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Por Publicado el: 15/06/2021Categorías: En vivo

Crítica: La OCNE se pone religiosa con Kent Nagano

La OCNE se pone religiosa con Kent Nagano

Obras de Messiaen y Fauré. Nathalie Forget, Ondas Martenot: Pierre-Laurent Aimard, piano. Sara Wegener, soprano y Christoph Pohl, barítono. Orquesta y Coro Nacionales de España. Auditorio Nacional. Madrid, 13 de junio de 2021.

Nagano-Ocne

Concierto excepcional por varios motivos el de esta semana de la OCNE. De entrada, un programa que combinaba la atracción que siempre ejerce el bellísimo “Requiem” de Fauré con la muy poco divulgada obra de Massiaen “Tres pequeñas liturgias de la presencia divina”. De otro lado la presencia en el podio de un director de la talla de Kent Nagano, además infrecuente en España. Una anécdota que bien vale recordar. Al poco de fallecer el maestro García Navarro y necesitarse una sucesión en la dirección musical del Teatro Real -hablamos de hace veinte años- propuse, como entonces miembro de su comisión ejecutiva, dos nombres tras conocer el interés de ambos: Pappano y Nagano. Se me contestó que eran dos completos desconocidos… Pues hoy ambos son figuras de gran relevancia en el panorama musical.

La partitura de Messiaen, estrenada en el problemático París de 1945, fue recibida con división de opiniones. Se la tachó de “falsamente suntuosa y engañosamente mística” e incluso de suponer un regreso a Massenet en vez de una unión con la vanguardia. No podía ni puede sorprender. Podrá gustar o no, pero nadie puede dudar de la categoría de una construcción -a veces excesivamente reiterativa y que pasó por varias arquitecturas- que se alejaba de algunas tomaduras de pelo de aquella vanguardia. La obra no es de fácil ejecución, con un piano en permanente dialogo en compromiso delicado -sobresaliente Pierre-Laurent Aimard- y una parte coral femenina con ataques de riesgo que se multiplica a causa de las distancias exigidas por la pandemia. El “Requiem” de Fauré presenta otras exigencias bien diferentes por su sutilidad y delicadeza.

Quedó claro desde el comienzo la talla de Nagano, que supo llevar la orquesta a un magnífico nivel dentro de ese estado de gracia en el que se encuentra. Sonido compacto y cautivador, con un “In paradisum” que nos hizo recordar a aquel Celibidache que tenía esta partitura como uno de sus caballos de batalla. Si bien no siempre se consiguió la perfección en la parte coral de Messiaen, sí se logró en Fauré y eso a pesar de la amplísima distribución de los coristas por su situación habitual, la parte alta junto al órgano u los laterales de anfiteatro. Cumplieron a buen nivel tanto la soprano Sara Wegener -inspirado el célebre “Pie Jesu”- como el barítono Christoph Pohl. Mucho mérito en una lectura que no tuvo nada que envidiar a las de los mejores recuerdos y el público así lo entendió con aplausos cercanos a los diez minutos. Esperemos que Nagano no tarde en regresar. Gonzalo Alonso

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