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Por Publicado el: 23/08/2019Categorías: En vivo

Crítica: El debut del Orfeón Donostiarra en el “War Requiem”

War-Requiem-Quincena-2019

War Requiem en la Quincena, 2019

El debut del Orfeón Donostiarra en el “War Requiem”

“War Requiem” de Britten. Emma Bell, Andrew Staples, Florian Boesch. Orfeoi Txiki Abesbatza y Orfeón Donostiarra. Orquesta de París. Daniel Harding, director. Auditorio Kursaal. San Sebastián, 21 de agosto de 2019.

Se programa poco esta monumental obra del más grande compositor inglés junto con Purcell. No es extraño dados los medios que requiere: una orquesta amplísima, una pequeña orquesta de cámara, un gran coro, un coro de niños y tres solistas. En el caso que nos ocupa todo ello sumaba 288 personas. Hasta el Auditorio Kursaal resultó pequeño para dar cabida a todos ellos, lo que de alguna forma iba en perjuicio de las precisas instrucciones que dejó Britten de cara a su interpretación.

Britten escribió la partitura para la reconsagración de la catedral de Coventry en 1962, destruida durante un bombardeo en la segunda guerra mundial junto a la práctica totalidad de las más de cuatro mil casas de la ciudad, dejando más de seiscientos muertos civiles.  La concibió aparentemente como música de reconciliación, no en vano tenor y barítono –en el estreno Peter Pears, inglés y Dietrich Fischer-Dieskau, alemán- se hermanan al final en la muerte. “I am the

Harding-War-Requiem-Quincena

Harding War Requiem

enemy you killed, my friend”, rezan los textos en inglés del poeta soldado Wilfred Owen, que alternan con la liturgia latina. Sin embargo, contiene también un fuerte mensaje de advertencia, no en vano Britten dedicó la obra a cuatro amigos, tres de ellos desaparecidos en la contienda sin siquiera ser enterrados. Si bien hay momentos de grandiosas sonoridades que utilizan todos los medios sobre el escenario, también los hay de enorme contención, de desnuda serenidad. “Mi tema es la guerra, y el sufrimiento que causa la guerra. La poesía está en el sufrimiento. Todo lo que puede hacer hoy un poeta es advertir”, decía Britten sobre su opus 66 llamado War Requiem.  Es lo que debe manejar quien se sube al podio. Harding supo reflejar las eclosiones del “Dies irae”, el potente final del “Sanctus”, los exquisitos pianos del “Kyrie”,  la paz del “Let us sleep now…” conclusivo, demostrando un exacto control en la polifonía del “Offertorium” y, en definitiva, su dominio de la arquitectura sonora. Pero ese control era difícil que permitiese surgir unas mayores dosis de emotividad cuando los ensayos se redujeron a uno coral y otro con orquesta y coro y hay tantas y tan complejas instrucciones a combinar en la escritura desde el mismo inicio.  Seguro que el resultado habría sido redondo con otro par de conciertos, pero no hay afición suficiente en Donostia para una partitura tan compleja como dura.

Tenor y barítono cantaron con gusto, muy bien arropados por la pequeña orquesta de cámara, mientras que la soprano lució caudal situada en las alturas. La Orquesta de París brilló más que el día anterior, perfecto el coro de niños y estupendo debut en la obra del Orfeón Donostiarra, pletórico tanto en los climax de grandes sonoridades como en los más íntimos. Por cierto, ¡menudo año el próximo con grandes compromisos internacionales!

Tras el impresionante pianísimo final guardado por la audiencia con respiración contenida llegó la gran ovación para premiar la muy sólida interpretación. Gonzalo Alonso

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