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Por Publicado el: 25/06/2019Categorías: En vivo

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Josep Pons en la V edición de Solo Música

¡QUÉ VIENEN LOS RUSOS!

El gusto por lo salvaje

Obras de Chaikovski y Stravinski. Orquesta Nacional de España y Joven Orquesta Nacional de España. Dirección: Josep Pons. Auditorio Nacional, Madrid. 22-VI-2019

Volvía Josep Pons a la que fuera su casa en el penúltimo concierto de la V edición de ¡Sólo Música! Mucho ha cambiado la ONE desde su partida pero mucho también le debe al director catalán, que afrontó exitosamente un cambio de modelo de gestión y una línea temática de programación de la que aún hoy quedan trazas. El concierto empezó con un Cascanueces de lo más deslucido. No era tanto un enfoque erróneo o el cansancio lógico de Pons sino más una falta de conexión con un repertorio donde lo lírico ha de crecer de forma mucho más orgánica. El imaginario popular pudo rellenar muchos de los huecos expresivos que quedaron diseminados por una partitura que no permite un gramo de rutina y a la que le hacen falta vuelo y evasión.

Afortunadamente, el paisaje cambió por completo en la segunda parte del concierto, con una Petrushka modélica, preciosista y de enorme atractivo. Con menos renombre que el resto de partituras de Stravinski, las dificultades de esta obra son mayúsculas, con un discurso tímbrico enormemente elaborado y una construcción rítmica tan privilegiada como inestable. Aquí la batuta quirúrgica de Pons tiene mucho que aportar, y se beneficia además de un trabajo previo (la obra fue presentada en esta temporada y grabada en fechas recientes) que consigue profundizar en el drama encubierto que cuenta. El Cuadro IV: Fiesta Popular y muerte de Petrushka estuvo planificado con sabiduría y una gradación dinámica de mucho matiz, recordando aquel gusto por el color de Rimski-Kórsakov que emana esta música. Rendimiento excepcional del metal, y en particular de una sección de trompetas que nos regaló los mejores momentos de la tarde.

Acababa el ciclo con la presencia siempre bienvenida de la JONDE. Durante la primera parte se escuchó la suite de La bella durmiente, con buen pulso (estupendo “Vals” final) y mejor pathos que el Chaikovski de su hermana mayor. La dialéctica de los contrapuestos que alimenta esta pieza se perdió un tanto por el empuje y la furia de la orquesta, pero a cambio aparecieron fogonazos intensos entre los hallazgos tímbricos del viento-madera. Obviamente, el enorme talento de estos jóvenes pudo lucirse con la paradigmática Consagración de la Primavera, habida cuenda de esos patrones rítmicos avasalladores y su elaborada rusticidad. Las lecturas de los “Augurios” y la “Danza” destilaron empuje y suficiencia técnica, sin rastro del alboroto en el que en ocasiones se convierten estos fragmentos. Fantástica la sección de percusión al completo. Algo más irregular se presentó la segunda parte (“El sacrificio”), ya presa del agotamiento del director pero levantada por el brío de una JONDE de la que bien se puede presumir. Mario Muñoz Carrasco

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