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Crítica: Meier Welber, al trote muy ligero
Euskal BarrokensembleCrítica: Euskal Barrokensemble en la Quincena donostiarra
Por Publicado el: 03/09/2023Categorías: En vivo

Hilary Hahn, confortable clasicismo con vistas

Obras de Mozart, Haydn, Beethoven y Schubert. Hilary Hahn, violín. Solistas vocales. Coral Andra Mari. Director: Omer Meir Wellber. Palacio de Festivales de Santander, 30 y 31 de agosto de 2023.

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Hilary Hahn

Ha tenido buen remate la 72 edición del Festival Internacional de Santander con estos dos conciertos de la Orquesta Filarmonía de Cámara de Bremen, un conjunto de 40-50 profesores bien ensamblado, generalmente afinado, con durezas y faltas de articulación solo pasajeras. Ha actuado disciplinadamente a las órdenes de su director en esta ocasión el prolífico, y trabajador israelí Omer Meir Wellber (1981), que fuera, de 2011 a 2014, titular de la Orquesta del Palau de les Arts de Valencia, circunstancia este que, curiosamente, no se menciona en la biografía incluida en el programa de mano.

Es hombre alto, movedizo, de gesto amplio y abarcador, no emplea batuta  y articula inteligentemente unos movimientos claros y variados, capaces de expresar las mayores delicadezas en un juego dinámico muy interesante; y a veces desconcertante, con pianísimos de excelente cuño y matices cuidadosos. También de fortísimos algo descompensados, faltos da calibración, con frecuente y no siempre atractivo empleo de baquetas finas. Una constante a lo largo de los dos conciertos.

Algo que contribuyó a la no siempre correcta planificación de la obertura de “Don Giovanni” de Mozart, iniciada con buena letra y excelente espíritu y luego episódicamente emborronada. Aunque ya ahí el director mostró su facilidad para reducir volúmenes a voluntad. Eliminado el anunciado estreno, encargo del Festival, del “Concierto para violín y acordeón” “Labyrinte du temps” de Aziza Sadikova, por la pasajera enfermedad de Hilary Hahn, la violinista se centró en la otra obra concertante anunciada, el “Concierto para violín nº 5” , “Turco”, de Mozart, en el que la artista mostró de nuevo sus credenciales: sonido de no gran volumen pero penetrante y refinado, afinación intachable, fraseo meticuloso y mecanismo suelto y resuelto, sin una sola vacilación.

Cualidades que, unidas a una estricta salvaguarda del estilo, contribuyeron a la consecución de una magnífica versión, bien apoyada por el “tutti”, Imponente y contagioso el impulso dado al episodio turco del Rondó. Hahn y Wellber se entendieron a la perfección y la violinista ofreció un hermoso y para el que firma desconocido regalo fuera de programa. Este continuó con una traviesa y bien matizada versión, pese al desaforado timbal, de la “Sinfonía nº 1” de Mozart. La última composición del concierto fue la poco interpretada y tan bella “Sinfonía nº 2” de Schubert, que el director disfrutó y matizó con excelente visión, tras una exposición temática bien regulada. Accidentes bien observados, diálogos adecuadamente diseñados, “tutti” bien controlados; más allá de las demoledoras intervenciones del timbalero. Una soñadora “Ave María” de Piazzolla, en arreglo para violín y acordeón (tocado este por el propio Wellber), puso fin a la velada.

Algo que habría que comentar es el curioso empleo de trompetas naturales en algunas obras, así en la obertura de “Don Giovanni”. Único detalle que podríamos decir “de época”. Y no en otras. Aspexto a observar en el segundo concierto, abierto con una vigorosa, estupendamente planteada “Sinfonía nº 1” de Beethoven, iniciada como mandan los cánones, bien realizada en general; a excepción del cierre del trío del “Scherzo”, muy ruidoso y confuso. 

La “Misa in angustiis en Re menor”, “Nelson”, de Haydn, era el plato fuerte y la composición que cerraba un Festival que ha tenido este año un alto grado de ocupación y un tono general de calidad. Obra majestuosa, monumental en ocasiones, de un lirismo de buena ley, de un diáfano contrapuntismo y de milagrosas hechuras, que fue bien entendida, a partir de criterios de aceptable modernidad, por Wellber, que, sorprendentemente, dirigió desde un casi inaudible clave (ignoramos la edición elegida). 

Lo hizo con su soltura habitual y con una elección de “tempi” un tanto discutible; aunque supo colorear en ocasiones con habilidad, así en el penumbroso arranque del “Benedictus”, en este caso con baqueta mediana, y una diestra intervención de la soprano Heidi Stober, lírico-ligera de atractivo timbre y fraseo expresivo, que se sacó la espina de su arranque en el difícil “Kyrie”, que cantó más bien destempladamente. La Coral Andra Mari, que gobierna Andoni Sierra, se plegó a las indicaciones de Wellber y logró, siempre a partir de un empaste reconocible y una afinación sin tacha, por ejemplo un espléndido “Et incarnatus”, entonado y desarrollado en un expresivo “Largo”.

Todo funcionó, pues, bien ordenado y plasmado. Casi inaudibles en sus breves intervenciones la mezzo Rachel Frenkel y el tenor ligerísimo Martin Mitterrutzner. Con empaque, sonoro, aunque de agreste emisión y áspero colorido el bajo Stefan Cerny. Didácticas y claras notas al programa de Regino Mateo.   Arturo Reverter

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