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Por Publicado el: 09/06/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: «El castillo de Barba Azul»

BARTÓK, B.: El castillo de Barba Azul (programa doble con PURCELL, H.: Dido y Eneas)
Opernhaus de Frankfurt. 8 de junio de 2013.

La segunda parte de este programa doble era esta auténtica obra maestra de Béla Bartók, que ha dejado ya de ser una rareza y cada vez es más frecuenta verla anunciada en los teatros de ópera. No cabe duda de que hay muy buenas razones para ello. Es una ópera que no sale cara, siendo lo más exigente la amplia plantilla orquestal. Su calidad es incuestionable. Quien la escucha por primera vez no dejará de acordarse de esa música impactante que escribió Bartók para la apertura de la 5ª puerta.

La producción de Barrie Kosky ofrece un escenario desnudo. No es sino una plataforma redonda, giratoria e inclinada, con el escenario cerrado por telas negras. Minimalismo en su máxima expresión. Sin embargo, la mano del regista aparece y demuestra que estamos ante un importante hombre de teatro. De las distintas puertas salen personajes mudos, ellos vestido exactamente igual que Barba Azul y ellas como Judit. No hay puertas propiamente dichas, sino elementos que hace referencia a lo que se ve al abrirlas y que unas veces los aportan los figurantes y otras salen del cuerpo del propio Barba Azul. Impresionante es el tratamientote la sexta puerta, la del lago de lágrimas, en la que los figurantes reciben una auténtica ducha, en la que el agua sale de ellos mismos. Es una escena bellísima e impactante. No se puede hacer más con menos. El señor Kosky es un gran director de escena.

Su equipo era el mismo que en la primera parte. Escenografía (inexistente) y efectos, así como vestuario de Katrin Lea Tag y buena iluminación de Joachim Klein.

La dirección de Steven Sloane fue brillante, sacando un muy buen resultado de la Frankfurter Opern und Museumsorchester. Es curioso que en esta ópera las orquestas siempre se crecen y hay buenas razones para ello.

Simon Bailey fue un convincente Barba Azul en escena, aunque su centro es menos amplio que lo exigible para proyectarse por encima de la masa sonora que sale del foso. Muy bien la mezzo soprano Michaela Schuster, de voz amplia y atractiva, con poderío y musicalidad. El prólogo fue susurrado por megafonía de manera inquietante.

La representación tuvo una duración de 58 minutos. Muy cálida la recepción de los artistas, especialmente la de Michaela Schuster. Los aplausos finales se prolongaron durante 4 minutos, que son más de lo que parecen, teniendo en cuenta que no hay saludos sino de los figurantes en conjunto, los dos protagonistas y el maestro.

El teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El precio de la localidad más cara era de 82 euros, habiendo butacas de platea en las filas de atrás por 49 euros. En los pisos superiores había entradas entre 27 y 49 euros. Las laterales del piso superior costaban 13 euros. José M. Irurzun

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