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Por Publicado el: 10/06/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: «La fanciulla del West»

PUCCINI, G.: La fanciulla del West
Opernhaus de Frankfurt. 9 de junio de 2013.

Termina mi estancia en Frankfurt con esta representación de La Fanciulla del West, que nunca ha gozado de gran popularidad en España, siendo sus programaciones en nuestros teatros de ópera más bien escasas. La última vez que se representó fue en Sevilla hace más de 4 años.

En Frankfurt se ha ofrecido una producción procedente de la Ópera de Estocolmo y que lleva la firma de Christof Loy, uno de los directores de escena más habituales por estos lares. Hay que reconocer que Puccini se lo puso muy difícil a los directores de escena modernos, ya que en sus títulos más conocidos los escenarios y épocas son tan precisos que apenas caben trasposiciones, a las que tan aficionados son los registas actuales. Por mucho que se intente, ¿qué puede hacer un director de escena con la ambientación de La Fanciulla del West? Me temo que nada y en eso el mérito es de Puccini, que es quien elegía e intervenía en los libretos.

Christof Loy hace una producción escénica tradicional, especialmente en los dos primeros actos, en los que la Polka no puede faltar ni tampoco la cabaña de Minnie. Únicamente, en el tercer acto pasa la acción de exterior a interior en un espacio que recuerda demasiado al del primer acto, lo que trae consigo alguna incongruencia por la presencia de Minnie desde el principio. La escenografía y el vestuario llevan la firma de Herbert Murauer y resultan convencionales, pero adecuados, no faltando nada de lo que establece el libreto, Buena la iluminación de Bernd Purkrabek.

Christof Loy narra la historia como un homenaje al cine mudo, arrancando con proyección de los títulos de crédito, mientras una amazona (Minnie) cabalga por Monument Valley, viniéndose hacia la pantalla y descabalgando, momento en que se interrumpe la proyección y entra en escena con sus pistolas la Minnie de la ópera. Golpe de efecto, que ha valido una ovación del respetable. En varios momentos, incluyendo la partida de póker, se proyectan las imágenes de los intérpretes en blanco y negro, como si de una película se tratara. La dirección de escena es francamente buena, como es habitual en Christof Loy, con un gran trabajo con los comprimarios y el coro.

Son muchos los que piensan y no les falta razón que La Fanciulla del West es la ópera más wagneriana de Puccini, debido a su espectacular tratamiento orquestal. Recuerdo haber leído hace tiempo que Gianandrea Gavazzeni decía que la protagonista de esta ópera no era Minnie sino la orquesta. Nada tiene, pues, de extraño, que los grandes maestros quieran dirigirla. Si hace unos días ha sido Lorin Maazel quien la ha dirigido – en concierto – en La Coruña, aquí la batuta la ha tomado el director musical de la Ópera de Frankfurt, Sebastián Weigle, que raramente se sale del repertorio alemán y que, si no estoy mal informado, era la primera vez que dirigía una ópera de Puccini. Su lectura ha sido brillante, si se quiere, muy dramática y dando tal protagonismo a la orquesta que los cantantes tenían que valerse como podían del vendaval que salía del foso. Yo habría preferido una lectura más equilibrada y que pusiera también en evidencia los momentos líricos y bellos de esta partitura. La Frankfurter Opern und Museumsorchester ofreció un sonido espectacular. Buena la actuación del Coro de Hombres de la Ópera de Frankfurt.

 Aparte de la orquesta, la protagonista, Minnie, era la soprano holandesa Eva-Maria Westbroek, muy adecuada a las exigencias del personaje y muy convincente como intérprete. Estamos ante una soprano de corte dramático, con volumen más que notable, buena técnica y expresividad y grandes dotes de actriz. Su exclamación Tre assi e un paio al final de la partida de póker fue antológica. Sin desmerecer su actuación, he encontrado que su extremo agudo ha perdido armónicos y ahora está bastante más comprometido que hace poco tiempo. Ahora entiendo que haya incorporado recientemente el personaje de Dido en Los Troyanos de Berlioz.

Carlo Ventre fue un solvente Dick Johnson, brillante, como siempre, en las notas altas, que resultan sonoras y amplias, mientras que el centro no tiene la misma calidad y el intérprete nunca ha sido nada excepcional.

El barítono británico Ashley Holland fue un no más que correcto sheriff Jack Rance. La voz es amplia y un tanto opaca, pero esta defectuosamente emitida en el registro central, lo que hace que quede tapado con mucha frecuencia por la orquesta.

En los personajes secundarios tuvieron buenas actuación Peter Marsh (Nick), Simon Bailey (Sonora) y Alfred Reiter (Ashby). El resto del numeroso reparto lo hizo adecuadamente, debiendo señalar a la sonora Wowkle, de Elisabeth Hornung.

El teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 85 % del aforo. El público se mostró muy cálido con los artistas, siendo las mayores aclamaciones para Eva-Maria Westbroek.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 4 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración puramente musical de 2 horas y 11 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 7 minutos.

El teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El precio de la localidad más cara era de 82 euros, habiendo butacas de platea en las filas de atrás por 49 euros. En los pisos superiores había entradas entre 27 y 49 euros. Las laterales del piso superior costaban 13 euros. José M. Irurzun

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