escenario como si entrara en la disco, con su estupenda figura de joven veinteañero y saludando al público desenfadadamente, sin protocolo ni monsergas al uso. Pero detrás de este hombre de 38 años no representados, que rompe estereotipos y clichés, se parapeta un artista excepcional y un barítono fuera de serie. Un liederista de máximo rango, que recupera la memoria de los más grandes, de Fischer-Dieskau y de la Schwarzkopf, de Hermann Prey y de Gerard Souzy. El miércoles, en el marco ideal del patio del Hospital Real, dentro del Festival de Granada, Schuen demostró su alcurnia con una interpretación subyugante, honda y sentida, del ciclo vocal Die schöne Magelone, compuesto por Brahms entre 1861 y 1869 sobre versos de Johann Ludwig Tieck. Contó con el apoyo cómplice del pianista Daniel Heide, que desde el teclado cantó y fraseó con pareja intensidad, efusión e intención.

Andrè Schuen atrapa y llega al espectador desde la primera nota, casi antes de abrir la boca. Tiene la magia escénica de los verdaderamente grandes. En el Festival de Granada lo ha sido, con su contagiosa manera de cantar y de decir, de expresar y sentir. Canta con naturalidad, frescura y limpia dicción. Con una calibrada voz baritonal de tanta belleza como amplitud, homogeneidad y carnosidad. Y canta desde dentro, desde la entraña del alma y la inteligencia. Sin partitura ni poses. Su frescura, falta de artificio y sinceridad evocan a Victoria de los Ángeles, tan distinta en las apariencias y tan idéntica en la sustancia, en lo esencial. Quizá nadie hoy represente tan fidedignamente la ética escénica y la lozanía exigente de la eterna soprano barcelonesa como este maravilloso “Victorio de los Ángeles” que recupera y tanto evoca sus mejores y más genuinas cualidades. Ni una palabra de más. Ni verborrea ni poses. Esencia. De corazón a corazón.

El énfasis, el sentido dramático de la palabra, la claridad en la dicción y la transparencia expresiva también son, efectivamente, deudoras de la “dulce” Victoria, que fue, es y será eternamente una liederista tan inmensa como el miércoles ha demostrado serlo Andrè Schuen en el Festival de Granada, en una noche emocionante e inolvidable, en la que cada palabra y cada verso cobró intensidad, realidad y vida. La voz carnosa y poderosa, jamás forzada, nunca vulnerable, armada en una técnica de primera y privilegiadas cualidades naturales, se escucha con frescura y vigorosa proyección. Calibrada en todos los registros y unas dinámicas que se expanden desde unos pianísimos cargados de intención y purezas hasta unos fuertes vibrantes y nunca exagerados.

Fue un Brahms, una Schöne Magelone, que marca un hito en la programación festivalera. Aplauso encendido merece también la estupenda traducción de los textos, firmada por Luis Gago, que apareció proyectada sobre la centenaria piedra del Patio de los Mármoles del Hospital Real. Tras los quince Lieder que configuran el ciclo, un largo silencio fue el preludio del éxito, premio de un público que siguió con silencio y emoción el canto puro de Schuen abrazado al piano de Heide, un “instrumento” único que aún conmovió en dos joyas fuera de programa: el Lied “Du bist wie eine Blume”, de Schumann y, como definitivo colofón, una Canción de cuna de Brahms que sonó a gloria en la inolvidable noche granadina y que hubiera hecho saltar las lágrimas desnudas de Victoria. Justo Romero

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