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Por Publicado el: 04/09/2023Categorías: En vivo

Crítica: Meier Welber, al trote muy ligero

Meier Welber, al trote muy ligero

Fecha: 1.IX-2023. Lugar: Auditorio Kursaal de San Sebastián. Programa: Sinfonía nº 1 en Do mayor Op. 21, de Ludwig van Beethoven, y Messa in angustiis o Misa de Nelson, de Joseph Haydn. Voces solistas: Heidi Stober (soprano), Rachel Frenkel (mezzosoprano/alto), Martin Mitterrutzner (tenor), Stefan Cerny (bajo). Coro: Andra Mari Abesbatza. Director de coro: Andoni Sierra. Director musical y maestro concertador: Omer Meir Wellber.

Orquesta Filarmónica de cámara de Bremen

Con un aforo casi lleno (notorios lunares) este concierto ha puesto cierre al octogésimo segunda edición del veraniego encuentro musical donostiarra (no hubo en 1.944 ni en 1.960) de la mano de dos conjuntos musicales de acreditada valía -orquesta y coro- que también recibieron laureles el día anterior con motivo de la clausura del Festival Internacional de Música de Santander, interpretando el mismo programa, con las mismas voces solistas a excepción de la soprano.

El 2 de abril de 1.800, en el entonces Kaiserliche Königlicher Hoftheater nächst der Burg, hoy Burgtheater, de Viena, tuvo lugar el estreno de la Sinfonía nº 1 en Do mayor del Genio de Bonn, con la que Herr Ludwig abrió la espita de donde manaron las siguientes ocho. No es cuestión de valorar esta obra pues mentes más sabias lo han hecho, con polémica incluida, sobre su importancia. Empero si merece la pena significar los aromas de Haydn y de Mozart que fluyen en determinados parajes de esta, como en el movimiento segundo ‘andante cantabile con moto’, Fa en mayor, y el cuarto ‘adagio-allegro molto e vivace, en Do mayor, respectivamente.

El israelita Meir Wellber -un pelín movidillo sobre el podio y en su asiento ante el clave- presentó un programa que discurrió en el tránsito desde el alumno hacia el maestro, en vez de ir al revés, pero la presencia del coro a buen seguro así lo exigía. Su trabajo en la conducción (perfecto en la concertación) estuvo rotulado con una apreciable celeridad en i tempi aligerando la duración en ambas obras, lo cual no empañó su disciplina pautada hacia músicos y voces (solistas y coro) siendo muy de apreciar la perfecta elegancia en los efectos sonoros, ofreciendo unas modulaciones tímbricas cum laude.

La Filarmónica de Bremen tiene el sello inconfundible de una orquesta alemana: conjuntada, tensionada con rigor en sus distintas secciones y dotada de un color que transmite verdad. Presentó un orgánico apropiado para ambas obras -corto- ateniéndose a las indicaciones significadas al respecto por ambos compositores, con la única variante -ostentosa- de acudir a un pianoforte para la misa haydniana habida cuenta que en Auditorio Kursaal no existe órgano (ausencia significada ya en su lejano momento) y no se habilitó uno para la ocasión (el ahorro del pobre), lo que privó a dicha composición musical del empaque requerido por el autor, puesto que el teclado el instrumento pulsado apenas fue audible.

Las voces de los cuatro solistas, todas ellas pasadas por el cedazo de la Volksoper de Viena, hicieron un trabajo digno, a pesar el ligero descontrol de la soprano de Wisconsin, Heidi Stober, en la emisión de las primeras notas de su Kyrie en el movimiento I ‘allegro moderato’, en Re menor. Destacó, por encima de sus compañeros de reparto, la rotunda tesitura del bajo vienes Stefan Cerny, como se evidenció en el concertante Pleni sunt coeli et terra del movimiento 5º Benedictus. Hermoso timbre de tenor lirico-ligero el del tirolés Mitterrutzner.

El hermoso postre, bien condimentado en el ‘estilo conductus’ por su rigor y disciplina, nos regaló la Coral Andra Mari, que, llevada por la docta rectoría de Andoni Sierra, ofreció momentos de verdadera delicia como fue el caso de sus intervenciones contrapuntísticas, poderosas y rotundas. Siempre cumplidor con las indicaciones de las dinámicas sonoras marcadas por Meir Wellber. Fue el triunfador de la velada, junto con el maestro director, como así quedó acreditado por los rotundos aplausos que recibió del agradecido y satisfecho público, siempre señor juez. Manuel Cabrera

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