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Por Publicado el: 06/12/2022Categorías: En vivo

Crítica: Dido and Aeneas en el Teatro Victoria Eugenia

¡Ya era hora!

Fecha: 3-XII-2022. Lugar: Teatro Victoria Eugenia, San Sebastián. Programa:Dido and Aeneas’, ópera trágica en tres actos y cuatro cuadros, con música de Henry Purcell. Protagonistas: Lucía Gómez Aizpurua (Dido), Julen García (Aeneas), Elena Orcoyen (Belinda), Chen-Han Lin (Hechicera y Espíritu), Aitor Garitano (Marino), Ana Sagastizabal (Bruja I), Irene Fraile (Bruja II), Estíbaliz Arroyo. Coro y orquesta: Opus Lírica. Clave: Borja Rubiños. Cuerpo de baile: Escuela de Danza Municipal de San Sebastián. Directores de escena: Pablo Ramos y Carlos Crooke. Director musical: Iker Sánchez Silva. Producción: Opus Lírica.

Escena-Dido-and-Aeneas.-Opus-Lirica

Escena de Dido and Aeneas. Opus Lirica

Desde que la entidad mercantil unipersonal ‘Opus Lírica’ inició, en 2014, su empeño (hasta la fecha vacuo) de establecer una temporada de ópera en San Sebastián, ha sido con esta joya lírica del barroco inglés la primera vez que el resultado ha estado a punto de alcanzar un muy alto notable. Por ello, no duelen prendas en hacer esta valoración como tampoco causó agobio -pese a insidias, ataques malévolos e insultos-cuando hubo críticas de peor calado hacia otras producciones de esta empresa.

Estamos ante la primera y única ópera escrita en modo íntegro para el canto por Purcell y que ha dado luz a magnificas grabaciones, pese a la pérdida de su manuscrito autógrafo, basándose en una copia -al parecer incompleta y sin preludio-que apareció 55 años después de fallecer el compositor. Tal ha sido la causa que de esta pieza lírica se hayan hecho distintas versiones, con lo que no puede precisarse con exactitud cuantos cortes se dieron en esta ocasión desde el foso del precioso teatro donostiarra, pese a lo cual el orgánico orquestal, puramente camerístico con solo sección de cuerda, estuvo en un muy aceptable nivel, principalmente gracias al acierto en la dirección musical por parte de la consolidada y experta batuta de Sánchez Silva, que contó con una la cuidada pulsión de Rubiños ante el teclado en momentos de especial delicadeza en los recitativos.

Otro factor que destacar fue el vocal de los solistas, salidos, en su mayoría, del terruño vasco lo que da lustre a la tradicional calidad canora que esta tierra atesora. Dicho esto sí hubo quebraduras, aunque pequeñas, en las asignaciones de las tesituras vocales a los intérpretes. La donostiarra Gómez Aizpurua, mezzosoprano ligera, quien a veces canta con la textura de alto, hizo una grata Dido, bien asimilada y con posibilidad de buscar una mayor anchura a su voz en beneficio de la proyección, estando casi impecable en la famosa aria ‘When I am laid in earth’ (“Cuando yazca bajo la tierra”) con el acertado efectismo por el acompañamiento del bajo continuo. El papel del troyano Aeneas corrió a cargo del bilbaíno García, que fluctuó entre la cuerda de tenor dramático (con poco flujo vocal) y la de barítono ligero (ahí más acomodado), resultando aceptable su trabajo y muy jaleado al final por quienes asistieron a la función provenientes de la villa de Don Diego López de Haro. Sin duda alguna la mejor voz en el escenario estuvo a cargo de la soprano guipuzcoana (nativa de Ibarra) Helena Orcoyen que hizo galanura de una excelente vocalidad como la fraterna Belinda, destacando en “Shake the Cloud” (“Sacude la nube de tu frente”). Para el personaje de la Hechicera, asignado a una mezzosoprano dramática, la productora otorgó este cometido al varón contratenor Chen-Han Lin, de Taipéi, que, sin perjuicio de su bondad canora, desvirtuó la profundidad que la partitura significa para este personaje. Únicamente el tenor lírico-ligero Garitano estuvo a la altura de la adecuada dicción de fonética en el idioma inglés, en su brece solo como Marinero; este loor ha de conservarlo si quiere hacer carrera y no quedarse en comodín de varios coros o como partiquino yendo allende los Pirineos para cuajar bien su precioso timbre vocal. Sagastizabal, Fraile y Arroyo, cumplieron con sus cometidos.

Está bien que acompañando al coro mientras cantaba a ritmo de minué “Fear no danger to ensue” (“No temas peligro alguno”) esté sobre las tablas, puntualmente, un cuerpo de ballet, pero no su presencia a la primera de cambio, máxime cuando el conjunto danzante tuvo irregular coordinación en los movimientos de brazos. Ha sido muy apreciable, en bondad, el cambio, de la rectoría del coro que ha habido en esta ocasión, pues todas sus intervenciones estuvieron dentro del alto acierto, como fueron los pasajes -amén del ya significado- “Come away, fellow sailors” (“Vámonos, compañeros marineros”) y “With drooping wings” (“Con alas caídas”); la labor de empaste de voces realizada por Alain Ayerdi Gurpegui fue uno de los puntos que elevó la calidad del evento. La codirección de escena fue plausible, pese a una escenografía corta de medios pero de buen ver, sobrando el exceso de humo escénico manante de las dos máquinas de CO2 que a veces impidió ver a los personajes. Hubo abuso de potencia lumínica sobre el escenario desde los bastidores. Manuel Cabrera

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