Crítica de Ibermúsica: Querencia por lo extremo
Querencia por lo extremo
Critica de clásica / Auditorio Nacional
Obras de J. Rueda, B. Martinu y P. I. Chaikovski. Sol Gabetta, violonchelo. Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa. Hannu Lintu, director. Auditorio Nacional, Madrid. 15-III-2018.
La naturalidad con la que fluye la música a través de la violonchelista Sol Gabetta es llamativa, interprete a Vivaldi, a Elgar o a Chopin. En esta ocasión se sumaba a una obra poco conocida, el Concierto para violonchelo y orquesta nº. 1 de Martinu, donde la argentina supo compensar el exceso orquestal con su sentido del equilibrio y una gama dinámica tan amplia como cuidada. Gabetta suple cuestiones de volumen con color y sensibilidad, como demostró en el Andante Moderato del concierto al imponer su enfoque de obra de cámara, con una melancolía menos obvia. La orquesta moderó a partir de ahí su sonido (al menos si se compara con lo que ocurriría en la segunda parte) y eso le permitió planificar el crescendo final de la pieza suntuosamente. Como generosa propina, el arreglo para violonchelo y orquesta del aria de Lensky de Eugene Onegin, interpretado con un legato y un sentido de la añoranza necesarios.
El concierto en realidad había arrancado con Elephant Skin, de Jesús Rueda, una obra con historia a sus espaldas, lo que la convierte en una privilegiada dentro de las partituras que han visto la luz en el siglo XXI (ya se sabe que hoy en día es más difícil reestrenar que estrenar). De una enorme riqueza tímbrica y sin los excesos atmosféricos en los que se asientan algunos compositores de menor enjundia, Elephant Skin es rotunda en su estética del empuje. Hannu Lintu encontró la manera de articular su discurso dialógico sin dar de lado lo melódico, y la voz fragmentada de la orquesta se trasladó con coherencia. La obra fue justamente aplaudida y Rueda lo agradeció desde el escenario.
Enfática hasta el exceso fue la Sinfonía nº. 5 de Chaikovski que se anunciaba en la segunda parte, donde se confundió volumen con brillantez y potencia con lirismo. La Orquesta de la Radio Finlandesa es, indudablemente, una gran orquesta. Sección por sección, hay poco reproche posible –y algunos hallazgos, como el fantástico trompa solita–, pero el conjunto peca de un exceso de todo, de volumen, de intensidad, de romanticismo. Y esto a pesar de que es Chaikovski, donde el límite anda bien lejos. La lectura Lintu se quedó en una muy brillante superficie, lugar desde donde impacta pero no trasciende. Mucho decibelio para tan poco drama, por más que la orquesta demostrase en el Vals triste posterior que era capaz de negociar magníficamente otros registros expresivos. Nos encontraremos en unos años ante una de las mejores orquestas de Europa, a poco que aprenda a moderarse. Mario Muñoz Carrasco
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